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Reportaje:

Cuando todo lo demás no funciona

Siete comunidades llevan a los alumnos más conflictivos del instituto a centros especializados

Mariana tiene 15 años. Vive en un centro de acogida de Madrid desde hace dos, cuando su abuela renunció a su tutela porque su hermana y ella se escapaban "todas las noches", resume tímidamente. El instituto para ella era lo de menos -"estaba harta"-, apenas aparecía por allí. Pero al Aula de Compensación Educativa de Tetuán va todos los días. "Porque no es igual que el instituto", dice. "Aquí los profesores son amigos, no profesores", la ayuda Sonia, una compañera.

Mejorar sus habilidades sociales e iniciarles en un oficio son los objetivos fundamentales
"Aquí, si lo hago mal, me lo dicen, pero si lo hago bien también me lo dicen", señala un escolar
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Cuestión de confianza

Se trata de un centro al que van los alumnos de secundaria obligatoria (ESO) a los que no supo responder el sistema educativo general. Según un estudio de FETE-UGT, en 12 comunidades autónomas existen estos programas de carácter excepcional, y, en siete de ellas (Aragón, Baleares, Cantabria, Cataluña, Madrid, Navarra y País Vasco), se llega a sacar de su instituto a los chavales, de 14 y 15 años normalmente, para que pasen toda o parte de su jornada escolar en otros centros (especializados, de FP, de ayuntamientos).

Es el último recurso, cuando falla todo lo demás (desdobles, tutorías, grupos flexibles, programas de compensación dentro de los institutos), para esos chicos y chicas que acumulan un enorme retraso en su formación, con un nivel de conocimientos, en ocasiones, de primaria, con problemas de conducta o emocionales, que pueden llegar a ser agresivos y no se adaptan a la cotidianidad normal de un instituto. En muchos casos pertenecen a familias desestructuradas o a entornos de exclusión social e, incluso, como Mariana, están bajo la tutela de la Administración, en casas de acogida o en centros de internamiento judicial.

Representan un porcentaje muy pequeño del alumnado, y en los institutos, cuando van (suelen faltar sistemáticamente), pueden desestabilizar clases enteras y desesperar a los docentes. Pero, desde el punto de vista de la cohesión social, son precisamente los alumnos que en ningún caso se puede abandonar, señalan los expertos, y, legalmente, tienen que estar escolarizados hasta los 16 años. En general, han perdido todo interés por el entorno escolar que conocen, pero Álvaro Hernando, director del aula de Tetuán, se niega a llamarles objetores: "Cuando llegan aquí sí vienen a clase y sí participan".

En este tipo de centros, donde hay un límite de entre 10 y 15 alumnos por grupo, los objetivos son muy básicos. Avanzar en los contenidos de las materias principales de lengua, matemáticas o sociales -cuando los alumnos y sus padres aceptan esta opción saben que no obtendrán el título de ESO-, y aprender los rudimentos de un oficio que les facilite una salida laboral y, sobre todo, les haga más atractivo, por su corte manual, el trabajo diario.

Pero por encima de todo, se trabajan las habilidades sociales que les den objetivos y metas, la autoestima y la confianza en sus posibilidades que les permitan convertirse en "ciudadanos", resalta Hernando. Para conseguirlo también hace falta trabajar fuera del horario escolar, con todo el tejido social, desde organismos públicos hasta ONG y asociaciones de barrio. Y con mucha suerte, siguen estudiando después de su paso por allí.

Efectivamente, el objetivo sobre el papel de estas iniciativas es que vuelvan a incorporarse al sistema educativo, por eso suelen estar limitados a un curso en todas las comunidades. Aunque se desplacen a un centro concreto, normalmente mantienen su vinculación a efectos de papeleos y becas y a través de un tutor, con su instituto de origen. Son para chicos de 14, y sobre todo, de 15 años.

En la Comunidad de Madrid hay unos 650 alumnos en aulas de compensación educativa (ACE), calcula FETE-UGT. En Baleares hay 323, en Aragón 192 y en Navarra 91. En Cantabria, dentro del proyecto Ándara, en colaboración con Cáritas Santander, hay sólo cuatro. En el País Vasco son 140 alumnos. Una vez dentro del programa vasco, los chicos menos problemáticos estudian con otros de iniciación profesional o FP, mientras que los más complicados forman grupos específicos, informa Eduardo Azumendi.

Álvaro Hernando, del ACE madrileño de Tetuán, opina de los centros que conoce, los madrileños: "Cumplen su función y lo hacen muy bien. Son un muro de contención. Pero probablemente no deberían existir". Opina que los institutos deberían poder encontrar la manera de atender a estos chicos, y le preocupa que estos centros puedan convertirse en la vía de escape de los institutos, que se les envíe a alumnos que no deberían llegar allí.

Esta misma preocupación la comparte el catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita. "Hay que agotar realmente las medidas de apoyo dentro del centro, pero a veces el contexto no ayuda", señala. Pero admite que siempre habrá un porcentaje de jóvenes irreductibles y que hay un exceso de "formalismo": "Tampoco hay que empeñarse en que todos los alumnos estén escolarizados hasta los 16. Deben estar atendidos, por supuesto, pero pueden buscarse fórmulas combinadas de trabajo y escuela, o de trabajo controlado".

Para el responsable de educación del PSOE valenciano, Miguel Soler, uno de los creadores hace 10 años de los programas de diversificación curricular, la opción de aulas completamente externas no es la mejor. Opina que una fórmula mixta, con la mitad del horario dentro del propio instituto, y la otra en un centro especializado, es mucho más aconsejable. Algo muy parecido al programa implantado en Cataluña.

En Barcelona, el centro Monlau es uno de los más grandes de los que acogen a estos alumnos. En este macrocentro hay cerca de 1.000 alumnos que estudian FP. De ellos, hay 37 chicos en las llamadas Unidades de Escolarización Compartida (UEC). "La mayoría vienen de 3º y 4º de ESO. No han conseguido acabar o tienen dificultades para hacerlo y aquí se preparan para trabajar en lo que les gusta. Por la mañana vienen a aprender a nuestros talleres y por la tarde van al instituto", explica Pío Ventura, el director del centro ubicado en el popular barrio barcelonés del Bon Pastor. En todo Cataluña hay 1.461 alumnos en estas unidades; de ellos, sólo 135 son chicas.

Entre los 14 y los 16 años, los estudiantes que no avanzan en los estudios se dedican en el centro Molau a hacer prácticas para trabajar en el sector de automoción. "Vienen pocas [chicas], pero las que vienen son muy buenas", dice el director. "Todos se preparan para la vida laboral. No son conflictivos. Puede que lo sean en su centro de origen, pero aquí puedo asegurar que no lo son. Aquí descubren que pueden ser útiles, que les gusta la mecánica, la carrocería y todo lo relacionado con los coches y las motocicletas. Todo el mundo tiene un don, una actitud para algo. Aquí la descubren y los alumnos recuperan la autoestima", afirma el director del centro, concertado con la Generalitat de Cataluña.

J. L., de 16 años, y G. M., de 14, son dos de los chicos que van al centro Monlau. A los dos les gusta el mundo del automóvil y optan a sacarse el certificado de responsable de taller, homologado por la Generalitat. J. L. cursa cuarto de ESO en un instituto y en el centro Monlau se prepara en el taller de chapa y pintura. Confiesa que ya no pisa su instituto y se declara contento de haberlo dejado. Por su parte, G. M. está enfrascado en aprender mecánica: "No me gustaba estudiar y me preguntaron si quería venir aquí. Aquí, si hago mal las cosas, me lo dicen, pero si las hago bien, también me lo dicen y me valoran".

LUIS F. SANZ
LUIS F. SANZ

PROGRAMAS DE APOYO EN LA ESO

Medidas ordinarias. Sin modificar los contenidos, los centros se adaptan a los ritmos distintos de los estudiantes, con tutorías, desdobles de clases, horas de refuerzo o recuperación

Extraordinarias. Adaptan contenidos. Diversificación curricular, cualificación profesional inicial (a partir de 15 años), o de integración para alumnos extranjeros

Carácter excepcional. Para alumnos con graves problemas emocionales o de conducta. Existen en Aragón, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Cataluña, La Rioja, Madrid, Navarra, País Valenciano y País Vasco

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