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Crónica:TOUR 2002 | 13ª Etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

David Millar vence a los pies del Ventoux

El pelotón espera un ataque de orgullo de Armstrong en el 'gigante de Provenza'

Carlos Arribas

Manolo Saiz conoce la ley del Ventoux, el gigante del miedo. La ha sufrido muchos años con su gente, con Jalabert y Zülle antaño, cuando disputar la Dauphiné Libéré era un paso obligatorio camino del Tour. Manolo Saiz, director del ONCE-Eroski, teme al Ventoux, como lo temen todos. La leyenda provenzal dice que la locura no es escalar el Ventoux sino volver a hacerlo. El pelotón del Tour vuelve al Ventoux dos años después de que Lance Armstrong cometiera en el monte que domina Provenza uno de los errores que más ha lamentado en su carrera. Manolo Saiz huye de las consideraciones históricas, de la metafísica del ciclismo: 'La etapa del Ventoux será durísima pese a que no se sube ningún puerto antes', dice. 'Pero el problema será que los ciclistas llegarán a pie del Ventoux después de 200 kilómetros, asfixiados, y que escalarán los últimos cinco, los decisivos, después de 215 kilómetros en las piernas. Será una prueba de eliminación'. Y Beloki, su líder, a su lado, sonríe. El Ventoux es su amigo. Lo siente así. Allí, hace dos años, recibió el mensaje que cambiaría su carrera, se convirtió en hombre Tour.

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Lance Armstrong, el líder, sabe que nada vende como una leyenda, y que quizás no hay mayor leyenda que la del Ventoux, el monte asesino, el monte de 1.912 metros que roba el oxígeno a los ciclistas. Y como el segundo motor de Armstrong, el americano implacable, es el orgullo, la rabia, nadie duda de sus intenciones para hoy. El año 2000 Armstrong ya era el patrón del Tour. También por entonces buscaba un segundo en el podio que aumentara la virtud de su victoria. Eligió a Pantani. Llegaron los dos destacados a la última curva del puerto. Allí Armstrong levantó el pie, dejó ganar al italiano. Pero Pantani, tan orgulloso como Armstrong, no apreció apenas el regalo y menos aún que Armstrong le dijera, finalmente, cuando se rompieron las relaciones, que dejarle ganar había sido como 'darle margaritas a los cerdos'. Aquel día Armstrong se dio cuenta de su error, un error increíble: no se puede conquistar el Ventoux y, displicentemente, renunciar a la victoria.

En medio del calor, anticipo del caldero que les espera hoy, los corredores atravesaron ayer las llanuras del sur de Francia para acampar a la puerta de Provenza. La mayoría lo hizo arrastrada por el tren azul del US Postal; la minoría, once en total, lo hicieron unos kilómetros por delante. La fuga la inició el italiano Eddy (por Merckx) Mazzoleni en el primer repecho, a siete kilómetros de la salida, y a ella se unió alegremente, quién si no, Laurent Jalabert, que buscaba puntuar en los tres puertecillos de la jornada. En ella entraron tres españoles (los iBanesto.com Latasa y Pascual y el Euskaltel David Etxebarria), pero con ellos también estaba David Millar, de 25 años, un escocés enorme y magnífico que, otro metafísico, se busca a sí mismo en este Tour.

'Si el Tour me quiere sigo siendo ciclista, si no, no me interesa'. Así de radical partió de Luxemburgo el educado Millar, especialista en prólogos hasta el año pasado. Sufrió una mononucleosis en febrero y se recuperó en mayo, respirando el limpio aire de Navacerrada (como Virenque, como Botero). Ha sufrido en los Pirineos, se ha sentido poco correspondido, pero ayer se sintió fuerte, le firmó a su director un papel prometiéndole ganar la etapa y a ello salió. 'A falta de 60 kilómetros ya intuía que iba a ganar, y empecé a elaborar mentalmente posibles tácticas finales', explicó. A 15 kilómetros de la meta, aprovechando que Jalabert se había despedido con dos petardazos, contraatacó y dejó en cinco el grupo de 11. Aguantaron Latasa y Etxebarria. También Brochard y Boogerd. Malos clientes. Clasicómanos expertos. No necesitó atacarlos más. En la llegada, en los últimos 200 metros, ligera cuesta, exhibió su fuerza. Y ya está.

Armstrong pedalea vigilado por Beloki, Igor González de Galdeano y su equipo.
Armstrong pedalea vigilado por Beloki, Igor González de Galdeano y su equipo.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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