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El pulso del presidente con las empresas

Las compañías españolas ya no respaldan sus inversiones en Argentina con firmeza y aguardan el fin de sus conversaciones con el Gobierno para reordenar sus negocios

Fernando Gualdoni

Las empresas españolas y extranjeras, en general, tienen mucho que perder con el plan económico con el que el presidente argentino, Eduardo Duhalde, pretende reflotar el país, pero tanto o más perderán esas compañías si Argentina se hunde definitivamente. La pugna es clara: las firmas extranjeras intentarán salir lo menos perjudicadas del sacrificio que viene, y el Gobierno argentino, también. Las empresas tienen el dinero, y Duhalde, poderes especiales para gobernar. El pulso apenas ha comenzado.

Mil y una veces, los presidentes de Repsol YPF, Telefónica, los bancos SCH y BBVA y la eléctrica Endesa han dicho que sus inversiones en Argentina son a largo plazo. Por primera vez ayer, ante la gravedad de la crisis, fuentes de algunas de esas empresas no se atrevían ni siquiera a mantener ese respaldo a ciegas. El mensaje era prácticamente unánime: 'Estamos en medio de negociaciones con el Gobierno argentino y no se puede decir nada hasta que éstas concluyan, ni en favor de permanecer en Argentina ni en contra'.

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Las dos empresas energéticas, los bancos y la operadora de telefonía han invertido unos 33.000 millones de euros (unos 5,5 billones de pesetas) del total de 45.000 millones de capital español que llegó al país suramericano en la última década. España desbancó a EE UU como primer inversor en Argentina en 2000, con una apuesta de 13.900 millones de euros contra 8.800 millones de las empresas estadounidenses y, más lejos, Francia e Italia, con 2.000 y 1.200 millones de euros, respectivamente.

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En Argentina, las empresas españolas concentraron prácticamente todos los servicios esenciales: la electricidad (Endesa), el agua (Agbar), el gas (Gas Natural), la telefonía (Telefónica), los carburantes (Repsol) y, en algún momento, hasta el transporte aéreo de pasajeros (Iberia). Éste es un caso único en la historia de las privatizaciones. Argentina, bajo el Gobierno de Carlos Menem, también fue el país latinoamericano que privatizó más empresas públicas.

España no es el único inversor en Argentina, pero sí el mayor. Las empresas pagaron mucho por entrar al mercado argentino y todas, con la excepción de Iberia, han obtenido beneficios de sus inversiones, el objetivo de cualquier empresa. El presidente Duhalde quiere ahora que esas empresas sacrifiquen parte de esos beneficios en favor del futuro económico argentino. Fuentes de las empresas españolas replican: 'Si Argentina recaudó unos 700.000 millones de euros por las privatizaciones, por qué ahora debemos cargar con una crisis que se profundizó por la mala gestión económica, como el propio Gobierno argentino ha reconocido'.

Fuentes argentinas, unas de Hacienda y otras que pertenecieron al Ministerio de Economía durante la gestión del ex presidente De la Rúa, responden: 'La venta de activos argentinos se hizo a empresas españolas con grandes ventajas y durante 1999 y 2000 los beneficios se repatriaron a España. Reconocemos los fallos de la gestión económica del último periodo de Menem y los siguientes traspiés, pero la situación es insostenible y lo que se les pide ahora es un esfuerzo para salir de la crisis en favor del beneficio futuro de Argentina, las empresas presentes aquí y su gente. No hay otra salida, porque si la gente no consume, de qué vivirán las empresas. Si no se pueden pagar las tarifas de luz y teléfono, cómo reactivaremos la economía'.

Repsol es, de lejos, el mayor inversor en Argentina por una operación: la compra de la petrolera YPF. La empresa española pagó 15.000 millones de euros por tener petróleo y logró ubicarse entre las 10 mayores del mundo. La jugada fue en un momento clave. Cuando Repsol compró YPF, un barril de crudo costaba apenas 12 dólares, y en el primer año en que la petrolera argentina entró en la cuenta de resultados del grupo valía casi 30. Repsol tenía una producción petrolera mínima hasta que compró YPF y ganó de mano a la británica BP y a la italiana Eni, que en el momento en que el Estado argentino puso en venta la petrolera no estaban fuertes, en términos financieros, para pujar por YPF.

Hubo una fuerte oposición en distintos sectores argentinos a la venta de YPF, primero desde el propio seno de la compañía, y luego, desde la clase política. De hecho, los legisladores argentinos aprobaron una ley antimonopolio a raíz de esta privatización y para aplicarla directamente a ésta. La posición de Repsol YPF es dominante en Argentina porque, al igual que en España con Campsa, obtuvo toda la red de distribución al por mayor y minorista de carburantes. La privatización fue acompañada de una liberalización del sector, pero, como sucede en España, también los usuarios argentinos se quejan de la escasa apertura del sector.

En el caso de la telefonía, los activos de Entel se repartieron entre Telefónica, por un lado, y France Télécom y Telecom Italia, por otro. En Argentina, si se vive al norte del país o al norte de Buenos Aires, el operador es Telecom Argentina; si se habita al sur, es Telefónica de Argentina. La operadora española invirtió a cambio de mantener esta división por siete años, que más tarde se prorrogó a 10.

Los argentinos se quejan de que es un duopolio y que las tarifas de ambas empresas son mucho más altas que en el resto del mundo. Telefónica entró en Argentina incluso en contra de la opinión de algunos de sus altos ejecutivos y pagó unos 1.400 millones de euros por su parte de Entel, mucho más que sus competidores.

Los defensores de Telefónica recuerdan que la compañía amplió y modernizó la red argentina e incluso se la criticó en España por hacerlo en detrimento de la española. Telefónica también apostó muy fuerte por la penetración de su filial Admira (Telefónica Media), ahora en medio de una grave crisis por la caída de la publicidad y la salida de suscriptores del servicio de televisión por cable, entre otras cosas, a raíz de la caída del consumo en Argentina.

Los bancos SCH y BBVA se afianzaron en la banca argentina a partir de 1998. El Santander unió los bancos Río y Torquist y creó el segundo grupo del país, y el BBVA, que posee el 68% del Banco Francés, dilató sine die la compra del 100% de esa entidad ante la gravedad de la crisis. La devaluación perjudica a ambas entidades y al resto de los bancos con fuerte presencia, como el británico HSBC o los estadounidenses Citibank y Banco de Boston. Para ellos, el Gobierno argentino busca una compensación ante lo que perderán por transformar las deudas de dólares a un peso devaluado.

Endesa es la menos perjudicada y en parte por la presión que en su momento ejerció el Gobierno argentino para que desinvirtiese en una de las dos grandes distribuidoras eléctricas argentinas, Edenor y Edesur. Endesa se deshizo de Edenor en favor de Electricité de France y sólo mantiene una participación en Edesur a través de la chilena Enersis. Endesa fue muy criticada por los fuertes apagones que se registraron en Buenos Aires y se la acusó de escatimar a la hora de invertir en infraestructuras. Desde luego, la experiencia de Endesa en Argentina fue la menos feliz, detrás de la gestión de Aerolíneas Argentinas por parte de Iberia, que acabó con la suspensión de pagos de la línea aérea de bandera argentina y su posterior venta, pasando por una crítica situación entre Argentina y España, que puede repetirse ahora con mayor intensidad.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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