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La división de la izquierda complica la carrera de Jospin hacia el Elíseo

El primer ministro francés reconoce el avance de la derecha en las municipales

Al final, el jefe del Ejecutivo ha contestado a sus socios de coalición que no tiene interés personal alguno en ser candidato a la presidencia de la República, el año próximo. La idea de que Jospin se encuentra al final del camino procede de su predecesor, el conservador Alain Juppé, condescendiente con las dificultades del actual primer ministro por 'solidaridad de colegas'. Lo cierto es que nadie ve alternativa al socialista Jospin en el seno de la izquierda y queda poco tiempo para inventarse candidatos frente a una derecha crecida. Pero el martes por la noche, en una entrevista televisada, Jospin dejó claro que no se presentará a las presidenciales más que en el caso de que 'sea deseado por todos aquellos que me rodean, por los franceses también en cierta forma, y sólo en el supuesto de que eso tenga verdaderamente un sentido', es decir, que responda a un nuevo proyecto político.

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La intervención se desarrolló en el tono profesoral, racional y antidemagógico que caracteriza a Jospin, un político francamente alejado de la simpatía y el calor humano que derrocha su principal adversario, el presidente de la República, Jacques Chirac, capaz de meterse a la gente en el bolsillo por más sospechas que se acumulen sobre su pasado como alcalde de París y primer ministro.

Jospin dio a entender lo difícil que resulta jugar al radicalismo en una economía mundial cada vez más abierta y liberalizada, y encima amenazada de recesión, aunque cree que 'los motores del crecimiento francés continúan encendidos razonablemente'. Él mismo ha hecho gestos contra la oleada de despidos anunciados por Marks & Spencer, Danone y varias empresas del sector de nuevas tecnologías; incluso se dispone a elevar el precio del despido, que pasará de una décima parte a un tercio del sueldo por año de antigüedad.

Tampoco cedió a la presión de innumerables colectivos sociales, el más grande de ellos el de los funcionarios (5,4 millones de personas) que le piden que estire el presupuesto para atender las reivindicaciones expresadas desde la calle.

La sensación de que Jospin está nervioso viene avalada por un incidente con dos de los periodistas que le siguieron en un reciente viaje por América Latina. De su estancia brasileña, los medios informativos franceses apenas difundieron otra cosa que un breve comentario ante unos estudiantes, en el que reconoció la derrota de la izquierda en las elecciones municipales. Los medios lo destacaron porque es muy poco frecuente que los dirigentes franceses hablen de política interior fuera de su país. Pero en el avión que le trasladó a Buenos Aires, Jospin echó una bronca a los enviados especiales de los medios públicos (France 2 y la agencia France Presse) por no haber informado de su discurso oficial sobre la mundialización: lo habían hecho, pero sus jefes prefirieron resaltar la respuesta sobre la cuestión de política interior.

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La bronca se desarrolló mientras dos ministros instalados en los asientos vecinos 'desaparecían detrás de sus periódicos', según el minucioso relato del incidente publicado por los enviados de Le Monde. Una protesta de todo el séquito periodístico hizo que Jospin se disculpara 'por la forma, que no por el fondo', en un psicodrama que duró tres horas.

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