Griñán ya es líder
José Antonio Griñán es el nuevo líder del PSOE andaluz. En lo social y en lo orgánico, en la Junta y en el PSOE, en las municipales y en las autonómicas, en la salud -del Gobierno- y en la enfermedad -de las encuestas-. Un dirigente al que los militantes han prometido seguirle y respetarle todos los días de su mandato, al menos hasta que la derrota los separe. Lo han hecho por unanimidad, con casi el 100% de los sufragios, en una ceremonia donde Chaves y Zapatero actuaron como principales oficiantes.
Ya no hay excusas, Griñán tiene la ejecutiva que él ha elegido y las manos libres para nombrar el Gobierno que desee. A partir de ahora todo lo que diga o haga puede ser utilizado en su contra. Si el resultado de las próximas elecciones municipales es un desastre, será un desastre de Griñán. Si son un éxito, lo será de los candidatos socialistas. Si dentro de dos años gana las autonómicas, las ganará el PSOE que siempre ha gobernado en Andalucía. Pero si las pierde, ¡ay si las pierde!, pasará a la historia como el dirigente socialista que perdió la Presidencia de la Junta. Griñán está ya donde quería, con poco que ganar, si gana -aquí el PSOE lo ha hecho siempre- y mucho que perder, si pierde -aquí el PSOE no lo ha hecho nunca-.
Con todo, el mayor acicate de Griñán es que puede perder las elecciones. Esta circunstancia, que podría parecer un problema, es su gran ventaja sobre sus antecesores. Nunca el socialismo andaluz estuvo tan cerca de una derrota. Nunca, por tanto, hubo tantas razones para arriesgarse. Si la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana, desde el domingo una derrota del PSOE tendría ya un candidato a responsable. Como la victoria ya nadie la da por segura, quién se atreve a discutirle al nuevo líder del PSOE andaluz su capacidad para equivocarse. Tal como iba, todos reconocen en privado que naufragaban casi seguro.
En términos metafísicos, no hay novedad sin riesgo. Un dirigente socialista me dijo el otro día que era difícil explicar fuera de Andalucía la necesidad de cambiar a los miembros de una ejecutiva regional que habían logrado ganar durante tres décadas todas las elecciones. La contestación no es tan complicada. Alguien escribió que, cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. La necesidad de cambiar es de las pocas cosas que deberían ser inmutables.
Tres décadas de gobiernos socialistas han derivado en un nivel tan elevado de autocomplacencia, falta de crítica, ensimismamiento y confusión entre lo público y lo privado, que hay militantes y votantes convencidos de que sólo habrá cambios importantes en el PSOE cuando este partido pierda el poder. Son los mismos que aseguran que el día que lo pierda y el gobierno pase a manos del PP, la travesía del desierto será tan exasperante como la que lleva padeciendo el PSOE en Madrid o Valencia. Por eso sostienen que el gran reto de Griñán es el de encontrar un remedio que no sea peor que la enfermedad: hacer la alternancia dentro, para que no se la hagan fuera.
Griñán llega a la secretaría general del PSOE en Andalucía a petición propia. Él, además, ha forzado el cuando. Podría haber esperado para después de las elecciones municipales, lo que le hubiera distanciado del previsible mal resultado que auguran las encuestas. No lo ha hecho y tendrá que actuar, ya que el escenario es desalentador. Salvo en Jaén, el PSOE no tiene candidato claro para ninguna capital de provincia. En 30 años de Gobierno en la Junta, los socialistas disponen de miles de dirigentes dispuestos a ser altos cargos, pero a muy pocos voluntarios para aguantar cuatro años al frente de un grupo municipal en la oposición. Griñán ya es un líder, pero en el PSOE se buscan más líderes desesperadamente.
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