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Reportaje:

Los balseros de la marihuana

Muchos cubanos recién llegados a Florida se dedican a la vigilancia de cultivos domésticos ilegales

Los cuartos oscuros de la droga son inescrutables, pero al ser descubiertos ofrecen muchas veces revelaciones sorprendentes. Estados Unidos es el primer país del mundo productor de marihuana hidropónica. La hidroponia o quimiocultura es la jardinería casera especializada que permite desde hace años conseguir plantas específicas sin necesidad de grandes cantidades de tierra en campos abiertos o viveros. La novedad estriba en que la gran mayoría de los detenidos los últimos meses en las redadas de la policía contra los cultivos en casas particulares de Florida —el segundo mayor Estado del país después de California— son balseros cubanos llegados hace tres años o menos.

Incluso la agencia estadounidense DEA (Fuerza Administrativa Antidrogas) ya tiene datos sobrados de la conexión con Cuba. Está investigando las redes de contrataciones desde la isla de vigilantes de plantaciones ilegales.

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El laberinto cubano da para eso y mucho más, aunque sólo sea una minoría entre los miles del éxodo imparable. "Los narcos confían más en los cubanos, mejor preparados, imaginativos, que en emigrantes de otros países", comentaba un policía. "Además, no tienen problemas con los papeles. Desde que ponen el pie en el país ya están legales".

Es la segunda parte de lo sucedido cuando se produjo en 1980 el gran éxodo del Mariel y entre los 130.000 cubanos que salieron de la isla llegó una gran parte de delincuentes que "colaboraron" eficazmente a crear el Miami Vice de la época.

"Me lo propusieron y acepté. Llegué aquí y empecé a trabajar, pero me ofrecían mucho más dinero...", explicó uno de los detenidos recientemente.

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"Lo hice para salir adelante, para darle un futuro mejor a mi hijo", señaló otro de los cubanos arrestados. "Me era difícil rentar una casa y tenía que conseguir dinero rápido a fin de sacar a mi mujer y mi hijo de Cuba [10.000 dólares en lancha, como mínimo, por cada uno]". Para ello, ser portero marihuanero le venía ideal.

Las autoridades, ante la proliferación de estos negocios delictivos, avisan continuamente a la población sobre lo que debe alertar de que hay algo extraño en la casa o en el garaje del vecino: poco movimiento de personas, ruidos de maquinaria, luz a todas horas... o algo inusual.

El pasado jueves se registró el caso más reciente. Los vecinos vieron las puertas de una residencia y del garaje abiertas en una zona de lujo en la zona sur de Coconut Grove. Llamaron a la policía, creyendo que se estaba produciendo un robo, pero esto era lo último que querían los dueños. Cuando los agentes llegaron se encontraron con todo un laboratorio en marcha y la plantación de marihuana.

Sin embargo, la acumulación de casos es tal que no pasa mucho tiempo sin que se produzcan operaciones de largo alcance. En la última gran redada, efectuada el 1 de mayo y llamada D-Day, agentes federales de la DEA y miembros de los 48 departamentos de policía locales registraron 152 casas en otros 48 condados del centro y sur de Florida (de un total de 67) y detuvieron a 135 personas. En ellas se cultivaban casi 10.000 plantas, es decir, un negocio inicial, a 5.000 dólares el medio kilo por planta y cosecha, sobre los 50 millones de dólares. Un tercio del total de viviendas y detenidos fueron sólo del condado de Miami, donde el tráfico es más floreciente y las pandillas empiezan a enfrentarse por el control del territorio. Se encontraron armas de fuego, chalecos antibala, vehículos para transporte, cocaína para consumo (no para venta) y 113.600 dólares en efectivo.

A primeros de marzo, el fiscal general y el alguacil del condado de Palm Beach, al norte de Miami, anunciaron la detención de más de 20 personas, encabezadas por Miguel Fernández, cerebro de la compra y reconversión a la jardinería de marihuana de 26 casas. Tenía un arsenal que incluía el ya generalizado fusil de asalto AK-47. Se enfrenta ahora a cadena perpetua y sus secuaces, a 30 años tras las rejas. Son las penas que ya se manejan para los capos, mientras hay propuestas de ley en marcha para aumentar las penas a los que tengan más de 25 plantas o alberguen niños en las casas, ya que antes se dedicaban sólo al cultivo y ahora son viviendas con habitaciones especiales habilitadas para la "ampliación del jardín".

Con todo, a los simples vigilantes balseros aún les sale barato: de momento, sólo tres años de cárcel como media. Cuestión aparte es limpiar su currículum. Su futuro sueño americano ya se ha convertido en una pesadilla.

En algunas de las casas registradas, pese a la peligrosidad del proceso de cultivo, había bebés durmiendo cerca de los aparatos usados para el proceso. Las botellas de oxígeno, los laboratorios y los sistemas eléctricos rudimentarios son bombas en potencia. El 17 de abril, en Westchester, una zona al suroeste de Miami, una violenta explosión lanzó al dueño de la vivienda, Abel Mesa, de 40 años, hacia el patio trasero de su casa con graves quemaduras en su cuerpo, mientras se derrumbaba parte del techo y se producía un incendio. La policía creyó en un principio que se trataba de una explosión de gas, pero se encontraron con un jardín de marihuana chamuscado al saltar por los aires el laboratorio.

Las autoridades de Florida están seriamente preocupadas. Funcionarios estatales y federales no ocultan ya que los niveles de consumo de marihuana en Estados Unidos superan los alarmantes niveles de los años sesenta. Esta parcela de la delincuencia organizada, con su inevitable dosis de violencia por el volumen de dinero en juego, se une al aumento de atracos a bancos, tiendas y supermercados o similares, índice de que la crisis está empujando a la delincuencia a muchos ciudadanos, especialmente afroamericanos.

En 2007 ya fueron descubiertas 940 casas en los condados marihuaneros de Florida. En total se requisaron 75.000 plantas, el doble de las incautadas y destruidas el año anterior. El camino de 2008 puede marcar un récord.

Aunque el uso de la marihuana ha abierto ya un intenso debate en EE UU. En California, hace unos días, tres políticos pidieron al Gobierno estadounidense que cesaran las redadas en dispensarios donde se vende marihuana con fines medicinales. Se sumaban así a la senadora demócrata Carole Migden, que ha recabado firmas en este sentido. En 1996, el gran Estado del oeste legalizó el consumo de marihuana para pacientes con receta médica que demuestren necesitar esta droga para aliviar enfermedades crónicas y graves. Pero las imágenes en las mismas fechas de un niño de apenas un año fumando un porro de marihuana dado por sus padres en Wisconsin, o el último estudio realizado según el cual su uso fomenta la depresión y los impulsos suicidas en los jóvenes, han sido presentados como la otra cara de la moneda.

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