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El prisionero de la Casa Blanca

Luis Gómez

Cómo habrán cambiado los tiempos que Ramón Mendoza, en las vísperas de un gran partido, invita a comer a su junta directiva y no a la plantilla. Cabe deducir que las circunstancias obligan a Mendoza a levantar la moral de sus directivos y no la de sus muchachos, dado que nada hay que celebrar. Creer de buena fe que Mendoza busca el respaldo ¿le quienes hasta hoy se habían abstenido de: rechazar cuantas iniciativas ha emprendido parecería una estupidez. No lo es. El Madrid parece haberse vuelto del revés y puede que no exista unanimidad precisamente ante la que sería la última decisión del presidente: ponerle fecha al final de su mandato. No es que los directivos discrepen. sobre su dimisión. Discrepan sobre el cómo y el cuándo de su marcha.La crisis que vive el Madrid no tiene parangón. Sirve aplicarle el diagnóstico más contundente: metástasis. Las tensiones en su economía son tan evidentes que es cada vez más estrecho el margen de maniobra y se hace más necesaria la cirugía que el tratamiento. Los éxitos deportivos son un bien escaso en el contexto de un equipo sin proyecto (el caudal de Benito Floro se ha vertido en la lucha por la supervivencia). La novedad de última hora es el espectáculo de una institución sin gobierno, antesala del resquebrajamiento.

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El contenido de una reunión directiva ha dejado de ser un secreto bien guardado. El respeto entre los estamentos se ha perdido. El técnico exige conocer el DNI de cuanto directivo habla off the record con los periodistas y critica la gestión económica del presidente. Los jugadores tiran de archivo para poner en cuestión la capacidad de sus dirigentes y éstos reclaman multas a diestro y siniestro. Los empleados ya no saben a quién deben hacerle la pelota estos días y el flamante director general, Chencho Arias, ha probado la amarga medicina del desaire obligado a esperar en un pasillo mientras los directivos comentaban la jugada en la última junta, de la que no se escapó (los empleados no deben hacer declaraciones sobre el mal juego del equipo", concluyeron). Como deAa refriega nadie está a salvo, los jugadores también han dedicado palabras al 'pajaritas ".

El todo vale ha dado paso al sálvese quien pueda en apenas 24 horas, síntoma indicativo de que se está ante un proceso terminal. El problema ya no es que Floro y Hierro no se hablen o que Mendoza no quiera ver en el césped a Prosinecki y Floro sí. Es que el timón se ha roto y en la junta se han consolidado dos partidos de irreconciliables ideologías encabezados por cada vicepresidente y cuya razón social es la sucesión a Mendoza. Es una consecuencia del silencio, salvo sorpresa de última hora, de Mendoza sobre la elección de un del fin y del desgaste de una junta que ha debido superar el escollo de dos difíciles asambleas de socios simulando uniformidad y respaldo al presidente. Ahora mismo cada decisión se mide en otros términos y gusta o no según la posición de cada grupo. Tanto es así que hubo un duro debate sobre la idoneidad de hacer oficial la destitución del jefe de los servicios médicos unas horas antes de que el afectado abriese con el bisturí la rodilla del jugador con más futuro: Alfonso.

Para añadir más madera, Mendoza se siente traicionado y decide marcharse, quizá la decisión más personal de cuantas haya adoptado. Pero, ironías del destino, quienes le dejaron hacer y deshacer sin rechistar no le permiten irse a su gusto. Mendoza parecía ayer prisionero de la Casa Blanca.

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