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Revolución en Italia

Mafia y corrupción lastran la nueva 'transición a la democracia'

Muchos lo verán con escepticismo, pero al menos otros tantos italianos creen vivir en plena revolución. Así lo piensan conocidos políticos e intelectuales de prestigio, como el sociólogo Francesco Alberoni, que ha escrito: "Italia es el único país de Occidente donde se asiste a un cambio revolucionario". Y otro Francesco todavía más famoso, Cossiga, el ex presidente de la República, que con sus extravagancias y salidas de tono precipitó la inestabilidad de su Estado y el ocaso de la clase política que lo había regido durante decenios, ha precisado: "Es la crisis de un sistema que no era todavía una verdadera democracia. Era el viejo sistema modelado sobre los bloques, es decir, una simple democracia posible".El fin de la guerra fría favorecía, en principio, la exigencia de suplir fallos en la representatividad de un sistema que se autojustificaba por la necesidad de hacer frente al enemigo común. La situación límite de Italia en el antiguo frente Este-Oeste, con el partido comunista más potente de Occidente y una delincuencia mafiosa bien conectada con las guerras entre servicios secretos, explicaría que la última revolución pendiente haya comenzado junto al arco donde la disolución del viejo orden ha desembocado en conflicto armado.El término revolución, aplicado al actual proceso italiano, no gusta a todos. Le pone reparos, por ejemplo, el célebre politólogo Norberto Bobbio, quien constata que los actores de esta historia se muestran favorables a "una transición evolutiva, no cruenta, a través de la reforma del sistema electoral".

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Si es, en cambio, proclive a su uso el filósofo Gianni Vattimo, quien al menos no tiene duda de que lo que se desmorona en Italia es un verdadero régimen, al darse tres condiciones: "La invasión de todos los ganglios de la sociedad civil (economía e información sobre todo) por parte de las fuerzas de gobierno; la inamovilidad esencial de la clase política (...) y un consenso difuso (...) que funciona como sostén del sistema de poder".

Fenómeno polivalente

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La convulsa situación italiana ofrece, en efecto, una acumulación de noticias diarias que expresa cómo la revolución en curso es un fenómeno polivalente y de ámbito comparable a la extensión de las condiciones del régimen descritas por Vattimo.

Por ejemplo, un fajo de papeles encontrado casualmente en un basusero de Venecia ha resultado ser un paquete de cartas de recomendación escritas por el ex ministro socialista de Exteriores Gianni de Michelis -ya implicado en sumarios sobre comisiones ilegales- en favor de aspirantes a maestros, periodistas, enfermeros, policías o empleados nocturnos de establecimientos públicos. Por otras misivas similares, los jueces de Nápoles intentaron actuar contra el ministro de Sanidad, el liberal Francesco de Lorenzo, como autor de un presunto delito de compra de votos.

Se ha sabido que notables magistrados, políticos y altos funcionarios viven con alquileres irrisorios en magníficos palacios del Estado, mientras el Gobierno engorda su déficit con rentas 100 veces superiores a éstas, que paga por el alquiler de oficinas a arrendadores privados. El problema del alquiler alcanza también a los partidos, que, como el socialista (PSI), acaban de descubrir. el peligro de ser lanzados a la calle por no pagar la renta que debe a un ente público.

Más seria es la amenaza de prívatización que el presidente del Gobierno, Giuliano Amato, ha lanzado contra los dirigentes de banca, casi toda pública, todavía más preocupados de servir a su partido político que de mejorar el ineficaz sistema financiero. Y más dramático, el descubrimiento de que, con los billones de liras destinados a paliar los efectos del terremoto de 1980, se han construido 100.000 viviendas más de las declaradas siniestradas, mientras quedan 14.000 familias en viviendas pre7 fabricadas.

Casi todas estas situaciones

eran conocidas, o al menos intuidas, pero el escándalo que su publicación simultánea suscita es mayúsculo, como corresponde a un momento de catarsis y de quiebra de la adhesión al régimen. Típica también de esos periodos es la rebelión de tantas figuras de la televisión -hoy calificadas peyorativamente de mediosbustos- contra los mismos señores de la política que les ayudaron a encumbrarse; o el intento tardío de reacción legal contra la concentración de casi el 50% de la tirada de prensa diaria en manos de los tres mayores grupos industriales privados: Fiat, Olivetti y Ferruzzi.La revolución ha llegado a la cultura, y los jueces han visitado, por ejemplo, La Fenice, el teatro de ópera de Venecia, porque un socialista sin más méritos conocidos que el de pertenecer a su partido ha sido elegido superintendente, probablemente a cambio de que un democristiano ocupe la presidencia de La Biennale.

No obstante, el terreno privilegiado de la revolución italiana sigue siendo el de la investigación judicial sobre la corrupción relacionada con la financiación ilegal de los partidos. Sólo en Milán, los detenidos pasan ya de 113, de 400 los indagados, de 50 los procesos abiertos y de 30.000 millones de pesetas el monto de los delitos establecidos. Pero casi no queda ayuntamiento o región donde no haya habido detenciones.

Los empresarios que, como los grandes ya citados, no han sido implicados personalmente, tienen entre los investigados a algún alto ejecutivo, o a un hermano, como es el caso de Silvio Berlusconi. Lo mismo puede decirse de los políticos, entre los que el líder socialista, Bettino Craxi, sigue siendo el único secretario general investigado. Abunda igualmente el político, como el ministro de Urbanismo, Carmelo Conte, o el secretario del sindicato CGIL, Ottaviano del Turco, que tiene un hermano entre los candidatos a sentarse en el banquillo de Tangentopolis.'Tangentópolis'

Tangentópolis, término que deriva de la voz "tangente", que en italiano se utiliza como comisión ilegal o cazo, es la quintaesencia del régimen en decadencia, según Francesco Cossiga. "No se trata", dice, de una turbia historia de latrocinio, sino de la la hija indecente y legítima de una democracia ficticia. No ha habido recambio, ni oposición, ni libertad de mercado, ni liberalismo, ni socialismo ( ... ). La gente ve ahora mismo sólo socialistas detenidos y a Craxi en la ruina (...), pero están todos dentro: ex comunistas, republicanos, democristianos ( ... ). Tangentópolis es también la historia de la economía italiana, de la industria italiana, acostumbrada a tirar con las propinas al régimen más que con la competencia de mercado, como se hacía en los regímenes del Este".

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