_
_
_
_
_

Un partido de locos

Paraguay juega poco y mal pero se adelanta por dos goles, y Venezuela empata con otras dos dianas en la descuento.- Ambos equipos pasan a los cuartos de final donde se medirán a Brasil y Chile, respectivamente

Tan inexplicable como el fútbol, sujeto en ocasiones a los caprichos y vericuetos del balón, el partido en el estadio Padre Ernesto Martearena deparó un duelo sin lógica con un final de pura locura, de puro espectáculo. Paraguay pretendió imponerse con un fútbol menor, basado en las jugadas a balón parado y poco más. Y si no lo hizo -como firman los grandes en sus peores días-, fue de auténtica chiripa; Venezuela, nunca conforme con el salvoconducto para cuartos que tenía bajo el brazo, enchufó dos goles en el descuento y selló las tablas definitivas, un varapalo que sonrojó a los guaranís -ya chicos por sus concesiones-, incomprensiblemente fallones en su área. La igualada, en cualquier caso, contenta a ambos equipos por igual, de pie en el torneo y ya en los cuartos de final, sin lesionados ni sancionados. Los paraguayos se verán las caras con Brasil. A la vinotinto le espera Chile.

PARAGUAY, 3 - VENEZUELA, 3

Paraguay: Villar; Verón, Alcaraz, Da Silva; Vera (Santana, m. 70), Riveros, Ortigoza, Torres, Estigarribia (Cáceres, m. 86); Lucas Barrios y Santa Cruz (Valdez, m. 41).

Venezuela: Vega; Rosales, Perozo, Vizcarrondo, Cíchero; Di Giorgi, Rincón, Orozco (Fedor, m. 66), A. González (Arango, m. 55); Arismendi (Maldonado, m.77) y Rondón.

Goles: 0-1. M. 5. Rondón engatilla desde fuera del área. 1-1. M. 33. Alcaraz, tras un rechazo en el área pequeña. 2-1. M. 63. Barrios empuja el balón tras un disparo de Valdez. 3-1. Riveros, a la salida de un córner. 3-2. M. 90. Miku, desde dentro del área chica. 3-3. M. 93. Perozo, en plancha.

Árbitro: Enrique Osses (Chile). Mostró la cartulina amarilla a Perozo, Valdez, Santana y Maldonado.

Estadio Padre Martearena. 20.000 espectadores.

Más información
Los de siempre... y Venezuela

Los guaranís tienen pie para el juego, con clase y toque, pero Martino se empeña en restarles facultades, siempre con las líneas demasiado retrasadas, casi de la mano del portero. La táctica, por conservadora, le ha resultado bien en muchas ocasiones -incluso a punto estuvo de eliminar a España en el anterior Mundial en los cuartos de final-, porque de no encajar un tanto, la calidad de los delanteros siempre pueden resolver los entuertos. Y Santa Cruz (o Valdez) junto a Barrios forman una dupla superior, que mezcla de maravilla y que con medio balón puede montar un desaguisado entero. Pero ante Venezuela, por más que la inspiración de Barrios no se apagara, solo funcionaron las jugadas a balón parado. Suficiente para asustar de lo lindo a la vinotinto, solo aliviada sobre la bocina, cuando el colegiado sopló por tercera y última el silbato.

Alejada de los complejos de las décadas anteriores, cuando Venezuela contaba muchos de sus partidos como escarnios, siempre con goleadas en contra, este equipo es de lo más resultón y fiable. Quizá no practica un fútbol atildado, pero sí que tiene unos automatismos que laceran y desgatan al rival, como ensanchar el campo, no complicarse en la distribución y, sobre todo, ejecutar la presión adelantada. Todos a una, sin ningún remolón sobre el campo. Así llegó el primer gol, cuando incomodaron el primer pase al rival, cuando Vera no encontró con quién asociarse y regaló el cuero a Rincón. De ahí a Rondón, el robusto delantero que se ganó el hueco, se perfiló y armó la pierna en un santiamén para soltar un latigazo tremendo, bien ajustado al palo, a la red. A Paraguay le tocaba remar. Algo, eso sí, que Martino y, por extensión, sus jugadores entienden como innegociable.

Pero lo suyo le costó a la selección guaraní, un tanto descuajeringada porque Martino decidió variar la alineación, porque aplicó un 3-5-2 cuando siempre utilizó un 4-4-2. La idea pasaba por tener a tres centrales para ayudar a la salida de la pelota, para difuminar un tanto la presión rival. La apuesta, sin embargo, no le salió porque los interiores no ayudaban en la construcción y porque, enigmáticamente, el equipo estaba partido, con los delanteros demasiado alejados del resto. Algo a lo que se rebeló Barrios, un trampolín estupendo, cómodo con la posición de falso 9 porque Santa Cruz entra en la brega y, también con sus arrastres, le aclara el campo y le procura unas décimas de segundo de reflexión para filtrar el pase, casi siempre definitivo porque así lo tiene en la mente y en las botas. Pero no era la noche de Santa Cruz, que envió un disparo demasiado cruzado cuando le restaba batir al portero, que luego se lesionó y dio paso a Valdez. Tampoco era el duelo de Estigarribia, resolutivo en la banda porque se alimenta del jaleo de la grada, pero desatinado en el remate, más suelto en el lateral del área que dentro de ella. Pero siempre quedaban las jugadas a balón parado.

Paraguay, aunque rácana en la propuesta ofensiva, tiene recursos y confianza, hasta el punto de que con poco fútbol hace mucho daño. Así, en una falta lateral, Barrios respondió con un disparo que rebotó en el poste pero que, en la prolongación y tras una injustificable pifia de Vizcarrondo -se batió al suelo sin oposición y no acertó a despejar con nitidez- Alcaraz conectó un disparo que reposó en las mallas. En un saque de esquina, ya en el segundo acto, Valdez remató en el primer palo y Barrios, omnipresente, puso el escudo de Paraguay para enviar el cuero a gol. Y en un nuevo córner, Riveros remató de cabeza para sentenciar el duelo. O casi, porque Venezuela, aunque rebajada desde la alineación porque así lo quiso Farías, no se rindió.

En un final de taquicardia, primero fue Miku, que recibió en el borde del área, se giró relampagueante y soltó un zapatazo cruzado fuera del alcance de Justo Villar. Y después, crueldad del destino, fue en un saque de esquina, en una jugada a balón parado, como Venezuela puso el empate final, ya en el minuto 93. Y lo hizo, de paso, a lo grande, con el portero Vega prolongando de cabeza en el vértice del área chica y con Perozo, en plancha, resquebrajando la última muralla. Seis goles, un punto y doble clasificación en un partido de locos.

Perozo celebra con Miku el gol del empate en el minuto 93.
Perozo celebra con Miku el gol del empate en el minuto 93.JORGE SILVA (REUTERS)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_