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Elizabeth Loftus. “El Me Too parece haber olvidado algunos ideales democráticos”

La psicóloga estadounidense, gran experta en memoria y manipulación, ha comparecido en juicios como el de Harvey Weinstein donde los recuerdos son clave. Dice que los acusados son inocentes hasta que se demuestre lo contrario

La psicóloga Elizabeth Loftus en su casa de Irvine, California. La foto se hizo el pasado 10 de julio.
La psicóloga Elizabeth Loftus en su casa de Irvine, California. La foto se hizo el pasado 10 de julio.APU GOMES (Apu Gomes )
Luis Pablo Beauregard

Piense en alguno de los criminales más famosos de Estados Unidos de los últimos 50 años. Hay una posibilidad muy alta de que estos se hayan cruzado alguna vez con Elizabeth Loftus (de 78 años), la influyente psicóloga experta en la memoria. ¿Ted Bundy, el asesino en serie de al menos 28 mujeres? Ahí estuvo Loftus en 1976, en el primer juicio del asesino. Décadas más tarde, la académica de la Universidad de California en Irvine es una de las psicólogas más solicitadas. Ha participado en la defensa de personajes como O. J. Simpson, Michael Jackson; Ghislaine Maxwell (la cómplice de Jeffrey Epstein) o Harvey Weinstein. En octubre aparecerá en el juicio del actor Kevin Spacey, acusado de abusos sexuales. Su trabajo ha demostrado la manipulación de los recuerdos y la maleabilidad de nuestra memoria. Su experimento más famoso consistió en crear en 24 personas la falsa imagen de haberse perdido en un centro comercial siendo niños. Su obra, reconocida mundialmente, ha puesto en duda a los testigos más sólidos. Su hermano dijo a The New Yorker que, si el movimiento Me Too tuviera un póster con las 10 personas más buscadas, ella figuraría en él. Loftus recibe a EL PAÍS en su casa del campus universitario días antes de viajar a Australia, donde su trayectoria será premiada por la Universidad Nacional.

PREGUNTA. Su carrera comenzó hace 50 años con un profesor que la invitó a pensar sobre cómo nuestro cerebro organiza y procesa la información de la memoria…

RESPUESTA. Después de terminar mi doctorado comencé a estudiar la memoria episódica, que es la memoria de nuestra vida cotidiana, lo que desayunamos ayer o lo que sucedió en un accidente del que fuimos testigos. Me centré en nuestra memoria asociada a crímenes y accidentes. Es muy vulnerable a la contaminación y a la distorsión.

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P. ¿Qué la hace tan maleable?

R. Yo me fijo en su comportamiento, lo que la gente dice y hace como resultado de los recuerdos que tiene.

P. Siempre ha luchado por corregir la idea de que la memoria es como una grabadora. Dice que es más parecida a una página de Wikipedia.

R. Los eventos no se graban en nuestra memoria para que después los reproduzcamos. Nuestra memoria está en permanente construcción. Y cuando la recuperamos en un ambiente distinto, con otro tipo de razonamiento, puede cambiar. La comparo con una página de Wikipedia en el sentido de que tú puedes editar el texto y hacer versiones ligeramente distintas. Pero los demás también pueden distorsionar tu memoria.

P. Manipular.

R. Es una manipulación cuando otra persona nos lo hace. Yo hablo de sugestión externa, que alguien te nutra con una versión ligeramente distinta, o te haga preguntas dirigidas. Puede llegar de fuera, pero también podemos hacerlo nosotros mismos. En parte por esto es por lo que recuerdas haber tenido mejores notas de las que tuviste o que votaste en elecciones en las que no participaste, o que diste más dinero a la caridad de lo que donaste.

P. ¿Ha hecho experimentos vincu­lados a la política?

R. Hay estudios en los que se muestran fotografías alteradas y se da a entender que son genuinas. Una vez enseñamos una foto de Obama dando la mano al expresidente de Irán. Muchos creyeron que se trataba de una imagen real y que la habían visto antes. Se inclinaban más a creer en ello si eran políticamente conservadores.

P. ¿Cree que los políticos están tomando nota de estos experimentos?

R. No lo sé, pero siento que los gobiernos autoritarios han aprendido mucho sobre cómo lavar el cerebro de los ciudadanos repitiendo una mentira una y otra vez.

P. ¿Cómo han cambiado su trabajo las redes sociales?

R. La facilidad con la que se nos bombardea de información en todas las plataformas supone el peligro constante de estar expuesto a la desinformación, que puede contaminar nuestra memoria y afectar nuestro juicio o nuestra toma de decisiones.

P. ¿Su trabajo es más difícil desde que se inició el movimiento Me Too?

R. Absolutamente. El camino a la justicia ahora está pavimentado de minas. El mundo ha olvidado que vivimos en un país donde la gente es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Y que una persona haya hecho algo malo no quiere decir que haya hecho todo de lo que se le acusa. Con el movimiento Me Too, la gente parece haber olvidado esos ideales democráticos. Así que he tenido algunas dificultades, he sido llamada como testigo experto por la defensa de gente muy pero que muy impopular. La gente está influenciada por historias sensacionalistas y no admite que algunas de estas acusaciones no son ciertas o son sospechosas.

P. ¿Pero cree que Harvey Weinstein es inocente?

R. No sé si hizo todo aquello de lo que se le acusa. Tengo dudas sobre el caso de una mujer que dice haber sido violada por él, pero que mantuvo una relación con él durante mucho tiempo. Le mandaba notas que decían: “Te extraño, grandote. No puedo esperar a verte”. Supongo que quizá puedes enamorarte de tu violador.

P. En el juicio más reciente de ­Bill Cosby, una presunta víctima tuvo problemas para recordar los detalles de un episodio de abuso ocurrido hace casi 50 años.

R. Ella afirmó que entonces tenía 15 años y que fue a la Mansión Playboy con él. Dijo que él le tomó la mano y se la puso en el pene. Ahora, esta mujer tiene 60 años. Resulta que no tenía 15 años. ¿Por qué dijo que esa era su edad? Bueno, quizá porque el castigo es peor. Resulta que fue a la fiesta aproximadamente una semana antes de su 17 cumpleaños. Dice que jugó al Donkey Kong, un videojuego que no se inventó hasta seis años después.

P. En los años noventa luchó fuertemente contra el movimiento de la memoria reprimida. ¿Cree haber ganado esa batalla?

R. Creo que ha reemergido con un nuevo disfraz. Entonces miles de personas acusaban a sus padres, familiares, vecinos, prácticamente a cualquiera, de haber sido víctimas de terribles y prolongados casos de abuso sexual que, supuestamente, habían reprimido. Hubo miles de acusaciones que llegaron a los tribunales, pero las cosas cambiaron cuando cientos de estos pacientes demandaron a sus terapeutas por crearles falsos recuerdos. ¿Se puede reiniciar la memoria tras 10 años de violaciones y no acordarse de nada? ¿Dónde queda la evidencia?

P. En un libro cuenta que fue víctima de abuso y habló sobre ello repentinamente 35 años después.

R. Cuando lo solté por primera vez estaba en el estrado. Un fiscal se estaba metiendo conmigo. Se ha sugerido que se trataba de una memoria reprimida, pero no lo era. Había pensado en ello en mi adolescencia. Creo que a la primera persona a la que se lo conté fue a mi ahora exesposo [el también psicólogo Geoffrey Loftus]. Lo que me superó fue el hecho de soltarlo ahí, ante el tribunal de una ciudad pequeña, en un juicio que estaba siendo televisado.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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