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El malestar de los 'patriotas' rusos

La política de reducción de armamentos de Yeltsin irrita a los nacionalistas, ya sean civiles o militares

Pilar Bonet

A fines de junio, el diario del Ejército ruso, Krasnaia Zvesda, comentaba el desequilibrio que podría producir entre los arsenales estratégicos de Rusia y Estados Unidos una reducción como la que se pactó precisamente ayer en Moscú al firmar los presidentes norteamericano y ruso, George Bush y Borís Yeltsin, respectivamente, el acuerdo START II. El cambio de estructura de los arsenales estratégicos, que desplaza su centro de gravedad a los submarinos y al componente naval, ocurre justamente, argumentaba el periódico militar, cuando Rusia ve limitadas sus salidas al mar, y cuando muchas de sus instalaciones y bases navales se han quedado en territorio de otras repúblicas de la ex URSS, hoy desintegrada.

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"Gran parte, de nuestra flota de submarinos [de un total de 62 unidades] son naves envejecidas que fueron fletadas en los años setenta", manifestaba el teniente coronel A. Dokuchaev en Krasnaia Zvesda. Además, señalaba, la mayoría de estos submarinos se encuentra en bases, sometidos a reparaciones, y sólo un 20% está en condiciones de combate.El artículo de Krasnaia Zvesda demuestra el malestar que está provocando en los sectores nacionalistas la política de reducción de armamentos de Yeltsin. Un malestar que afecta a los sectores militares, y que simbolizaba ayer el centenar de personas que, enarbolando banderas rojas y emblemas de la desaparecida Unión Soviética, insultaba a los presidentes Bush y Yeltsin en la plaza Roja de Moscú, mientras ambos dirigentes firmaban, a pocos metros de allí, un tratado histórico.

"El asesino Bush no es nuestro aliado", era el lema que podía leerse en una de las pancartas que enarbolaban los manifestantes. Estos habían improvisado. su tribuna junto al templo de Basilio el Bienaventurado, en el lugar que en la vieja Rusia zarista sirviera como patíbulo a los condenados. "La miseria del país es consecuencia de la desviación de la causa de Lenin" era otro lema.

Los manifestantes estaban furiosos e insultaban tanto a sus compatriotas sospechosos de simpatizar con Yeltsin como a los extranjeros, al igual que lo hicieran quienes se habían concentrado ante el palacio del Kremlin a principios de diciembre durante las sesiones del Congreso de los Diputados.

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Rabia y agresividad

.La rabia y agresividad que mostraban ayer quienes protestaban en la Plaza Roja no son hoy factores sociales predominantes en Rusia, pero sí la expresión de uno de los dos extremos en los que se, ha polarizado el espectro social del país.

Mientras los "nuevos ricos" rusos apoyan a Borís Yeltsin porque éste les ha dado la posibilidad de realizar sus talentos individuales, los "nuevos pobres" le vituperan por haberles arrebatado las dos conquistas que creían poseer: una seguridad material mínima encarnada por el sistema socialista y un Estado representado por la URSS como símbolo de superpotencia mundial.

Estos reproches son simétricos, pues quienes los formulan están convencidos de que el presidente ha sacrificado los intereses de Rusia a los intereses occidentales, y sobre todo a los intereses de la superpotencia. norteamericana.

Entre las posiciones extremas de quienes salen ala calle a gritar y de los occidentalistas a ultranza que lideran la Rusia postcomunista no hay un centro consolidado que pudiera recoger, con matices, una posición de síntesis, que integre al mismo tiempo los elementos de la cultura occidental y asiática que coexisten en este enorme país.

En lo que se refiere a la pérdida de la seguridad material, Yeltsin ha tenido que sacrificar al principal artífice de su reforma económica, el ex primer ministro y artífice del programa de cambio Yegor Gaidar. En lo que se refiere a la pérdida de poder del país en el plano internacional, el presidente puede tener. que renunciar en un futuro próximo a su ministro de Exteriores, Andréi Kózirev, o tener que dar él mismo la cara, lo que, de no existir una alternativa vertebrada, puede ser preocupante no sólo para Rusia, sino para el mundo entero.

Recientemente, en Estocolmo, Kózirev dibujé un lúgubre panorama de la alternativa a la política exterior actual que representan los "patriotas". Sin embargo, podría haber otras variantes menos extremas que la personificada hoy por Yuri Skókov, el secretario del Consejo de Seguridad, quien recientemente ha sido nombrado presidente de una Comisión Interdepartamental de Política Exterior por un decreto del presidente Borís Yeltsin.

Entre los nombres que se barajan para encabezar la diplomacia rusa en el caso de que Kózirev sea defenestrado está el de Anatoli Adamishin, un profesional de 58 años que actualmente es primer viceprimer ministro de Exteriores, tras haber sido embajador en Italia.

La imagen. de Adamishin encaja en una línea menos pronorteamericana que la de Kózirev, sin inspirar las reticencias que despiertan Evguéni Ambarzúmov, el jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Parlamento ruso, y Vladimir Lukin,el embajador en Washington, quienes se han marcado demasiado en un sentido proimperial para el gustó de algunos centros políticos occidentales.

La ratificación del START II en el Parlamento ruso no va a ser fácil, al margen de lo que diga el presidente Yeltsin, quien ayer se jactaba de que los medios de comunicación no habían tenido tiempo de criticar la operación relámpago que concluyó ayer con la firma del documento en el Kremlin.

Las críticas al START II ya comenzaron cuando Bush y Yeltsin firmaron el 17 de junio de 1992 en la capital norteamericana una Carta de Cooperación y Amistad y una declaración de intenciones para concertar el tratado rubricado ayer.

La importancia del cambio estructural en los arsenales rusos que supone el acuerdo firmado ayer por los dos jefes de Estado era subrayada ayer por Linton Brook, del equipo negociador norteamericano. Según este alto funcionario, los rusos hubieran tenido que reducir sus arsenales de todas maneras, con Acuerdo o sin él.

De esta forma, Estados Unidos y Rusia hubieran podido llegar al año 2003 con potenciales nucleares que, en el caso de los Estados Unidos, sería algo mayor de lo que será con el acuerdo, mientras en el caso de, Rusia, aproximadamente el mismo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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