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Reportaje:

Confesiones del cineasta errante

El iraní Mohsen Makhmalbaf trabaja bajo constantes amenazas de muerte - Acosado por el régimen de Teherán, el director de 'Kandahar' vive sin residencia fija

Rocío García

"Te va a cambiar la vida". Más de uno había prevenido a la periodista sobre la capacidad de fascinación de Mohsen Makhmalbaf, el patriarca del cine iraní y también el de toda una familia dedicada al cine -madre y tres hijos-, acosada y perseguida por la dictadura del régimen de Ahmadineyad. El Festival de Cines del Sur, en Granada, ofrece estos días una retrospectiva de su obra, con la proyección de 11 de sus 18 películas.

"Mis películas me dan la posibilidad de sentir valentía, de poder hablar"
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No alza la voz este cineasta errante cuando, en un farsí suave y melodioso, relata el horror de las torturas sufridas de joven, el autoexilio que se impuso hace tres años y la obligación de viajar de un sitio a otro y trabajar en distintos países y ciudades para intentar protegerse. "He perdido mi hogar por el cine", asegura tranquilo el cineasta, un hombre de profundas canas que aparenta más años de los 50 que tiene. "El Gobierno iraní hace lo imposible para que me quede en un sitio concreto y así poder controlarme. Ha amenazado a Afganistán para que no podamos rodar allí, ha querido sobornar a un festival italiano para que no proyecten mis películas, ha dado órdenes a las embajadas de Irán en todo el mundo para que no me renueven el pasaporte".

Cuando se le pregunta cómo es la vida de un cineasta amenazado, Makhmalbaf no duda en contestar: "Difícil, pero también estimulante". Y relata el atentado con bomba que sufrió su hija Samira en pleno rodaje de una película y que acabó con la vida de un miembro del equipo (murió a los dos meses), o el doble intento de secuestro de su otra hija, Hana, cuya película Buda explotó por vergüenza consiguió el premio del jurado en el pasado Festival de Cine de San Sebastián. "Si nos atacan de esta manera es porque realmente estamos haciendo lo correcto. Si quieren matarme, yo voy a estar ahí para decir lo que tengo que decir. El único problema es que cuando atentan contra nuestra vida también los que nos rodean tienen que pagar por ello, y cuando tu vida está en peligro pierdes a un grupo de gente que ya no quiere trabajar contigo".

Creció salvaje. Fue al colegio sólo unos pocos años. Es un hombre autodidacta intelectual y cinematográficamente. No pisó una sola sala de cine en su niñez -su abuela, una mujer de sólida confesión islamista sostenía que el cine llevaba directamente al infierno- y no fue hasta que salió de la cárcel con 21 años cuando se decidió por este arte. Opositor furibundo de la dictadura del sha Reza Pahlevi, fue detenido por intentar robar una pistola a un policía. Fueron casi cuatro años de torturas y de golpes, por los que tuvo que requerir en dos ocasiones hospitalización.

"Una persona que ha sufrido como yo ¿cómo no va salir a gritar y denunciar y alzar su voz contra las injusticias?", parece que se justifica Makhmalbaf, para añadir a continuación: "Cuando salí de la cárcel, tenía dos opciones, o coger un arma o coger una cámara. Opté por esto último, porque sabía que con ella podía ayudar a un cambio en la mentalidad de mi pueblo". Ahora se alegra de aquel desconocimiento infantil del cine, porque cree que le ha ayudado a tener una mirada más limpia.

Autor de películas imprescindibles del cine iraní como Gabbeh o Kandahar-, es un hombre de una cortesía extrema. Saluda a todos con sonrisas y con las manos unidas en son de reverencia. Dice que el pueblo iraní es un pueblo consciente pero que tiene miedo, y que ese miedo impide vivir muchas experiencias en la vida. Tras todas sus experiencias trágicas, él no lo ha superado, pero sí ha aprendido a vivir con el miedo y aprovecharlo. "Mis películas me dan la posibilidad de sentir valentía, de poder hablar, de mostrar lo que pienso y lo que siento".

Vocifera con seguridad que "Irán vive en la Edad Media". No se salva de sus diatribas el presidente de Estados Unidos: "Que quede claro para todo el mundo: Bush amenaza con atacar Irán, no porque quiera eliminar la Edad Media y traer al pueblo libertad y justicia, sino por el petróleo y porque le interesa el acercamiento geopolítico a la zona".

Makhmalbaf acaba de rodar una película en Kazajistán sobre la caída del comunismo y el vacío que creó en la sociedad y en la familia, y no sabe qué será de su vida en los próximos meses. De momento, en Granada ha repasado en la oscuridad de las salas algunos de sus filmes más antiguos. "Fue impactante porque veía escenas y no recordaba la siguiente. Se me saltaron las lágrimas más de una vez. Me di cuenta de en qué situación tan difícil vivíamos. Ahora entiendo por qué los políticos nos temen: porque tenemos la capacidad de hacer temblar los corazones de la gente y ellos sólo apuntan con la pistola a la cabeza de esa gente".

No se sabe si la vida cambia tras conocer a Mohsen Makhmalbaf. Lo que sí es seguro es que hace que la veas de otra forma.

Arriba, una escena de <i>Kandahar</i>. Debajo, una de <i>El silencio</i>
Arriba, una escena de Kandahar. Debajo, una de El silencio
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