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LA SUCESIÓN DE REAGAN

Bush se compromete a impulsar la economía y la paz, mundiales

Francisco G. Basterra

Con su clara victoria aún caliente, George Bush, el presidente electo de Estados Unidos, definió ayer el mantenimiento de la expansión económica y la paz internacional como los objetivos generales de su presidencia. El que será a partir del 20 de enero el 412 presidente anunció que el ahogado tejano James Baker, el principal responsable de la carrera política de Bush y ex secretario del Tesoro con Ronald Reagan, dirigirá la diplomacia norteamericana como secretario de Estado.

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George Herbert Walker Bush, un republicano moderado de 64 años, ha sido aupado a la presidencia con un 54% de los votos populares, 426 de los 538 votos electorales (112 para Dukakis) y 40 de los 50 Estados, en una elección con la participación más baja, la mitad del censo, de los últimos 40 años. Michael Dukakis evitó a última hora una derrota humillante, como las sufridas por Jimmy Carter y Walter Mondale en 1980 y 1984, y los demócratas refuerzan su control sobre el Congreso, lo que presagia serios problemas para el nuevo presidente.Bush fue extremadamente prudente en su primera conferencia de prensa, celebrada ayer en Houston (Tejas), y no ofreció ideas nuevas. El presidente electo prometió continuidad con lo más básico del legado del reaganismo y no reveló cuáles serán las prioridades de los primeros 100 días de su presidencia. Para establecerlas ha designado un equipo de transición que encabezan. dos de sus principales asesores: Craig Fuller, su actual jefe de gabinete, y Robert Teeter, su experto en sondeos.

En política exterior, Bush anunció que mantendrá en su rumbo actual las relaciones con la Unión Soviética. El presidente electo recibió ayer telegramas de felicitación de prácticamente, todos los principales líderes del mundo, que expresaron su satisfacción por el triunfo republicano.

Nada más llegar ayer a Washington victorioso, Bush garantizó a los aliados la continuidad en la política exterior y ofreció el diálogo a los adversarios, pero advirtiendo que no esperen "un debilitamiento de la resolución de EE UU". En el avión que le trajo a la capital federal, Bush recibió un mensaje de felicitación de Mijail Gorbachov, en el que le expresa su confianza de continuar unas relaciones estables. Bush contestó con otro, ofreciendo su disponibilidad para proseguir el diálogo.

Baker se entrevistará inmediatamente con los aliados de la OTAN y luego con su colega soviético para preparar una primera cumbre Bush-Gorbachov.

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Bush declaró que intentará reducir los conflictos regionales, pero no vinculó la situación en Afganistán -"dudo que los soviéticos no se retiren", dijo- al progreso en la relación con la URSS. Pero advirtió también que la persistencia de tensiones regionales y la no solución en Afganistán "pueden complicar las cosas".

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El Congreso demócrata, un gran escollo para Bush

Viene de la primera páginaEl presidente electo, George Bush, aseguró que Centroamérica será una prioridad de su Administración y que "mantendrá la presión" sobre Nicaragua hasta que los sandinistas cumplan con sus promesas de libertad y democracia. Pero no se refirió a reanudar la ayuda militar a los contras.

George Bush no ha recibido la carta blanca que tuvo Reagan en sus históricas victorias electorales. Lo ocurrido con el Congreso demuestra que el electorado ha optado por un continuismo, pero no absoluto. Más bien es un apoyo a la experiencia de Bush, a su mayor competencia en temas internacionales, sobre todo en la relación con la URSS, y de defensa y a su firmeza frente al crimen. Y a su promesa de no subir los impuestos. Pero no es el enamoramiento total de los norteamericanos con Reagan, esa increíble love story ha concluido.

George Bush lo primero que hizo ayer fue acudir a su parroquia de la Iglesia Episcopaliana, en Houston, a "pedir ayuda a Dios" para enfrentarse, como él mismo dijo, al "tremendo reto que tengo por delante". Ya no podrá, como ha hecho Reagan, retrasar por más tiempo el problema del déficit presupuestario de 150.000 millones de dólares y de la montaña de deuda sobre la que vive Estados Unidos.

Ayer volvió a decir que si los votantes han sido claros en algo es en rechazar un subida de impuestos. Bush se encuentra con que ha ganado, sobre todo, un referéndum sobre el pasado, pero, debido a una campaña en la que ha preferido explicar por qué no había que votar a Dukakis pero no qué ofrecía él, no ha recibido un mandato para una dirección política.

Líderes de su propio partido, incluido el jefe de la minoría republicana en el Senado, su mortal enemigo Robert Dole, le han advertido ya que va a tener serios problemas con el Congreso y que tendrá que ceder y aumentar los impuestos. Bush, tras una campaña negativa y que ha dejado un mal sabor de boca a los ciudadanos, ha prometido "curar las heridas" y abrirse a todos los norteamericanos, "porque quiero ser el presidente también de los que no me han votado".

La herencia de Reagan

Bush, un aristócrata de la costa Este pasado por el negocio del petróleo en Tejas y por la CIA, no va a tener, sin embargo, la luna de miel de la que disfrutó Reagan. Sus primeros 100 días, con un Congreso en contra donde el respeto del que goza es sensiblemente menor que el del actual presidente, no serán fáciles. Bush no ha sido elegido por un programa positivo de futuro propio, sino, fundamentalmente, por la herencia de Reagan y por su habilidad en destrozar personalmente a Dukakis convirtiéndole en un peligroso liberal y en un riesgo para la paz y la prosperidad. Y su margen de maniobra, con la presión de los déficit fiscal y comercial, es muy reducido.

George Bush, por primera vez en sus 22 años de vida política, deberá ser él mismo sin poder esconderse a la sombra de nadie.

Su capacidad como líder es aún una incógnita. Para acompañarle en la Casa Blanca, los norteamericanos, sin ningún entusiasmo, pues se estima que le ha restado votos, han elegido también al joven y vacío senador Dan Quayle. Ayer, Bush regresó a Washington desde Tejas y acudió a la Casa Blanca para agradecerle a Reagan "el que haya dado la vuelta a este país y por ser mi amigo".

A partir del viernes se tomará cuatro días de vacaciones en Florida mientras su equipo prepara la transición. En los 73 días que quedan hasta el 20 de enero, Bush realizará 3.000 nombramientos. Ayer prometió formar el "mejor equipo posible", en el que quizá mantenga algunos ministros actuales, como el secretario del Tesoro, Nicholas Brady.

Michael Dukakis no podía probablemente ganar la elección con un país en su séptimo año de bonanza económica y una situación de paz internacional. Pero su poco atractiva personalidad y su catastrófica campaña hacen pensar que otro candidato y otro mensaje quizá hubieran evitado un triunfo tan amplio de Bush.

El gobernador de Massachusetts, cargo en el que continuará, logró acortar distancias en un final populista en el que comenzaba a llegar a la clase media, no tan favorecida por el reparto de la prosperidad del reaganismo. Pero su cambio de estrategia llegó demasiado tarde.

Y la base geográfica republicana en el colegio electoral es demasiado sólida. Aunque Dukakis logró un porcentaje alto, no tanto como Mondale, del voto negro, y de más mujeres que Bush, éste obtuvo mayoritariamente los sufragios de la mayoría blanca, que no vota demócrata desde que lo hizo por Lyndon Johnson en 1964; de los jóvenes, de los independientes y de buena parte del proletariado industrial conservador, que le ha dado la. espalda a su partido tradicional, y de la mayoría de los católicos Y" del voto étnico. Pero la clase media no ha apoyado a Bush con la, misma firmeza que votó por Reagan.

La pregunta, cuando todavía no se ha pasado la resaca, es si el liberalismo en la Norteamérica de finales de los ochenta está muerto. Parece que habrá que reinventarlo. Desde luego, ha desaparecido la tradicional coalición del voto negro, los trabajadores sindicados y el voto étnico, que producía hace 40 años victorias demócratas. Una tormenta interna se desatará ahora en el partido que ha perdido cinco de las últimas seis elecciones presidenciales, después de comprobar que ni siquiera corriéndose al centro, con un candidato reformista, y sin predicar abiertamente un nuevo activismo gubernamental, es capaz de conseguir la Casa Blanca.

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