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Crisis en el Partido Popular

San Gil repite su órdago a la cara de Rajoy

Amenaza con dejar su cargo en 40 días si la cúpula del PP no recupera sus principios - Los moderados piden al líder firmeza ante los duros aunque fuerce otra candidatura

Ni un día de tregua. En pleno revuelo por el atentado de ETA, Mariano Rajoy sufrió ayer un nuevo ataque, esta vez más furibundo que nunca y de la persona que, por su valor simbólico, más daño le puede hacer: María San Gil, la presidenta del PP del País Vasco. A las 10.30, pocas horas después del atentado mortal de ETA en Legutiano, San Gil convocó a los medios a una rueda de prensa en San Sebastián para lanzar un desafío a su líder, amenazándole con retirarse de la presidencia de su partido en el País Vasco si en 40 días no obtiene garantías de que la futura estrategia que saldrá respaldada en el congreso del PP respetará los principios en los que ella cree, y las esencias del partido. O Rajoy viene a mi posición, o me voy, vino a decir.

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San Gil fue mucho más lejos. Unas horas después, por la tarde, cuando coincidió con Rajoy, le repitió a la cara todas las expresiones más duras. Lo hizo en una reunión con los dirigentes provinciales vascos en un hotel de Vitoria que organizó el líder para tratar de calmar los ánimos. "Tengo un problema de confianza contigo, Mariano, creo que estáis cambiando los principios del partido", le espetó entre durísimos reproches, según varios asistentes. "Yo no estoy cambiando nada. No entiendo lo que pasa. Yo me presento porque es lo mejor para el partido", le contestó él. La reunión, de gran tensión, acabó sin que se resolviera nada; simplemente Rajoy dijo que se reuniría a solas con San Gil para intentar arreglar "este problema de confianza".

Por la mañana, ante la prensa, San Gil había dedicado unos minutos, los primeros, a condenar el atentado y enviar su "cariño, solidaridad y afecto" a los familiares del fallecido. Después, comenzó a transmitir el mensaje para el que había convocado a los medios. Dijo que se siente "engañada" y habló de esa pérdida de confianza en Rajoy.

La mayoría de los dirigentes del PP están convencidos de que detrás del movimiento de San Gil hay algo más que una rabieta. Orquestada o no, la maniobra parece ser una muestra más del clima de desconfianza en Rajoy instalando en el ala dura del partido. Frente a ese polo anti-marianista, que podría presentar candidatura alternativa en el Congreso -se habla ya de Jaime Mayor o de la propia San Gil- los marianistas comienzan a moverse.

El líder escuchó ayer varias voces aconsejándole que organice ya -fuentes del PP opinan que ya lo está haciendo- una agenda de actos para explicar su proyecto. De momento, lo único que prepara a conciencia es un discurso en una universidad sobre la ideología que él defiende para el PP. Tiene que generar ilusión, dicen los suyos, y para hacerlo es conveniente que se deje ver con jóvenes, universitarios, alcaldes...

Varios diputados coincidían ayer en que el líder del PP -que vive la situación más delicada en los últimos 20 años- se enfrenta a una disyuntiva. O cede al chantaje, pacta con los duros y coloca a un secretario general que a ellos les dé confianza, un guardián de las esencias en el poder al que puedan acudir en caso de que intenten dejarles sin nada, o rompe la baraja y apuesta sin tapujos por la moderación, incluye a Alberto Ruiz-Gallardón en su equipo y se arriesga a que le presenten una candidatura alternativa. Esto provocaría una enorme bronca interna en el partido, pero varios diputados y dirigentes regionales consultados consideran inevitable e incluso deseable esa batalla contra los duros que prepare al PP para el futuro.

Son muchos los dirigentes que, en privado (algunos se lo han trasladado al líder), opinan que hay que trabajar como si ya existiera esa alternativa, porque es la única manera de ganar el congreso y salir con fuerza de él.

Mientras prepara su candidatura, Rajoy tiene aún que digerir la durísima comparecencia de San Gil. La presidenta del PP vasco ha decidido adelantar el congreso regional al mes de julio -estaba previsto en marzo del año que viene- según anunció ayer. Este es el margen de tiempo que la líder vasca da como "ultimátum" a la dirección de su partido. "[Si en este tiempo] siento que la quiebra sigue existiendo y tengo serias dudas o evidencias claras de que hay un giro en determinadas posturas que son esenciales, no me presentaré", anunció.

La presión interna que trata de ejercer tiene mayor intensidad si se tiene en cuenta que con su gesto pone en riesgo su liderazgo en el País Vasco cuando es previsible el adelanto de las elecciones autonómicas al próximo otoño en las que ella debe concurrir como candidata a lehendakari.

San Gil no explicó suficientemente las razones que le han llevado a adoptar una posición tan extrema como la de lanzar un órdago a Mariano Rajoy amenazando con su retirada en un momento decisivo para el Partido Popular vasco. Incluso se atrevió a sugerir que lamentaba que su decisión pueda contribuir a abundar en las interpretaciones sobre "la quiebra" de su partido.

Desmintió rotundamente que tenga intención de ser "alternativa" a Rajoy en el próximo congreso del PP. Y, aunque el domingo se desmarcó del texto de la ponencia política en la que ella ha participado, ayer reconoció que todas sus enmiendas habían sido finalmente admitidas. "Yo estoy para negociar cosas, pero no la esencia de mi partido", explicó tratando de justificar el hecho de que, pese a la aceptación literal de todos sus planteamientos, ella se negara a suscribir la ponencia largamente debatida. Según dijo, el problema que tiene "no es el texto", sino un sentimiento de "falta de confianza" en la dirección del PP, algo "suficientemente grave" que le impidió suscribir y defender la ponencia.

Al relatar con detalle el proceso de gestación del texto, San Gil incidió en que las posturas que había encontrado en sus compañeros no respondían "en absoluto" a la vocación de la ponencia que ella quería trasladar al PP.

San Gil definió la negociación para la redacción del texto como una "lucha de titanes", tras la designación por parte de Rajoy de José María Lassalle como interlocutor ejecutivo. Alguien que "discutía y rebatía el análisis político" del momento en que vivimos de tal forma que ella "no vio una postura clara en la defensa del proyecto del PP". Pese a todo, Rajoy le garantizó que las enmiendas que ella quería introducir se incluirían en el texto, como así fue.

La ponencia fue admitida tal y como San Gil exigió, aunque "a regañadientes y de mala gana", aseguró la presidenta del PP vasco. Finalmente, la presidenta del PP vasco se lamentó de no haber constatado una "voluntad clara" de plasmar de forma transparente y firme "lo que somos y defendemos y por lo que nos han votado diez millones de españoles".

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