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Tiempos de gloria para Cameron

Salvo una catástrofe, el líder conservador se convertirá en el primer ministro británico en la primavera de 2010

Concluidos los tradicionales congresos de otoño de los partidos políticos británicos, una conclusión se impone por encima de todas: sólo un súbito e inesperado terremoto político puede privar a David Cameron de convertirse en la primavera de 2010 en el nuevo primer ministro del Reino Unido. 'Yes, we Cam', proclamaba esta semana, eufórico, el tabloide The Sun parodiando a Barack Obama y celebrando que el candidato al que ha decidido apoyar en la próxima contienda electoral mantiene todas las de ganar.

Cameron cumplió el viernes 43 años y el mejor regalo de cumpleaños fueron las encuestas publicadas ese día: su ratio personal antes los votantes ha subido 10 puntos tras su discurso del jueves en la clausura del congreso de otoño de los conservadores británicos y los tories mantienen una ventaja quizás decisiva de 14 puntos frente al gobernante Partido Laborista. Con las actuales encuestas (laboristas, 28%; conservadores, 42%; liberales-demócratas, 18%), obtendrían una holgada mayoría absoluta con un centenar más de diputados que todos los demás partidos juntos.

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Todo eso quiere decir también que el primer ministro, Gordon Brown, ha perdido una oportunidad de relanzar al Partido Laborista antes de las elecciones y que se intensificarán los rumores sobre una posible dimisión dentro de unos meses alegando razones de salud. Ayer, Downing Street anunció que se han detectado dos pequeñas lágrimas en la retina del único ojo que le queda a Brown pero que no tiene mayor importancia ni requiere ninguna operación.

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Que David Cameron ha conquistado el partido está ya fuera de duda. "Estoy encantado con Cameron. Es el hombre que necesitamos. Al principio no tenía una opinión tan positiva, pero ahora ha demostrado que es un hombre capaz de hacer ese trabajo", sostenía en Manchester Gary Clarke, un concejal conservador que preside la Autoridad para el Transporte de Pasajeros de West Midlands. "Lo que me gusta de Cameron hasta ahora es que le está diciendo a la gente la verdad. Que vienen tiempos difíciles y que hay que afrontarlos. Y que si afrontamos ahora los malos tiempos luego todo será más fácil. Y que todo lo que tenemos que hacer es trabajar juntos, como un solo hombre, por este país", añade.

Cameron ha llegado al frente del partido en el momento justo. Desgastados por tres legislaturas en el poder, los laboristas han visto cómo Tony Blair perdió con la guerra de Irak todo el crédito que generaba su hechizante sonrisa y desde entonces todo le salió mal. Y su sucesor, Brown, ha sido incapaz de superar sus problemas de comunicación con los electores. Desgastado por el poder y sin carisma entre sus líderes, el laborismo parece abocado a la derrota.

Los tories, en cambio, tras quemar a tres líderes más anclados en el pasado que en el futuro, eligieron en 2005 a un hombre capaz de emular la telegenia de Blair y llevar al partido al terreno en el que los laboristas ganaron el poder: el centro político, una zona que en el Reino Unido se sitúa más bien hacia la derecha.

Los laboristas ganaron en 1997 porque olvidaron el viejo obrerismo de los años 70 y 80. Los conservadores son ahora favoritos porque han aparcado, al menos formalmente, los corsés ideológicos del thatcherismo y han abrazado políticas que parecían más propias de la izquierda: el respeto a las minorías, lo mismo étnicas que sexuales, la preocupación por el cambio climático, la batalla contra la exclusión social y la pobreza.

Como en el resto de Europa, los márgenes que separan a la derecha y la izquierda se estrechan y, aunque el diablo está en los detalles, la presentación acaba teniendo más importancia que la sustancia misma. Blair lo sabía muy bien. Cameron lo ha aprendido pronto.

Joven, dinámico y optimista, Alan Mak es un abogado de 25 años nacido en Londres de padres llegados de Hong Kong que simboliza el nuevo enganche entre los conservadores y las minorías étnicas. "Soy tory porque David Cameron ha puesto en marcha una visión muy clara para todo el país que puede cambiar 12 años de mala gestión laborista. Y creo que esa es una agenda que atrae a todos, sea cual sea su origen étnico o social. Uno de los éxitos del liderazgo de David Cameron es haber sido capaz de atraer a gente de todo tipo, jóvenes y viejos, ricos y pobres, negros y blancos, y me encanta formar parte de ello", sostiene de una tacada.

A Fauad Tariq Hafeez, un joven londinense de origen paquistaní que aspira a ser elegido concejal por el barrio de Hounslow, le gustó la intervención de Cameron en el congreso de Manchester. "Creo que ha adoptado el tono justo para la ocasión, sin demasiada euforia porque no hay que dar las elecciones por ganadas. Me ha gustado mucho", dice. "Soy conservador porque soy de origen paquistaní y somos gente muy conservadora. Lo natural es que apoyemos al Partido Conservador y en mi casa siempre hemos sido todos tories", aclara.

¿Ha cambiado realmente el Partido Conservador? La gente no se lo acaba de creer y las encuestas revelan que los votantes le dan más crédito a Cameron que al partido en sí mismo. Ese cuestionamiento del viaje al centro del viejo partido tory no deja de ser un factor adicional para reforzar la posición de Cameron como líder, cuando hace justo dos años empezaban a sonar ruidos de sables contra su programa reformista.

Pero, ¿es sincera la posición del líder? Su historial de votaciones contrarias a los derechos de los homosexuales contrasta con su actual defensa de esos derechos, lo que hace pensar que puede haber mucho de oportunismo y muy poca convicción en su repentina conversión a la causa gay.

Sus orígenes de clase alta, reforzados por vía matrimonial, podrían cuestionar también sus desvelos por los más pobres, pero eso es más subjetivo porque se puede tener sangre azul y mala conciencia. Quizá su carrera profesional, anclada en la televisión y las relaciones públicas, podrían ser mejor argumento para cuestionar la sinceridad de ese compromiso. Pero el condicional sigue siendo obligatorio.

Más sincera es su conversión al mantra del NHS, la salud pública británica, tras pasar muchas noches en las salas de urgencia del hospital de su barrio al cuidado de su hijo Iván, que nació con graves problemas de salud y murió el año pasado. En eso coincide con Gordon Brown, que perdió a su primer bebé a las pocas semanas de nacer y tiene un hijo con una enfermedad degenerativa grave.

Lo que está fuera de cuestión es que, por convicción o por oportunismo, Cameron sabe aprovechar las ocasiones. Por ejemplo, la grave crisis de desprestigio que vivió la política británica poco antes del verano debido al escándalo de los gastos de los diputados. Aunque es un asunto que salpicó a todos los partidos y algunos de los peores abusos fueron cometidos por diputados conservadores riquísimos, los laboristas salieron muchísimo peor parados porque Cameron tomó la iniciativa de inmediato y con unas pocas medidas más bien cosméticas dejó en evidencia al primer ministro Brown, incapaz de abandonar su guión legalista. Y es que, como la mujer del César, en política no basta con ser: también hay que parecer.

David Cameron se prepara para ser entrevistado el pasado miércoles en Manchester.
David Cameron se prepara para ser entrevistado el pasado miércoles en Manchester.AP

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