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Una oportunidad para demostrar un liderazgo real sobre los derechos de la mujer

La reducción de la mortalidad maternoinfantil es el Objetivo del Milenio más difícil de cumplir

Los Gobiernos de todo el mundo se reúnen en Nueva York del 20 al 22 de septiembre con motivo de la cumbre de Naciones Unidas que evaluará el nivel de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Los ODM, adoptados en el año 2001, constituyen un conjunto amplio de compromisos para el desarrollo que establece metas concretas y medibles para abordar la pobreza extrema y las privaciones de los derechos humanos relacionados con ésta, como la falta de agua y saneamiento adecuados y la mortalidad de niños y niñas como resultado de enfermedades que se pueden prevenir.

España ha demostrado un compromiso firme con los ODM, por ejemplo a través de la creación en 2006 de un Fondo para el Logro de los ODM y el reciente nombramiento del presidente Zapatero como copresidente del Grupo Asesor de las ODM, a propuesta del secretario general de la ONU.

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De todos los Objetivos, el ODM 5, dirigido a mejorar la salud materna, ha sido el más descuidado y el que cuenta con menos fondos. Como era de esperar, los avances en el cumplimiento de éste han sido muy irregulares. La meta de este Objetivo es reducir para el año 2015 la tasa de mortalidad materna en tres cuartas partes de los niveles de 1990 y asegurar el acceso universal a los servicios de salud reproductiva. De acuerdo con el último informe mundial de seguimiento de los ODM de las Naciones Unidas, la tasa de reducción está aún muy por debajo del 5,5% de la disminución anual necesaria para su cumplimiento.

A día de hoy, cada 90 segundos fallece una mujer por causas asociadas con la maternidad que son prevenibles. Y por cada mujer que muere, aproximadamente otras 20 quedan con graves complicaciones de salud por el resto de sus vidas. Los avances en algunos países ocultan las crecientes disparidades a nivel nacional y, por desgracia, las sinergias mortales con el VIH/sida han dado lugar a escasos o nulos progresos en algunos países del África subsahariana.

A la luz de estos datos, cabe preguntarse ¿qué se puede hacer? En los preparativos a la Cumbre de los ODM de la próxima semana, se han producido algunas importantes declaraciones de compromiso en relación con este tema.

En 2009, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas emitió una resolución histórica reconociendo que los altos niveles de mortalidad materna en todo el mundo constituyen una negación de los derechos humanos fundamentales de las mujeres, incluidos el derecho a la vida, a la salud, a la educación y a la no discriminación. En junio de 2010, miles de personas asistieron a la segunda conferencia internacional Women Deliver (Las mujeres cumplen) celebrada en Washington, DC. En dicha conferencia, un desfile de destacadas figuras declaró su compromiso con la reducción de la mortalidad materna y de alcanzar el ODM 5. Melinda Gates, copresidenta de la Fundación Bill & Melinda Gates, prometió una mayor financiación. Pocas semanas después, los líderes del G-8 prometieron 5.000 millones de dólares [3.800 millones de euros] adicionales en 2015 para su Iniciativa Muskoka sobre la salud materna e infantil.

Sin embargo, aún está por ver si estos compromisos se traducen en acciones efectivas. Sabemos qué es lo que se necesita para salvar las vidas de las mujeres; sabemos desde hace 60 años el tipo de atención que las mujeres necesitan cuando se enfrentan a complicaciones obstétricas. También sabemos que el aborto inseguro es una de las principales causas de muerte materna, y que dar prioridad a programas que ignoran esta realidad corre el riesgo de ser una estrategia ineficaz a largo plazo.

Las soluciones tecnocráticas -aun las mejor financiadas- son simplemente insuficientes. La mortalidad materna es fundamentalmente un asunto de justicia de género. Las razones por las cuales tantas mujeres siguen muriendo en el parto están vinculadas al hecho de que no se valora la vida de las mujeres, a que sus voces no son escuchadas, y a que éstas siguen siendo discriminadas y excluidas dentro de sus comunidades y por unos sistemas de salud que no dan prioridad a sus necesidades. Un enfoque basado en los derechos humanos que enfatice la rendición de cuentas, tanto en lo que se refiere a los donantes como a los Gobiernos nacionales, así como la igualdad y la participación activa de las mujeres, es clave para abordar la mortalidad materna.

Sin embargo, el tema de los derechos humanos ha sido relegado casi completamente a un anexo en el Plan de Acción Conjunta sobre la salud materna e infantil que será adoptado en la Cumbre de la ONU. En un clima de recesión económica, los gobiernos parecen querer seguir abordando el desarrollo como una cuestión de generosidad humanitaria en lugar de derechos humanos fundamentales. Las mujeres son, lamentablemente, las que más sufren como resultado de esa postura.

España tiene la oportunidad de demostrar un verdadero liderazgo en esta coyuntura crítica. Sin embargo, los grandes recortes en el presupuesto de cooperación internacional anunciados hace unos meses parecen indicar que los compromisos de desarrollo asumidos por el gobierno se consideran prescindibles en la difícil situación actual. Un apoyo más firme, tanto político como financiero, a los esfuerzos para promover la maternidad sin riesgo en todo el mundo, daría no sólo mayor legitimidad a la pretensión de España de ser un protagonista importante de los ODM, también daría coherencia al rol de liderazgo que el gobierno ha tratado de desempeñar en la promoción de la equidad de género en el país y en el resto del mundo.

Alicia Ely Yamin es Profesora de la iniciativa Joseph H. Flom en Salud Mundial y Derechos Humanos de Harvard Law School y presidenta del Centro por los Derechos Económicos y Sociales, organización internacional de derechos humanos con sedes en Madrid y Nueva York.

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