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PAZ EN LOS BALCANES

Ya no caen granadas en Posavina

Los lugareños del estratégico pasillo serbobosnio siguen sin ver claro el futuro

Ramón Lobo

En los días claros se ve la derruida localidad de Brcko, en el centro del estratégico corredor de Posavina, que une las conquistas serbias del este y el oeste. Las líneas de los hombres del jefe político de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic, están a tan sólo cuatro kilómetros. En Rahic ya no caen granadas. En la pared de una casa se distingue un cartel pintado con el temblor de la duda: "La guerra ha terminado". En la plaza, afeada por tanta necesidad, se arraciman viejos, mujeres y soldados. Hace frío.Una mujer de nombre Selma porta un niño gordinflón de mirada fija. Los dos son naturales de la localidad de Brcko. Selma confiesa que no le gusta el plan de paz. Vive en casa de unos serbios que huyeron al principio de la guerra. "Si regresan a Rahic me quedo en la calle, sin nada". Selma tiene miedo: "Nunca volveré a Brcko si los chetnicks [radicales serbiosl siguen allí".

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Más allá, cinco ancianos se cuentan sus cuitas en un bisbiseo. El más parlanchín se llama Meho. Es de Brcko igual que Ismet y Salin. "Si respetan los derechos humanos regresaré a mi casa", asegura Meho sin emocionarse. "Pero para que los respeten es necesaria la ayuda internacional".

A Ferid, que es de Koraj, le faltan todos los dientes menos dos. Pero no esconde su sonrisa. "La guerra no ha terminado... No acabará hasta que todos los refugiados regresen a su casa". Son jubilados. Viven en casas, realejados junto a sus familias. No tienen mucho que hacer. Tan sólo recordar y soñar.

En la tienda de modas Gloria se venden los saldos del infierno: horribles jerseys verdes o naranjas, ropas todas equivocadas de siglo. Unos metros más allá, Fátima repule con mimo sus ofertas. Cuatro huevos por un marco alemán (85 pesetas). Unas botitas azules de plástico para la nieve por 12 marcos o un kilo de café pálido, casi incoloro, diez. Hace sólo un año, cuando las granadas serbias llovían sobre Rahic, un solo huevo costaba cinco marcos y un kilo de ese mismo desmejorado café, 250. La Paz le sienta bien a los precios. Mal al negocio.

Por detrás se aproxima Semsudin, que habla castellano. Al menos eso dice. Se apoya en el inglés porque el recuerdo se le atasca. Fue marino hace 10 años. Entonces también era yugoslavo. Vivió un tiempo en Melilla. Recuerda con cariño Barcelona y Bilbao. Semsudin no cree que el acuerdo de Dayton traiga mucha paz a la zona de Posavina. "Iré a Brcko", asegura henchido de placer, "pero no con los serbios, sino con nuestro Ejército". Semsudin es soldado de la Armija bosnia. Viste de civil y va desarmado. Un carro tirado por un mulo, repleto de repollos, se detiene cerca del puesto de Fátima. Es el mercado campesino.

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En Brcko hay una esquina con un letrero: "Ratna zona" (zona de guerra)". Es el límite. Más allá, los radicales serbios. En la acera de enfrente está Azema. Una mujerona que desborda los 100 kilos. Viste un jersey rosa de lana en el que los botones son balas engatilladas. A punto de saltar. A Azema le trae sin cuidado tanto el acuerdo firmado en Dayton como los serbios. Tiene su casa intacta en Brcko. Junto a ella, Sead, un soldado, regaña su indiferencia. "Habrá más guerra si no nos dan Brcko", advierte. "Después del invierno volveremos a luchar", insiste. ¿Con los soldados norteamericanos aquí? "No, no, cuando se vayan", rectifica raudo. Safet, otro soldado, cree que Estados Unidos les ayudará.

En el camino de regreso se sube al automóvil Mohamed, otro militar. Está feliz con la paz, aunque no se atreve aún a ser completamente optimista. "Hace unos días no me creía nada", dice gesticulando con las manos, "pero según pasan las horas estoy más seguro de que la guerra ha terminado". Mohamed, al conocer la nacionalidad del periodista, pregunta por Javier Solana... "¿Solana, good?". En las casas de Spionica ha llegado ya el pico y la pala de la reconstrucción. En sus campos empiezan a brotar los frutos de su paciencia. Mientras, Mohamed prosigue su interrogatorio sobre el futuro secretario general de la OTAN. "But is really good guy? (¿pero es realmente un buen tipo?)...".

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