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Reportaje:

Rompiendo moldes desde el instituto

J. A. Aunión

Elena se muere de risa viendo a su profesor de tecnología Rafa Bravo planchando una camisa. "Hay que tener cuidado con los puños", explica. Debe ser que aún es raro ver a los hombres planchando -y más si es el profesor-, dicen las alumnas. Pero probablemente la próxima vez que Elena y el resto de sus compañeros de clase lo vean, les resultará más normal. Es el Día Internacional de la Mujer (el pasado jueves) en el Salvador Allende de Fuenlabrada (Madrid), un enorme instituto público con 1.600 alumnos de secundaria obligatoria (ESO), garantía social, bachillerato y formación profesional. Allí conviven a diario 25 nacionalidades y siete religiones distintas.

Los pasillos, aulas y patios de los siete edificios del centro son un hervidero desde las 11.30. El ajetreo puede marear al visitante, pero los docentes lo tienen planificado para que todas las chicas y chicos pasen por todas las actividades, que este año (el quinto que lo organizan) se hacen bajo el lema La igualdad empieza en casa. La más llamativa se llama Rompiendo moldes. En ella, los hombres hacen actividades cotidianas que los estereotipos reservan a las mujeres, y viceversa. Y allí está Rafa Bravo con tres alumnos planchando y doblando camisas. Y Agustín Moreno y Javier Soria, profesores de Sociales, preparando pinchos. Y los chicos de FP cambiando pañales a muñecos de juguete. Por su lado, las chicas desmontan un coche o un ordenador y enseñan a colocar un interruptor de la luz.

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Impulsado por 40 docentes del centro, que forman parte de la asociación Turkana, y el director, Eduardo Garrigós, todos los profesores comenzaron el trabajo tras las vacaciones navideñas: un tema explicado en clase de sociales, murales hechos por los escolares, paneles de fotografías o un montaje audiovisual.

Durante una hora, los alumnos de 4º de ESO ofrecen charlas a sus compañeros de 1º. "Si un chico liga con cinco chicas en un fin de semana, ¿qué pensáis de él?", pregunta una alumna mayor en la pizarra. "Que es un machote", responde la clase. "Y, ¿si es una chica la que se liga a cinco chicos?", vuelve a preguntar.

También hay teatro, con escenas de Lisístrata, nada menos, la obra clásica que refleja la rebelión de las mujeres de Esparta y Atenas, hartas de la interminable guerra de sus maridos. Los alumnos de otras nacionalidades participan y el profesor, Jesús Quílez, explica que los diferentes acentos eran totalmente normales en una sociedad tan mezclada como la de la Grecia clásica. El día por la igualdad de la mujer en el instituto también tiene un componente muy importante de igualdad entre razas y nacionalidades, explica Isabel Piedrabuena, profesora del aula de enlace para los alumnos extranjeros recién llegados. Así, el concierto del grupo de flauta del instituto, acompañado con lectura de poemas, termina con una recitación en portugués de Rafael Rivero, un alumno brasileño que lleva en el centro apenas dos semanas.

Con un carácter festivo muy marcado, pero una finalidad muy seria, las bondades de esta actividad se van notando de muchas maneras. En los cinco años que llevan organizando esta celebración (los anteriores se centraron en el problema de los malos tratos o la pobreza), los docentes han notado "una significativa bajada de los partes" por faltas de disciplina, asegura Agustín Moreno, uno de los principales promotores de las actividades. Y hay que tener en cuenta, además, que la programación se prolonga durante todo el curso (el año pasado recibieron el Premio Irene a la Convivencia del Ministerio de Educación). Las actividades en el primer trimestre giran en torno a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en el tercero, a la interculturalidad. Con unos medios escasos que muchas veces no van más allá del entusiasmo y las horas extra (no remuneradas) de los docentes, el Salvador Allende demuestra una vez más que la ecuación de imaginación, confianza y trabajo siempre funciona en la escuela.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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