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Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

Las víctimas reclaman cadena perpetua para los acusados y responsabilidades al Gobierno del PP

Los trabajadores de la mina Conchita describen el descontrol absoluto con los explosivos

"Reclamo cadena perpetua para los presuntos asesinos y la responsabilidad de los que estaban gobernando en ese momento y, por supuesto, pido respeto a las víctimas". Así declaraba en el macrojuicio del 11-M Isabel Casanova, madre de Jorge Rodríguez y ex esposa de Francisco Javier Rodríguez, fallecidos en el tren que hizo explosión en la estación de Santa Eugenia. Casanova, con la voz rota de emoción, fue una de las seis víctimas y familiares que ayer comparecieron en el juicio, tres de las cuales exigieron la máxima pena para los culpables y responsabilidad política del Gobierno de José María Aznar.

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El momento fue muy especial. Una gran tormenta se cernía sobre Madrid, y justo cuando Isabel Casanova reclamaba la cadena perpetua, un gran trueno descargó a escasos metros de la sala de juicios. Algunas de las víctimas de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo que habían acudido a seguir las declaraciones de sus compañeros, asociaron el trueno con una bomba y se abrazaron a sus vecinos. Al mismo tiempo, los procesados dentro de la pecera aparecían hundidos en sus bancos y con gesto descompuesto.

Álvaro Vega explicó que su hermana Laura, que resultó alcanzada por una de las bombas de Atocha, se encuentra en estado vegetativo, que no puede expresarse, ni comunicarse, ni puede realizar ninguna actividad por sí misma. Laura, que tenía 26 años en el momento de los atentados, ha perdido parte del cráneo, ha sufrido múltiples intervenciones quirúrgicas, respira a través de una traqueotomía y su cuerpo está cada vez más rígido y deformado.

En la actualidad, se encuentra en una unidad de daños cerebrales en un hospital de larga estancia y respecto a su esperanza de curación, los médicos son ambiguos. "Si mejorara algo y recobrara una mínima conciencia, sería probablemente peor", declaró Álvaro.

Como un baile de sonámbulos

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Antonio Miguel Utrera, que resultó herido en el tren que estalló en la calle Téllez, afirmó que ese día viajaba frente a una pareja de eslovacos o búlgaros. Utrera, que tenía 18 años cuando ocurrieron los atentados, contó lo siguiente: "Lo único que recuerdo es que alguien me levantaba en la otra punta del vagón. Bajé y llamé a mi madre para decirle que había habido un accidente. Al bajar y ver el vagón me puse a gritar que había sido un atentado. Era evidente. Veía gente deambular, era como un baile de sonámbulos. Era una sensación muy triste, mucho silencio, la gente caminaba, nadie miraba a nadie, todos miraban a la nada. Caminé entre las vías, me encontré un pequeño muro de hormigón sobre el que me senté, porque estaba muy cansado, quería descansar, dormir. A mi izquierda estaba una señora con la cara ensangrentada a la que le pregunté cuánto tardaban los servicios de asistencia. La mujer no decía nada. Cuando me llevaron al hospital de campaña, perdí la consciencia entre cinco minutos y un cuarto de hora".

Utrera explicó que tuvo dos coágulos de sangre en el cerebro que le extirparon y le produjeron tres infartos cerebrales que a su vez le generaron una hemiplejia. Además de daños psicológicos, ha perdido la audición del lado izquierdo y le han reconstruido el tímpano del oído derecho.

Francisco Javier García Castro Martín describió con angustia su deambular entre cadáveres por la estación de El Pozo buscando a su mujer herida en el atentado, mientras su hija gritaba horrorizaba por el espectáculo dantesco que presenciaba. Jesús Ramírez, herido por una de las bombas del tren de El Pozo, narró cómo la explosión le derribó sobre otro pasajero. Ha sufrido graves secuelas físicas y psicológicas.

Eulogio Paz explicó cómo recorrió desesperado todos los hospitales de Madrid buscando a su hijo Daniel, fallecido en los atentados. El día 12 a mediodía, la Policía Científica les informó a su ex esposa, Pilar Manjón, y a él, que creían tener identificado a su hijo. Las pruebas de ADN lo confirmaron cinco días después.

Tanto Eulogio Paz como Isabel Casanova y Antonio Utrera reclamaron la pena máxima para los autores de los atentados y la responsabilidad política del Gobierno de Aznar. Paz recordó cómo FAES, la fundación que preside Aznar, ya advirtió a principios de 2003 que cabía esperar un recrudecimiento de la amenaza terrorista para todos aquellos países que participasen en la guerra de Irak, y agregó que mientras buscaba el cadáver de su hijo, recordó cómo había pensado que "algún día, a cuenta de la foto de las Azores, nos iban a pegar un pepinazo".

El relato de las víctimas fue tan conmovedor que varios de los asistentes rompieron a llorar, incluida una abogada, defensora de uno de los asturianos procesados.

Mientras tanto, también de llorar fue la descripción que varios mineros hicieron de la catastrófica falta de seguridad de Mina Conchita. Uno de ellos, Daniel Fernández, contó cómo un viernes, en las fechas anteriores, pero próximas a los atentados, vio cuatro o cinco cajas de 25 kilos de dinamita en la bocamina del segundo nivel, pero esas cajas ya no estaban el lunes.

El jefe de la célula española de Al Qaeda, Abu Dahdah, durante el juicio celebrado contra él en 2005.
El jefe de la célula española de Al Qaeda, Abu Dahdah, durante el juicio celebrado contra él en 2005.REUTERS

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