_
_
_
_
_
Reportaje:televisión

Los vampiros viven entre nosotros

En plena fiebre por los chupasangre,'True blood', penúltima serie de culto, da otra vuelta de tuerca al eterno mito

El mordisco no puede ser más grande. Los vampiros están hasta en la sopa. Hay para todos. Pero sobre todo para los jóvenes. Se engancharon a Crepúsculo y ven fascinados la serie True blood (Canal +). Una de ésas que están haciendo vivir una auténtica edad de oro a la ficción televisiva. Y de ésas a las que conviene estar atentos para no quedar callados en las tertulias del siglo XXI.

Su creador, Alan Ball, aporta su propia teoría para esta resurrección: "Después de ocho años gobernados por vampiros que nos han chupado hasta la última gota, no sé lo que te esperabas", asegura en una poco velada alusión a la administración Bush. Basada en las novelas de Charlaine Harris, la serie entra en su segunda temporada en EE UU en loor de multitudes en España será este invierno). Si su arranque auguraba pocas alegrías -con una audiencia de 1,4 millones de espectadores- al principio de la segunda temporada la serie de HBO superaba los 3,7 millones de televidentes, la audiencia más elevada del canal desde la conclusión de Los Soprano. "Las historias de vampiros han existido toda la vida. La fiebre [de películas, libros y series televisivas] es pura coincidencia, se trata de una revisión de un género que siempre ha estado ahí. De hecho, lo raro dentro de nuestra cultura es un momento sin vampiros", explica Ball. True blood es la historia de unos vampiros que habitan una comunidad del sur de Estados Unidos. Pasan por gente corriente pues una bebida (llamada como la serie) les permite vivir sin andar chupando la sangre de sus vecinos.

Más información
El misterio del otro

El subtexto va más allá de la típica historia de vampiros. Existen alusiones a otros problemas más cercanos y reales. "Si buscas un sustituto para la palabra vampiro en esta serie puedes utilizar todo lo que es diferente, los incomprendidos, los marginados, lo que temes". Y Ball (ganador de un Oscar con el guión de American beauty y creador de la serie A dos metros bajo tierra) sabe de qué habla. Ahora los vampiros han salido del armario -mejor dicho del ataúd- gracias a esa nueva bebida que les permite vivir sin colgarse del cuello de un humano para alimentarse. Los libros de Charlaine Harris -que ya van por el noveno volumen- también hablan de religión, de las similitudes entre las nuevas sectas religiosas y los cultos paganos. También, del parecido entre los impulsos incontrolables de un no muerto con el ímpetu hormonal de un adolescente o de la necesidad de los humanos de pertenecer a un grupo y su rechazo a todo lo diferente.

Dicho de otra forma, el impulso animal de la sangre contra la "cultura metrosexual" que nos domina. "Los vampiros son criaturas sexuales por excelencia", admite Stephen Moyer, que encarna al vampiro Bill Compton, un chico que prefiere el amor de Sookie (Anna Paquin), la camarera sureña y humana aunque con poderes telepáticos, a la frialdad de sus semejantes vampiros.

"La cultura consumista tiende a ignorar la muerte como parte de la vida", dice Ball, "y glorifica ese falso sentimiento de eterna juventud y felicidad constante. Para mí la muerte es parte de la vida. Lo otro es una quimera". Al contrario que en Crepúsculo, con vampiros castos sin colmillos que brillan cuando les da la luz, esta serie habla de seres hambrientos, de sangre y sexo, capaces de arder a la luz del día con la misma furia y deseo con que campan en la noche. "Son criaturas primarias, llevadas por el deseo y sin las cortapisas de la cultura occidental, donde todo es supresión de los instintos. De ahí que la gente tenga tantas fantasías con los vampiros", explica Moyer.

True blood se ha convertido en un ejemplo más de la calidad de la nueva edad de oro de la tele. Cuatro emitirá la primera temporada en otoño -que se reemite actualmente en Canal +, y donde a finales de año se estrenará la segunda entrega-. Y habrá más chupasangres: Antena 3 prepara para primavera No soy como tú, una miniserie de 150 minutos sobre vampiros juveniles; y en Estados Unidos se está grabando la serie The vampires diaries, basada en las novelas de L. J. Smith.

Por lo que respecta a True blood, en opinión de Ball, la cosa va para largo. "Exploramos temas como la intimidad o el ostracismo, lo compleja que es la vida, y cuánto más difícil es la muerte. Todo, con sexo, diversión y espectáculo. ¡Si supiera cómo detener el envejecimiento de los actores, podríamos durar para siempre!"

Alan Ball, productor y creador de la serie <i>True blood,</i> y sus dos actores principales: Anna Paquin y Stephen Moyer.
Alan Ball, productor y creador de la serie True blood, y sus dos actores principales: Anna Paquin y Stephen Moyer.AP
Los mordiscos vuelven a estar de moda... Y los gritos también. Ése, ese chico es el culpable. Robert Pattinson, el vampiro buenín de "Crepúsculo"... El hombre que ha ganado para la causa a millones de prepúberes del mundo. Esta saga, la película "Déjame entrar", una serie de éxito en Estados Unidos, por no hablar de las tribus urbanas -los góticos, los emos-, de Marylin Manson, o de las transfusiones de plasma, que es el no va más ahora entre las estrellas -entre los ciclistas lo fue no hace mucho-.Y... ¿por qué no mueren los vampiros? Fíjense, es lo mismo desde siempre. Ahora son más guapos, pero es la noche, la sangre, el lado salvaje... El intercambio de fluidos...El amor también... Así que, por eso, el nuevo vampiro es el nuevo sex-symbol. Y, por supuesto, juega al golf y desayuna con un ordenador.Vídeo: AGENCIA ATLAS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_