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Simon , el hombre que quería ser Truman

Francisco G. Basterra

Paul Simon, de 58 años, está dispuesto a repetir el milagro de Harry Truman en 1948 rompiendo todos los pronósticos. "Mi declaración de independencia es mi pajarita", afirma en sus anuncios televisivos, que reproducen las más sangrientas caricaturas de Simon, que tiene una cara y unos lóbulos en las orejas que lo convierten en el sueño de cualquier dibujante. Pero este senador demócrata de Illinois, hijo de misioneros luteranos en China y que afirma que "Barcelona es mi ciudad preferida", quiere demostrar, y lo está consiguiendo en parte, que es posible vender autenticidad en una era en la que la imagen es todopoderosa.Se niega a cambiar sus anticuadas gafas, sus trajes de los cincuenta y su pajarita. El jueves, Simon, que está el segundo entre los demócratas en los sondeos con un 19% en Iowa, detrás de Gephardt, hizo un viaje por el túnel del tiempo. Como Truman, alquiló un tren al que bautizó Expreso Pajarita, y desafiando temperaturas de 25 grados bajo cero recorrió parte del Estado, parando en apeaderos remotos.

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Simon, ex propietario de un periódico de pueblo y que ha escrito un libro en el que crítica el desprecio de los norteamericanos por los idiomas extranjeros, vende la vieja receta liberal del new deal de Franklin D. Roosevelt. Defiende la intervención del Estado federal como nivelador social y critica a los demócratas que traicionan la vieja filosofía del partido de los desposeídos, las mujeres y los negros y quieren parecerse a los republicanos para llegar a la Casa Blanca.

Explica que no pasa nada porque España haya forzado a EE UU a llevarse los F-16 de Torrejón -"son cosas que ocurren entre democracias"- y defiende que un europeo sea el jefe supremo de la OTAN. Se apasiona al decir que es hora de que EE UU acabe con la política de desprecio hacia Latinoamérica.

Es posible que el momento de gloria no vaya más allá de esta noche. Su programa económico keynesiano parece un desafío a la razón en los momentos actuales. Pero su presencia digna, antitelevisiva, y su imagen de político incorrupto que juega fuera de las convenciones al uso lo han convertido en una ráfaga de aire fresco en el panorama.

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