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Crónica:17ª etapa | TOUR 2002
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sastre y Botero rompen el guión

En el Tour más plano de los últimos años, el español y el colombiano destacan por su inconformismo

Carlos Arribas

Hay gente y hay gente. 'Cada uno es cada uno', que dice Carlos Sastre. Cada uno es de su padre y de su madre y el Tour es de todos. Un Tour 2002 tácticamente nulo, estratégicamente imposible, una carrera dominada desde el primer día por la superioridad física de un equipo, el US Postal, y su líder, Lance Armstrong. Constatado en el prólogo el hecho, los demás equipos, los demás corredores se colocaron en fila, miraron a su alrededor, se encontraron a gusto donde estaban y dedicaron toda su potencia, astucia y mentalidad a defenderse. Sólo los inconformistas, los animados por un espíritu libertario, sólo algunos, se rebelaron contra el conformismo. Sastre. Y también Santiago Botero. Un par de locos. Dos ciclistas ambiciosos.

Tour 2002| 17

Aime-Cluses, 142 kms ETAPA 1. Darío Frigo (Tacconi), en 4h2m27s 2. Mario Aerts (Lotto), en mismo tiempo 3. Guiseppe Guerini (Telekom), a 2s 7. Unai Osa (iBanesto.com), a 2m58s GENERAL 1. Lance Armstrong (USPostal), 72h50m25s 2. Joseba Beloki (ONCE), a 5m6s 3. Raimondas Rumsas (Lampre) a 7m24s 6. Igor G. de Galdeano (ONCE), a 12m12s ETAPA DE HOY Cluses-Bourg-en-Bresse, 176,5 kms ETAPA DE MAÑANA RegniéDurette-Mâcon, 50 km contrarreloj

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¡Aú, aú, aú¡ Suenan las sirenas. Es la policía. En moto. A toda velocidad por el estrecho pasillo que se forma, bicicletas, autocares, periodistas, curiosos, ciclistas, coches, directores y demás fauna, detrás de la meta. Abran paso, abran paso. Algo grave ocurre. No. Las motos llevan el ritmo, la urgencia de los escoltas, miran para atrás, no hacia delante, hacia un peligro cierto. Detrás viene un coche azul del US Postal. En el asiento del copiloto el inevitable Vallarta. Los cristales traseros están tintados, pero sólo vale una suposición. El líder, Armstrong, abandona el campo de batalla a toda mecha. ¿Tendrá otra cita urgente con el príncipe Alberto de Mónaco, que le visita de cuando en cuando? ¿O será el podólogo el que le espera? ¿O querrá descansar cuanto antes? Detrás se quedan los coristas del Tour.

Pero hay coristas y coristas. Carlos Sastre está a un lado. Todavía sobre la bicicleta. Cuenta su ataque. Su fuga en el col de Saisies, en el macizo de la Chartreuse, en la última etapa alpina. Se incrustó en un grupo de una docena. Sólo colaboraron él, y el coloso noruego Hushvod y el escalador francés Moncoutié. No le importó que los demás fueran a rueda, entre los tres del ONCE-Eroski que se metieron por eso de la clasificación por equipos y luego apelaron a la defensa de los puestos de Beloki, Azevedo e Igor su inacción, entre ellos uno del iBanesto.com, Unai Osa, que fue tan triste que atacó al grupo a 500 metros de la cima de la Colombière, el último puerto, después de no haber dado ni un relevo, una acción tan absurda como imposible era alcanzar al trío de cabeza, al conjunto ítalo-belga (Guerini, Frigo, Aerts) que bajó lanzado a disputarse la victoria de etapa. El grupo de Sastre, tan cargado de inactivos, nunca le podría alcanzar. 'Bueno, sí que molesta llevar a gente que no colabora', dijo Sastre. 'Pero no seré yo quien critique a nadie. Cada uno es cada uno. Igual pasa en el periodismo. Hay algunos que se superan todos los días y en cambio hay muchos más que creen haber alcanzado un nivel y no se mueven más allá'. Sólo 16 de los 153 corredores que quedan en carrera han ganado una etapa de este Tour. Sólo una docena más, o menos, intenta cada día acabar con su penuria. Si descontamos a unas decenas de culones, de rodadores, de gente sin fuerza, de ciclistas muertos, quedan todavía vivos unos 30 más, por lo menos. Gente que viaja a rueda.

A rueda de cualquiera menos de la de Botero. Cuando el increíble colombiano arranca en montaña, y más contra el viento, como ayer, y en un puerto tendido, como la Colombière, y sin mirar atrás, y doblado sobre la barra, y con el plato o un tremendo 15 atrás, nadie se mueve. El que lo hace revienta. Así que la mayoría ni lo intenta. Arrancó Botero, desapareció el US Postal, y los que iban a rueda se pusieron a silbar y a mirar para otro sitio. Como si el ataque del colombiano, que ya es cuarto en la general, no fuera con nadie. 'Me dejaron salir', dijo, ingenuo, el colombiano. ¡Ja! Botero no vio el intento de alcanzarle del portugués Azevedo, ni tampoco cómo Boogerd, el único gregario al que Armstrong ha dejado ganar una etapa (gesto que no ha tenido ni con Heras), cubría el horror al vacío que le ataca al americano cuando se queda sin equipo. Ni pudo intuir cómo Mancebo, que había tenido la osadía de atacar (y ser cazado por su sombra rosa, Azevedo), decía que adónde iba a ir tras el monumental colombiano que se había atrevido a romper el guión, el absurdo táctico de un Tour que todos corren a la defensiva.

Aficionados apoyan a Lance Armstrong al paso del pelotón.
Aficionados apoyan a Lance Armstrong al paso del pelotón.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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