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Ir al médico ya no será lo mismo: más telemedicina y mascarilla en la consulta

La pandemia ha obligado a cambiar dinámicas de trabajo y conductas en los centros sanitarios que permanecerán más allá de la crisis sanitaria

Jessica Mouzo
Un médico atiende a una paciente en el centro de salud Calesas en Usera en Madrid
Un médico atiende a una paciente en el centro de salud Calesas en Usera en MadridAndrea Comas

La pandemia ha puesto patas arriba el sistema sanitario. Los hospitales han cambiado su forma de atender pacientes y los centros de salud se han reorganizado para asumir los enfermos de siempre y los nuevos casos de covid-19. Más consultas telefónicas, salas de espera vacías, doble circuito de entrada a las urgencias. Algunos de esos cambios, no obstante, han dejado de ser circunstanciales y empiezan a instalarse como norma en los centros sanitarios. La telemedicina, por ejemplo, o las medidas de protección en la consulta permanecerán en el sistema más allá de la crisis sanitaria.

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Telemedicina. Las consultas telemáticas han salvado parte de la actividad cotidiana de hospitales y centros de salud. El sistema se ha reorganizado para limitar a lo imprescindible las visitas presenciales y los médicos y enfermeras han tirado de videollamadas, mail y teléfono para atender a sus enfermos. Según la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), los médicos de atención primaria habían realizado unos cuatro millones de atenciones telefónicas a finales de marzo. “Estamos potenciando la consulta no presencial, pero excepto Cataluña y alguna otra comunidad, que tienen sistemas de atención telemática, los demás nos hemos ido arreglando con nuestro correo personal. Hay que dotar a la atención primaria de sistemas con programas de cifrado y protección de datos porque es información sensible”, explica el presidente de Semfyc, Salvador Tranche.

Los hospitales también han mejorado en este campo. “Ya estábamos diseñando un área voluntaria para introducirla, pero la emergencia nos ha quitado la red y nos ha convertido en trapecistas. Ha servido para anular las reticencias al cambio porque incluso las especialidades que necesitan una exploración más minuciosa, como neurología, han visto que se puede hacer”; explica María José Abadías, subdirectora asistencial de Vall d’Hebron. En los hospitales, la telemedicina está más enfocada a las segundas y terceras consultas; la primera visita, mejor presencial. “No sustituirá la visita presencia; la apoyará. Evitará que el paciente venga al hospital para recoger unos resultados que están bien”, agrega Rosario Amaya, directora médica del hospital Virgen del Rocío de Sevilla.

Doble circuito. Aunque la incidencia del coronavirus se atenúe en los próximos meses, la comunidad científica da por hecho que ha venido para quedarse y el sistema sanitario ha de prepararse para convivir con él. Los dobles circuitos de entrada a los centros de salud y a los hospitales permanecerán activos más allá de la pandemia. De hecho, esta es una de las recomendaciones del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad para avanzar en la desescalada. Hay que separar los cuadros respiratorios del resto de patologías para evitar contagios en masa.

Los hospitales han estado las últimas semanas volcados con la covid-19, pero tienen que empezar a retomar la actividad atrasada y conjugar los dos tipos de pacientes. “Vamos hacia un hospital polivalente, no tanto segmentado por las especialidades clásicas, sino donde haya más participación de profesionales en áreas covid y no covid. Tendremos que dejar un 10% o un 15% del edificio general del hospital para casos con infección por coronavirus: dos o tres plantas para casos de covid-19, una unidad de cuidados intesivos covid y otra no covid, y también áreas localizadas en los edificios de traumatología y maternoinfantil”, señala Abadías.

En los centros de salud también se mantendrá la doble puerta de entrada. Pero Tranche va más allá: “El triaje tendrá que empezar ya en la unidad administrativa, con el teléfono. No hace falta que vengas al centro a pedir cita, sino que se tiene que potenciar que estas gestiones sean no presenciales”.

Desburocratización de la atención primaria. Una de las grandes quejas de los médicos de familia es el papeleo administrativo que tanto tiempo les roba en la consulta. Por ejemplo, la gestión de las bajas laborales. Hasta ahora, el trabajador tenía que ir cada 15 días a la consulta para que el facultativo estudiase su caso y la conveniencia de ampliar o no la baja. “Si es un cuadro crónico, como un cáncer, ¿para qué tienes que emitir un parte cada 15 días si sabes que esa baja va a durar varios meses? Es una carga administrativa y burocrática innecesaria”, explica Tranche.

La pandemia ha agilizado estos trámites y los médicos pueden prolongar la baja sin necesidad de ver presencialmente al paciente. El parte se envía al Instituto Nacional de la Seguridad Social y este, a su vez, a la empresa del enfermo.

Hospital de puertas cerradas. Ir al hospital con varios acompañantes o acumular visitas en las habitaciones serán escenas poco comunes a partir de ahora. Las restricciones de entrada a acompañantes seguirán en pie para reducir el riesgo de transmisión. “Debería quedar implantado como una medida de trabajo habitual. Sin obviar la humanización, claro. El paciente puede estar acompañado de un familiar, pero no de toda la familia”, apunta Amaya.

Salas de espera vacías. Los profesionales ya cuentan con que la distribución de sus agendas será diferentes. Pacientes más espaciados, teleasistencia y jornadas de consultas más largas. Todo para evitar las aglomeraciones en las salas de espera y evitar posibles focos de contagio. “La dimensión de las agendas no podrá ser de 25 consultas presenciales. Se reducirá la visita presencial en las consultas externas. Habrá que hacer horarios de visitas más largos, ampliarlos hasta las cinco de la tarde. Y se pedirá puntualidad al clínico y al usuario”, explica Abadías, para que no se amontone gente en la puerta de los consultorios. También se tendrán que reducir, dice, “las llamadas de complacencia”, aquellas visitas presenciales que confirman al paciente que todo está bien. “Buscaremos otras áreas para salas de espera y la citación se hará con más tiempo entre cada consulta para evitar aglomeraciones”, agrega Amaya.

Medidas de protección. Las mascarillas y el lavado de manos con jabón o soluciones hidroalcohólicas han venido para quedarse. Sobre todo, en establecimientos sanitarios. Readaptar la infraestructura de los hospitales para mantener el distanciamiento social también será clave.

Tampoco se descarta incorporar el uso masivo de test o tomas de temperatura para acceder a según qué centros o previo ingreso al hospital para someterse a una prueba o una intervención. “Antes de venir al hospital para someterse a procedimientos programados, se pueden hacer la prueba. También puede haber puntos de cribado para acceder al hospital y medir ahí también la temperatura antes de entrar”, sostiene Abadías.

Prácticas clínicas distintas. “Habrá que revisar algunas prácticas por la seguridad del profesional”, advierte Abadías. Por ejemplo, el test del aliento que hacen los digestólogos, ejemplifica, donde el paciente tienen que soplar y emite aerosoles al lado del profesional. “No se pueden dejar de hacer algunas pruebas, como las espirometrías o las broncoscopias, pero para realizar estos procedimientos, los profesionales tendrán que extremar las medidas de seguridad”, señala.

Asimismo, Abadías apuesta por “hospitalizar menos”. Esto es, convertir procesos que requerían ingreso de varios días en tratamientos lo más ambulatorios posibles. “Lo hemos hecho con la maternidad, dando altas postparto a las seis o las 12 horas. Se tendrán que diseñar también hospitales de día para que el paciente no tenga que quedarse ingresado cuando viene a hacerse una prueba, por ejemplo”.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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