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"Yo ya soy madre, no necesito cursos"

La Junta no se presenta a recoger a los dos niños acogidos en Utrera

No idoneidad. Este es el veredicto que la familia de acogida Sánchez Villa se negaba a aceptar ayer mientras esperaba que los servicios sociales se llevaran a los dos menores que han vivido con ellos siete meses.

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Entregados a la Junta a los dos menores de Utrera acogidos temporalmente

Eran las 9.00, hora prevista para la recogida. Los responsables de Bienestar Social habían concluido que Carmen Villa, de 52 años, y Enrique Sánchez, de 50, no cumplían las condiciones psicológicas y sociales para educar a los dos niños, de siete y cinco años, que la madre bológica les confió. Era el momento de llevarlos a un centro de menores. Muchos amigos de la pareja esperaban expectantes, mientras los dos niños jugaban en la calle. "Pero como había tanta gente y periodistas, no han querido venir", sospecha Villa. La abogada de la familia acudirá el lunes a la Consejería para buscar una solución pactada.

"¡A los niños no les falta de nada!", gritaba ante unas 50 vecinas reunidas frente a su casa. La barriada de la Paz, en Utrera, le mostraba su apoyo. Portaban pancartas, sábanas pintadas y un megáfono: "Bajen todos, que se llevan a los niños".

"Cuando una familia no es considerada idónea, se debe a muchos motivos", explica la directora del programa de acogimiento de la fundación Márgenes y Vínculos y miembro del equipo de valoración, María Ángeles Míguez: "Tras un largo proceso, resultaron no aptos".

La madre biológica, Nuria Márquez, es drogodependiente, tiene 33 años y seis hijos. Cuando se quedó embarazada de nuevo, pensó en esta familia, a la que conocía de siempre. El resto vive con familiares y uno en un centro de la Junta. "Si no fuera por su problema, sería una madre excelente", reconoce Villa. El padre biológico está en la cárcel por intento de homicidio.

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Según el matrimonio Sánchez Villa, casados desde hace 30 años, la retirada de la custodia se debe a dos motivos. En primer lugar, que discutieron con la madre el régimen de visitas ya que ésta acudía "drogada y nerviosísima". Además, el matrimonio no asistía a los cursos de formación "porque coincidían con las horas de trabajo", se disculpa Sánchez.

"Yo he criado dos hijos y cinco hermanos, ¿cómo voy a necesitar yo un curso para aprender a ser madre?", reniega Villa. Paola, su hija de 26 años, la escucha. Jordi, de 24: "Da todo por los niños", apunta un compañero de trabajo . "Les queremos desde que nacieron", añaden.

A las 10.30 suena el teléfono. Es el defensor del menor. "Parece ser que Nuria [la madre] también quiere que se lleven a los niños", lamenta el marido. Las vecinas se miran y Villa rompe a llorar. Minutos más tarde, llama una asistenta social. Informa de que no irán a por los niños en ese momento, pero que se los llevarán pronto. Villa se pone muy nerviosa: "Mucha ley y muchos papeles... pero el cariño que les tenemos, ¿qué?".

El informe de valoración psicológica señala "el desinterés y despreocupación de la familia por formalizar la situación de acogimiento". Ellos critican la profesionalidad de los técnicos que "no se interesan por lo felices que son los niños en esta casa".

Un vecino se pregunta: "Si no eran idóneos, ¿por qué no lo pensaron antes de entregárselos?

". Ellos añaden: "Somos una familia normal, trabajadora y muy unida". Desde la fundación insisten: "No se trata de buenos o malos, sino de aptos y no aptos".

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