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Las amigas de Laura luchan para "lavar su imagen"

"Se está diciendo que ella se lo buscó", denuncian

Los padres de Laura Alonso, la joven orensana muerta a manos de su ex novio Javier Cruz, apenas se han movido un milímetro de su dolor. El viernes pasado asistieron, todavía rotos, al homenaje organizado en el colegio público de Toén en el que ella había estudiado. En el primer acto de reconocimiento a la joven se soltaron dos palomas "por el sufrimiento de dos familias" en un símbolo inequívoco, para los allegados a Laura, de equiparación de víctima y verdugo. "Aquí hay dos familias que están sufriendo igualmente", repite el alcalde de Toén, Amancio Antonio Cid, llamando a la calma. Y apostilla, "los padres de él no tienen culpa de nada; están deshechos".

Toén es un pequeño municipio próximo a la capital orensana. Y el padre de Javier Cruz es ahí un referente. Un hombre respetado. Concejal del grupo de gobierno desde hace 20 años y propietario del taller del pueblo. Nadie le niega el dolor: "No son responsables de lo que haya hecho su hijo, pero no se puede comparar el sufrimiento, es increíble", repiten las amigas de la joven. Tras un breve duelo, se han puesto en pie. Han comenzado un recorrido a la inversa por los medios de comunicación para dignificar a su amiga. Creen que se ha criminalizado a la víctima. Apenas 15 días después de encontrar su cadáver tirado en un cortafuegos en el monte, se han organizado para "lavar la imagen" de la asesinada.

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La joven orensana murió a manos de su ex novio "víctima sin ninguna duda de la violencia machista", según fuentes de la investigación. Pero desde que Cruz fue detenido, se activó un sentimiento social de que "hay dos familias destrozadas" y de que ella fue al encuentro de su propia tragedia. "Algo así como que ella se lo buscó; eso es, entre líneas, lo que se está diciendo", protestan.

La pandilla de Laura lucha ahora contra la imagen que se ha dado de la víctima, "que no se basa en ningún dato objetivo". "Se ha publicado que ella lo presionaba" para mantener la relación. Pero cuando ésta comenzó, Laura apenas tenía 16 años y él, 29. Cruz, un hombre ya hecho, ejercía "un control absoluto" sobre la chica, "un control machista, por eso la mató cuando ella se le repuso".

"Sabíamos que le pegaba cuando salían, no sólo porque lo denunció una vez, sino porque aunque no nos decía nada, tapaba con fulares marcas en el cuello", revela su amiga Natalia. Nunca vieron los mensajes que se enviaban, pero sabían que él "la tenía amenazada con matarla y quemar la casa de sus padres si seguía con el nuevo novio". Creen que por eso Laura accedía a verlo. "Le tenía miedo; estaba con tratamiento psicológico para salir de la dependencia que tenía de él, para poder librarse de él". La influencia del asesino confeso y de su familia sobre la joven Laura quedó de manifiesto cuando, en 2008, ella retiró, por petición de éstos, la denuncia que le había puesto por malos tratos.

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La "criminalización" de la víctima comenzó a hacerse patente por días. Cientos de personas se volcaron en su búsqueda sin resuello durante una semana. Cuando apareció el cadáver, también cientos marcharon sobre el asfalto abrasado por los 35 grados de temperatura para rendirle tributo y pedir justicia. Pero en cuanto Cruz fue detenido y se difundió por el pueblo su foto con la leyenda "Asesino", comenzó una nueva etapa. La que activó el sentimiento colectivo que perciben sus amigas de que, en cierto modo, ella se había buscado su destino.

Homenaje a Laura Alonso, el pasado viernes, en Toén.
Homenaje a Laura Alonso, el pasado viernes, en Toén.DIEGO LEMOS

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