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El alpinismo toca el cielo en el K-2

Jordi Corominas, miembro de una expedición catalana, corona la segunda cima del mundo por la Magic Line, la vía más exigente de la montaña

El alpinismo genuino de la gran aventura retornó ayer al Himalaya del Karakorum. Jordi Corominas, alpinista barcelonés de 46 años, coronó ayer en solitario y sin oxígeno el K-2, la segunda cima del mundo, de 8.611 metros, por la exigente ruta de la Magic Line. La ascensión por esta vía no se había repetido desde 1986, cuando una expedición polaca abrió con éxito el aéreo espolón de 3.600 metros de desnivel. La cima de Corominas, miembro de la expedición dirigida por Óscar Cadiach, tiene un enorme valor: un retorno a las verdaderas raíces del alpinismo, que convierte la ascensión del catalán y de sus compañeros, en candidatos al piolet de oro, el oscar del montañismo mundial.

La ascensión final de Corominas fue seguida con incertidumbre. La noticia de la cima llegó a España a las 21,30 horas, seis horas después de la última comunicación del alpinista informando de que se encontraba a 80 metros de la cumbre. "Subo lento hundiéndome hasta la cintura en la nieve", comunicó por el radiotransmisor. "Pero voy tirando. Estoy bien".

"Subo lento, me hundo en la nieve hasta la cintura, pero estoy bien", dijo cerca de la cumbre
El éxito es un retorno a las verdaderas raíces del alpinismo, digno del 'piolet' de oro
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Durante esas seis horas hubo un silencio inquietante, hasta que el propio Corominas retomó la comunicación anunciando el éxito. Según señaló el montañero, coronó la cima a medianoche, hora del Pakistán, tres horas menos en España. Había tardado seis horas para ascender los últimos 80 metros de desnviel. En aquel instante, el alpinista estaba descendiendo hacia el denomnado Cuello de Botella, a unos 8.400 metros de altitud, en la oscuridad de la noche y con la única luz de su frontal. Bajaba por la vía de los Abruzzos, la habitual de la montaña por la que ascendieron el pasado 26 de julio Juan Oiarzabal, Edurne Pasabán -el primero recibió ayer el alta médica y Edurne lo hará hoy, tras permanecer ingresados 17 días en el hospital de Zaragoza donde fueron tratados de las congelaciones sufridas-, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, miembros del equipo de televisión Al filo de lo imposible.

La decisión de descender por la ruta convencional se tomó el pasado viernes por una cuestión de seguridad. Los últimos corredores de la Magic Line hacia la cima eran un terreno desconocido, muy vertical, en el que no se instalaron cuerdas fijas, por lo que era un riesgo el descenso por la misma vía de ascensión. En cambio, la ruta de los Abruzzos era una garantía. La vía estaba cosida por las cuerdas fijas por las múltiples expediciones de este verano en el 50 aniversario de la conquista del K-2 por los italianos. Allá, en esta arista normal, se había instalado desde el pasado domingo en el campo 3 (7.400 metros) Valen Giró, el quinto mimebro de la expedición catalana, para dar apoyo a su compañero.

Un grupo japonés, que ayer también llegó a la cumbre por la arista Cessen, intercalada entre los Abruzzos y la Magic Lines, esperó al montañero catalán en el campo 4 (7.800 metros) para iniciar hoy juntos el descenso. Al cierre de esta edición, Giró anunció que la llegada de Corominas al campo de altura estaba prevista a las cuatro de la pasada madrugada.

La maravillosa ascensión a la Magic Line comenzó el pasado jueves. El parte metereológico anunció una ventana de buen tiempo, mejor incluso al que tuvo el equipo de Al Filo en su ataque a la cumbre. Cadiach, Manel de la Matta y Corominas -Jordi Tosas, el cuarto miembro del grupo regresó a Benasque (Huesca) el pasado fin de semana por motivos profesionales- tomaron la decisión de atacar la cima como estaba previsto: en estilo alpino, sin cuerdad fijas a partir del campo 3, a 7.500 metros de altura, en la plataforma de nieve denominada El Púlpito. Durante un mes y medio los cinco miembros de la expedición habían abierto sin ayuda de sherpas, ni porteadores baltí, esos 2.500 metros de arista desde el campo base a El Púlpito.

Pero quedaba un mundo hasta la cima, todo un Cervino, en un terreno desconocido del que no se tenía información. La expedición polaca que abrió la vía de la Magic Line no facilitó, en 1986, una guía detallada de la arista somital. Ni siquiera Renato Casarotto, el alpinista italiano que falleció también aquel año, cuando descendía del intento en solitario de la ruta, pudo dejar información.

A las cuatro de la madrugada de ayer, Corominas se fue para arriba desde el vivac en el que pernoctó a 8.100 metros, junto a Cadiach y De la Matta. Mientras, estos dos últimos decidieron retirarse por problemas de altura, Corominas, al que sus amigos le llaman la máquina, se puso manos a la obra. Los primeros 300 metros -un corredor que en la jornada anterior ya había explorado con Cadiach- los atacó con facilidad. El resto hasta la cima fue toda una aventura. Al mediodía de ayer, Corominas comunicó que había sorteado unos complicados muros técnicos, asumibles para el montañero en los Alpes o Pirineos, pero que por encima de los 8.000 metros todo se convierte en una misión imposible. "Estoy a 100 metros de desnivel de la cima. Todo va bien", comunicó por radiotrasnmisor a Valen Giró. Mientras, Cadiach y De la Matta llegaban al Púlpito del campo 3 de la Magic Line.

La noche cayó sobre el K-2 y nada se sabía de Corominas. El alpinista estaba obligado a salir de la montaña por la cima y descender por la ruta normal. Retroceder por donde subía era imposible, un regreso suicida al no tener equipadas con cuerdas fijas la arista somital. Hasta que a las 21.30 horas, el alpinista comunicó que había alcanzado la cima y que descendía en la noche. Llegó a lo más alto para soborear apenas cinco minutos la segunda cima del mundo. Aunque fuera una vista nocturna. Pero un cosa sera cierta. Corominas había devuelto la esperanza al alpinismo genuino.

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