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Rabat se mantiene impasible en la mayor crisis diplomática con España en dos décadas

Es una incógnita hasta donde estará dispuesto a llegar Marruecos para conseguir sus objetivos “existenciales” de “integridad territorial”

Cientos de personas esperan en la playa de la localidad de Fnideq (antiguo Castillejos) para cruzar los espigones de Ceuta este martes. En vídeo, nuevas llegadas a Ceuta este miércoles.Vídeo: MOHAMED SIALI / EFE / REUTERS-QUALITY
Francisco Peregil

La llegada de 8.000 emigrantes irregulares a Ceuta en apenas 24 horas ha puesto de relieve hasta dónde ha llegado Rabat para defender sus intereses frente al Sáhara Occidental. Y hasta dónde quieren llegar muchos de sus ciudadanos con tal de salir de Marruecos. Lo que sigue siendo una incógnita es hasta donde estará dispuesto a llegar Marruecos para conseguir sus objetivos “existenciales” de “integridad territorial” sobre el Sáhara. ¿Cuántos emigrantes de esos 8.000 está dispuesto a aceptar? Y sobre todo: ¿Cuándo volverá a actuar con igual contundencia?

Marruecos retrocedió el martes en su iniciativa de abrir el paso hacia Ceuta. Aceptó la devolución de varios miles, volvió a cerrar el acceso a Ceuta mediante el despliegue de fuerzas policiales en la localidad de Fnideq y expulsó —como suele hacer cada varios meses— a más de 1.350 emigrantes subsaharianos desde la ciudad de Tánger a otras ciudades del sur.

Sin embargo, ante la mayor crisis diplomática registrada con España y la Unión Europea desde la toma de la isla de Perejil, en 2002, Marruecos solo quiso expresarse públicamente a través de su embajadora en Madrid, Karima Benyaich. La diplomática declaró este martes a Europa Press que en las relaciones entre países hay actos que tienen consecuencias “y se tienen que asumir” en una referencia velada a la decisión de España de prestar atención médica al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. El Ministerio de Exteriores marroquí ya había “deplorado” la actitud de España y ya advirtió de que ese acto “soberano” del Gobierno español tendría consecuencias. Así que ahora ya no tenían más que añadir.

Reconocimiento de la soberanía sobre el Sáhara

La diplomacia marroquí presenta una ventaja muy clara respecto a la española. Y es que tiene un objetivo muy claro y definido: conseguir el reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Después tiene otro objetivo, pero se perfila hoy como muy secundario: obtener también la soberanía de lo que tanto las autoridades como la prensa marroquí denominan como los “presidios ocupados” de Ceuta y Melilla.

Cualquier política exterior de Marruecos pasa por sus intereses ante el Sáhara Occidental. Y cualquier sacrificio se da por bien empleado. Aunque recaiga sobre las espaldas de los más débiles, de los que no entienden de grandes intereses estratégicos y solo ven Ceuta al alcance de la mano.

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Cientos de subsaharianos y jóvenes marroquíes caminaban este martes por la mañana en dirección a Fnideq, la ciudad de 77.000 habitantes que se llamaba Castillejos bajo el protectorado español. Se veían niños marroquíes que no sobrepasan los 10 años haciendo autoestop. Se veía también a una familia de subsaharianos con dos niños menores de cinco años, otro subsahariano con su niño al hombro.

La mayoría de ellos no sabía que las autoridades marroquíes habían cerrado de nuevo el acceso a Ceuta. Tampoco sabían que miles de jóvenes estaban siendo devueltos a Fnideq. Uno de ellos era Abdelmur, quien aseguraba tener 16 años. Estaba envuelto en una manta de la Cruz Roja. “Me han devuelto a Marruecos pero voy a seguir intentando entrar. Tarde o temprano lo voy a conseguir”.

Al preguntar a los jóvenes por qué desean salir de Marruecos la mayoría respondía: “porque aquí no hay nada”. Widaid es una madre soltera con un hijo de dos años y una hija de seis. Los hijos de madres solteras en Marruecos están estigmatizados, no tienen derecho a cobrar una pensión del padre. “Yo intenté entrar el lunes por la tarde”, decía Widaid, “pero la policía española empezó a disparar gases lacrimógenos, a mi hija de seis años le dio miedo, se puso a llorar y regresé a Fnideq. Pero lo voy a seguir intentando, aquí no hay futuro”.

La congoleña Mazomba, de 27 años, pululaba frente a los agentes antidisturbios junto a su hermano, con un hijo de cinco años y un bebé de un año en la espalda. Había caminado siete horas desde Tánger esa mañana para toparse con el acceso cerrado a Ceuta. “Nos enteramos ayer en la calle de que se podía llegar a Ceuta y vinimos esta mañana a pie”, explicaba.

El camino a Ceuta volvía a cerrarse. Pero a Mohamed, que tiene 22 años y estudia Derecho en Kenitra, a media hora de Rabat, no le importa: “Entré el lunes en Ceuta y me acaban de expulsar ahora. Me vuelvo a mi ciudad. Pero estaré aquí en cuanto haya la menor oportunidad. En Marruecos no tengo ningún futuro”. Munaím, de 46 años, también se mostraba optimista. “El domingo estaba cerrada la playa y el lunes la abrieron. Así ya volverá a abrirse otro día”.

La contundente estrategia de Rabat respecto al Sáhara Occidental no les afecta lo más mínimo. Para miles de ciudadanos, el futuro solo está en Europa.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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