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Los 'señores de la guerra' intimidan a delegados de la Loya Jirga afgana

La UE y EE UU quieren impedir que los cabecillas locales saboteen la transición

Ángeles Espinosa

La preocupación por las intimidaciones y amenazas de los señores de la guerra de Afganistán ha traspasado la carpa donde se celebra la Loya Jirga o Gran Asamblea, cuya clausura está prevista hoy. La UE y la ONU han recibido denuncias concretas y alarmantes de delegados, aunque de momento no han decidido cómo actuar. El enviado especial de la UE, Klaus Klaiber, tenía previsto reunirse anoche con su homólogo estadounidense, Zalmay Jalilzad, para coordinar esfuerzos. 'Ha habido intimidaciones inaceptables', dijo Kleiber.

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El enviado europeo, que hablaba con un pequeño grupo de periodistas, no quiso entrar en más detalles y prefirió subrayar los aspectos positivos de la asamblea. 'En conjunto, la Loya Jirga ha seguido con fidelidad los acuerdos de Bonn, mucha gente ha podido expresar sus opiniones y tampoco podemos esperar maravillas tras 23 años sin un Estado de derecho', señaló. 'La comunidad internacional debe vigilar y, eventualmente, ejercer presión económica, al menos es lo que puede hacer la UE'.

Sin embargo, fuentes diplomáticas manifestaron su preocupación por el aumento de las presiones sobre los delegados. 'Esta misma mañana he hablado con una persona que ha sido amenazada de muerte tras haber intervenido ante el plenario', apuntó un enviado extranjero que ha seguido con regularidad las sesiones. Según este relato, el delegado, casado y con cuatro hijos, había tomado muy en serio la advertencia y pensaba abandonar Afganistán.

Desde el Gobierno se niegan esas acusaciones. 'El ambiente ha estado libre de intimidaciones; cada uno ha podido expresar sus puntos de vista', defendía ayer Ashraf Ghani, uno de los más próximos colaboradores del presidente afgano, Hamid Karzai. 'Si alguien tiene alguna denuncia concreta, que nos lo diga y se investigará, porque este Gobierno no va a tolerar esas actitudes', añadió. Sin embargo, su precisión de que Karzai 'ha dado prioridad a la reforma de los servicios secretos' daba a entender que éstos podían tener alguna responsabilidad.

'Vinimos de todas las partes del país para reclamar nuestra libertad y nuestra democracia y nos encontramos con amenazas sistemáticas e intimidaciones que intentan minar nuestra libre elección', denuncia en una carta abierta Omar Zajilwal, un delegado procedente de Canadá. 'Vinimos para representar los intereses de toda la nación afgana y, en cambio, estamos siendo presionados para apoyar la agenda de los señores de la guerra y sus patrones extranjeros', prosigue este profesor universitario, que también critica 'la complicidad internacional'.

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Los embajadores europeos están indecisos sobre qué actitud adoptar ante estos hechos. '¿Qué hacemos? ¿Aceptamos que aquí siempre ha sido así, que no van a cambiar y que, por tanto, debemos seguir apoyando el proceso?', se pregunta un diplomático. El temor que subyace es que una denuncia abierta produzca un efecto contrario al deseado y destruya el frágil equilibrio que ha logrado Karzai con los señores de la guerra. Algunos de estos jefes locales cuentan con milicias que les permiten controlar regiones enteras con total independencia del Gobierno central.

Los observadores consultados coinciden en que Karzai, que a diario saluda con un abrazo a esos poderosos cabecillas, es 'un pastún inclinado al consenso'. 'Su apuesta es la negociación, pero el problema es que la negociación al estilo afgano puede llevar un mes, tres o un año', apunta un analista.Hasta ahora la confianza en las nuevas autoridades ha permitido el regreso de 1,2 millones de afganos de los 3,5 millones que se hallaban refugiados en el extranjero. Justo ayer, ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) marcó la entrada simbólica en el país del refugiado un millón bajo su programa de asistencia. Los otros 200.000 lo han hecho sin la ayuda de esa agencia humanitaria. 'No cabe duda de que se trata de un voto de confianza en el futuro de Afganistán', aseguró Philippo Grandi, responsable de operaciones de ACNUR.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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