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España rebaja la dureza de su iniciativa sobre Cuba para hacerla asumible por la Unión Europea

Xavier Vidal-Folch

España rectificó ayer y dio un nuevo viraje en su política cubana. Suavizó de forma sustancial su propuesta de endurecimiento de las relaciones entre la Unión Europea (UE) y Cuba, introduciéndole un enfoque gradualista: la cooperación económica de los Quince con Cuba no se condiciona ya a un avance global en la evolución del régimen castrista a la democracia, sino a que la inicie. Algo que choca menos con la política tradicional de la UE, por lo que fue aceptado como documento de trabajo por la mayoría de los Quince, aunque varios países fueron reticentes o contrarios.

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"El documento que tienen en las manos tiene un elemento nuevo que no aparecía en el que les enviamos: el gradualismo", alertó la subdirectora general de Cooperación española, Asunción Ansorenal, a sus colegas europeos del Grupo América Latina.Se trataba de un elemento sustancial. La propuesta inicial española (ver texto completo en EL PAÍS de ayer) propugnaba que la cooperación económica despegaría "cuando se haya producido un avance suficiente en la evolución política hacia la democracia" en Cuba. En la práctica ello podía equivaler a cortarla o congelarla sobre todo porque esta advertencia iba a renglón seguido de los diez mandamientos que se le imponían a Castro, difícilmente cumplibles en un breve plazo.

Esos diez mandamientos eran ratificar los convenios internacionales de derechos humanos; cooperar en ese tema con la ONU; re formar el Código Penal; reformar la legislación de seguridad; establecer procesos justos y un Poder Judicial independiente; eliminar (le las leyes la discriminación política y los impedimentos a la libre entrada y salida de los ciudadanos; liberar a los presos políticos; Cesar en el hostigamiento a los disidentes; permitir la libre actividad (le las ONG y los sindicatos; y mejorar las prisiones.

Pues bien, la modificación empezó porque España eliminó de su propuesta dos de esos mandamientos: las reformas jurídicas que garanticen procesos justos y un poder judicial independiente, y la supresión de las disposiciones legales que discriminan por motivos políticos o que "impiden la libre entrada y salida del país de los ciudadanos". Aunque eso podría deberse a un error.

La rectificación principal no fue ésa, sino otra. En vez de propugnar que se reactive la cooperación cuando haya un avance "suficiente" en, todos esos asuntos, el documento propone ahora que "la UE se comprometa" a ir otorgando el apoyo económico "a medida que avance" la evolución democrática. Ello permitiría responder positivamente, de forma más fluida, a cada eventual gesto de liberalización del régimen de Castro, en vez de plantear una dialéctica de todo-o-nada entre democratización cubana y ayuda económica europea. La relación entre palo y zanahoria mejoraría así en favor de esta última, en relación con la propuesta inicial. Ello encaja mejor con la política tradicional de la UE, diferente de la norteamericana.

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Con este afeite del texto, la mayoría lo recibió positivamente, en calidad de documento de trabajo, aunque algunos lo aplaudieron con más entusiasmo. También la mayoría dijo no tener prisa en dilucidarlo, pese a que Ansorena insistió en que José María Aznar, en Chile, "no ha constatado ningún cambio en Castro, por lo que es ya tiempo de reaccionar". Pero de momento no es más que una base de trabajo para una probable "posición común" de los Quince, como auguró la presidencia irlandesa. Y es que un fuerte núcleo manifestó reticencias o se manifestó claramente en contra. Algunas diplomacias latinoamericanas comentaron su "desconcierto" por el posible cambio de enfoque de la UE sobre Cuba.

Al examen de ayer por el Grupo América Latina del Consejo de Ministros le seguirá hoy en Dublín el del Comité Político, con funcionarios de más alto nivel. Y de fraguar un mayor consenso, se elevaría al Consejo de ministros de Asuntos Exteriores del próximo día 25. Pero fuentes de la presidencia irlandesa dudaban de que pueda resolverse "antes de Navidad".

El Gobierno cubano ha adoptado una estrategia de cautela y silencio ante los planes de Aznar, informa Mauricio Vicent. La portavoz de la cancillería cubana, Marianela Ferriol, rehusó ayer fijar una posición oficial sobre el particular y se limitó a expresar, de forma general, el "rechazo total y absoluto" de su país a todo tipo de condicionamiento externo que trate de vincular la cooperación y la ayuda humanitaria con los cambios políticos en la isla.

Más información en la página 22

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