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Ola de cambio en el mundo árabe

Siria detiene a 21 personas tras las protestas reprimidas ayer a tiros

Estados Unidos y la ONU condenan la violencia de las fuerzas de seguridad de Bachar el Asad

Enric González

Pese a los llamamientos de Estados Unidos y de la ONU a que cese la represión de las protestas ciudadanas en Siria, el régimen de Bachar el Asad continúa llevando a cabo detenciones de opositores. Un grupo de derechos humanos ha denunciado hoy el arresto de 21 personas en relación con las manifestaciones que ayer sacaron a la calle a decenas de miles de personas en todo el país, en algunas de las cuales las fuerzas de seguridad abrieron fuego causando al menos tres muertos (otras fuentes elevaron el recuento hasta 9 o 10).

El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos dio en un comunicado los nombres de 21 detenidos, cuatro en la ciudad de Deraa, la ciudad sureña donde comenzaron las protestas y donde la represión causó en días pasados decenas de muertos, y 17 en Homs, al norte de Damasco. "Suponemos que sus arrestos son resultado de las últimas protestas", afirma la organización.

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El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y la Casa Blanca han condenado la represión de las manifestaciones de ayer, y han pedido al Gobierno sirio que respete los derechos humanos. Ban ha expresado su "profunda preocupación por la situación en Siria, en donde se ha informado de nuevas muertas civiles en las últimas manifestaciones populares" y ha pedido que "paren inmediatamente" los actos de violencia contra protestas pacíficas, según su portavoz, Martin Nesirky. Mientras, EE UU, que incluyó durante el mandato de George W. Bush a Siria dentro del "eje del mal", ha afirmado que "la violencia no es la respuesta a las quejas del pueblo", según Jay Carney, el portavoz del presidente de EE UU, Barack Obama. "El Gobierno sirio tiene una oportunidad importante para responder a las aspiraciones legítimas del pueblo sirio", ha añadido.

Decenas de miles de ciudadanos volvieron a manifestarse ayer en todo el país, con la novedad de que las protestas se extendieron a las comunidades kurdas del noreste. El presidente Bachar el Asad acusó el miércoles a una "conspiración extranjera" de fomentar disturbios con el ánimo de destruir Siria y se mostró desafiante: "Si quieren guerra, la tendrán".

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Los peores disturbios se registraron en la capital, Damasco, y en sus suburbios. Ante la convocatoria de un Viernes de los Mártires por parte de la oposición, con el fin de homenajear a los muertos desde el inicio de la revuelta (al menos 70 según organizaciones humanitarias, una treintena según el Gobierno), las fuerzas de seguridad establecieron cordones policiales en torno a las mezquitas y exigieron la documentación a quienes entraban en ellas. Testigos presenciales citados por Al Arabiya subrayaron la abundancia de policías de paisano y de francotiradores en las azoteas.

Los controles en las mezquitas, que tanto en Damasco como en Deraa habían sido en días pasados el punto de inicio de las manifestaciones, no impidieron que se congregaran miles de ciudadanos para gritar "la libertad no es una conspiración" y "la sangre de los mártires no es barata".

En Douma, un suburbio de Damasco, la policía cargó contra los asistentes a los rezos en la Gran Mezquita. Testigos citados por Associated Press indicaron que tras un asalto con porras y gases lacrimógenos, las fuerzas de seguridad usaron sus armas de fuego. Los testigos dijeron que hubo tres muertos y decenas de heridos, y que tras los incidentes las calles de Douma quedaron desiertas.

La policía también disolvió con porras y gases una manifestación surgida de la mezquita de Rifaii, en el barrio de Kfar Souseh de Damasco. En la mezquita de los Omeyas, en el centro de la capital, se concentraron miles de personas con retratos de Bachar el Asad y banderas sirias, para gritar la consigna adoptada desde el miércoles por los partidarios del régimen: "Dios, Siria, Bachar". La policía protegió esa manifestación y no hubo incidentes.

En Deraa, junto a la frontera jordana, y Latakia, en la costa mediterránea, las dos ciudades donde las protestas fueron más numerosas en días pasados y donde la represión fue especialmente brutal, se repitieron las marchas contra el régimen. La agencia de noticias oficial Sana hizo referencia por primera vez a las manifestaciones en Deraa y Latakia, pero dijo que discurrieron pacíficamente y sin incidentes. Testigos citados por la BBC indicaron, por el contrario, que en Deraa la policía usó gases lacrimógenos.

El noreste del país, con especial presencia de la minoría kurda, se había mantenido tranquilo hasta ahora. Ayer se registraron las primeras concentraciones contra el régimen en Kamishli y Hassakeh, dos localidades de la región. Los participantes utilizaron como lema la frase "Siria es una", con el fin de disipar los temores de la mayoría suní de que los kurdos pudieran utilizar la crisis siria para plantear reivindicaciones sectarias o separatistas.

En su esperado discurso del miércoles, El Asad afirmó que su tarea prioritaria no era reformar el régimen, sino garantizar "la estabilidad y la seguridad" del país. El presidente insistió en que los vientos de fronda que recorrían el mundo árabe y las protestas dentro de Siria, que atribuyó a una conspiración israelí, no alterarían su firmeza. Al día siguiente, fuentes oficiales anunciaron la creación de una comisión encargada de estudiar posibles reformas (algo que lleva estudiándose desde 2000, cuando El Asad sucedió a su padre) y un eventual levantamiento del estado de excepción, vigente desde 1963.

Ni la firmeza mostrada por Bachar el Asad ni la enésima sugerencia de que las reformas estaban en camino lograron apaciguar el malestar social, provocado tanto por el ejemplo revolucionario de países como Túnez y Egipto como por el declive económico y la falta de libertades políticas en Siria. Las manifestaciones de ayer demostraron que el régimen no conseguía hacerse con el control de la situación.

Manifestantes antigubernamentales marchan en el pueblo de Kamishli tras el rezo del viernes.
Manifestantes antigubernamentales marchan en el pueblo de Kamishli tras el rezo del viernes.AFP

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