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Columna
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Messi y mucho más

Andoni Zubizarreta

Hace aproximadamente un año, mes arriba, mes abajo, recibíamos el rumor que confirmaba la noticia de que Gabi Milito no podría volver a jugar al fútbol. Puede que lo recuerden: la rodilla, la imposibilidad de eliminar los dolores, una recuperación consiguiente allí en Argentina, se decía que discrepancias con el cuadro médico... Un infierno en el que el central se debatía justo cuando su equipo iba escribiendo la página perfecta. Si alguna vez necesitan de un ejemplo práctico para aquello de "podría ser verdad y no haber ocurrido nunca", les propongo que recuerden la historia de Milito. El domingo se retiraba del césped de La Romareda, donde tantas tardes de gloria dio a esa afición, entre aplausos, unos de agradecimiento, otros de homenaje, otros de simple admiración.

Para que su excepcional calidad reluzca hacen falta compañeros de orquesta como Milito, vuelto de la oscuridad
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Y yo me quería imaginar el hermoso mensaje que Milito estaba enviando a todos aquellos futbolistas, deportistas, que están en estos momentos con una escayola adherida a su cuerpo, con los puntos aún tiernos tras una operación que abre la puerta a una recuperación larga, delicada, con muchos momentos difíciles, pero en los que, al final del túnel, siempre tendrán la imagen de Milito ovacionado, de Milito midiéndose de tú a tú con los delanteros rivales, de Milito contribuyendo con su mejor saber a la maquinaria del Barça.

Ya sé que, si hablamos del partido del domingo en La Romareda, no puedo olvidar la exhibición de otro argentino llamado Leo Messi; ya sé que el fútbol empieza a ser reducido al gol y sólo al gol, ni tan siquiera a todo lo que pasa en torno a ese último remate, a ese último golpeo, ni tan siquiera todo eso que sucede alrededor del mago argentino que le permite encontrar la situación ideal para que Messi haga magia con el balón y con sus tobillos.

Recuerdo que Johan nos decía que la posesión del balón nos servía, entre otras cosas -ya saben que con Johan el balón servía para casi todo o, mejor, para todo-, para acabar dejando a nuestro extremo uno contra uno frente al lateral contrario, que no contaría con el apoyo del central correspondiente ni del interior de su lado. Bueno, esto que con Johan nos funcionaba muy bien podría modificarlo con Messi, ya que podríamos dejar la situación de superioridad en un uno contra dos... o contra tres... o contra todos. Pero no tengan la menor duda de que eso que Messi resuelve con aparente facilidad, primero, es muy difícil de hacer; segundo, depende de otras cosas que no son solamente su capacidad individual. Y me quedo con una para que lo podamos ver: cuando Messi arranca, sus compañeros rara vez acuden a apoyarle en corto, rara vez van hacia él para darle una pared o una solución cercana, ya que saben que el hábitat en el que se encuentra a su gusto es el de medirse con sus rivales con espacio por delante, con sitio para medirse con los defensores. Y esto que es evidente en el espacio largo sucede con mayor sutileza cuanto más cerca está el balón del área, ahí donde un palmo es una opción de tiro, donde un desmarque habilita medio metro que Messi convierte en un latifundio para regatear, mirar de reojo al portero y colocar el balón allí donde no te lo esperas... o sí, pero no llegas.

Cierto que para todo ello hace falta disponer de un jugador como Leo, pero no es menos cierto que para que su excepcional calidad reluzca con la intensidad de los últimos partidos hacen falta compañeros de orquesta que entiendan la misma partitura, al mismo ritmo y a la misma velocidad.

Tipos como Milito, que volvieron de la oscuridad para disfrutar de cerca de la luz de Messi.

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