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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

ÁLEX DE LA IGLESIA APUNTA... Y DISPARA

El director ha renunciado a las glorias del verano para acabar la posproducción de '800 balas', filme sobre los especialistas de 'spaghetti westerns' que sobreviven en Almería. Él mismo cuenta la agonía de un trabajo apasionado en el que se lo juega todo.

'Yo me juego la vida -y la de los demás, algunas veces- rodando una secuencia. ¿Lo sabe la gente?'
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Es verano en Madrid. Hace más de cuarenta grados y por alguna razón que no recuerdo, carezco de aire acondicionado. Las gotas de sudor me hacen cosquillas, en su incierto viaje por mis formas oblongas, refugiándose en ocultos michelines inexplorados por el hombre. Escribo estas líneas en calzoncillos, única vestimenta posible si se desea sobrevivir a este calor inhumano. Mi aspecto es cada día más deplorable, si cabe. Me estoy asilvestrando: no llevo calcetines, ni me peino. Me da la sensación de ser el último habitante de la tierra, el hombre omega, superviviente a la catástrofe nuclear definitiva. Los dedos resbalan sobre las teclas del ordenador, húmedas por el sudor radioactivo que se desprende de mi ceño fruncido. La mesa es un bosque de ceniceros rebosantes de colillas, bolsas de patatas saladas sabor jamón, libros que pretendo leer y nunca pasaré de la primera página, guiones que jamás verán mis ojos, enrojecidos por el insomnio. La pregunta obvia es: ¿Porqué no abandonar Madrid, y refugiarse en un lugar fresco, frondoso, húmedo incluso, donde mis maltrechos pies chapoteen alegres entre las olas, y la brisa del mar acaricie mi vientre desproporcionado? ¿Porqué no escapar a Islandia, a Finlandia, a Disneylandia? Esa es la pregunta, y no puedo responder más que con una rotunda negativa. No. No puedo. Estoy aquí en Madrid, encerrado en mi casa, atrincherado tras las persianas bajadas, porque tengo una misión. Sí, como los jesuitas en America evangelizando a los pobres incas, como Armstrong volando hasta la luna, o como Chuck Norris en Vietnam, salvando a sus colegas prisioneros. Se me ha encomendado una misión y no puedo abandonar ahora. Sí, amigos, voy a acabar la posproducción de 800 balas y voy a hacerlo a toda potencia. El cansancio, el agotamiento, la desesperación son palabras huecas en mis oídos. Soy una piedra, una piedra constante, cabezona, dispuesta a llegar hasta el fin, soy un buda de granito de cuarenta metros de alto inmune a los ataques integristas. Pero, ahora, desde mis piernas cruzadas, mi amplia sonrisa y mis colosales orejas colgantes, veo el camino recorrido, y lo que falta todavía.

Hacer una película, escribir un libro, elegir un restaurante: son ése tipo de empresas humanas que te definen, que te dibujan a fuego en el asfalto recalentado, como si fuese tu sombra. Uno es lo que hace, ni más ni menos. Eso es algo que he aprendido con el tiempo. Uno nunca es lo que pretende, tristemente. Uno tampoco es lo que los demás ven él, afortunadamente. Uno es lo que demuestra ser. El cine es una ética, una disciplina moral. Una película dice TODO de su director, le explica, le justifica o le hunde en el más sucio de los fangos. Yo soy, para bien o para mal, mis películas. Guardo en el interior de mi alma entumecida todos sus defectos, sus arritmias, sus exageraciones, sus fisuras. Yo soy el culpable, el culpable total de todo. No hay medias tintas. Mi película llega hasta donde llego yo. Si progreso como persona, mejoraré como director. Entiéndanme bien. No estoy hablando de un progreso hacia una hipotética bondad, abandonando los tortuosos caminos del pecado. No. Hablo de aumentar la capacidad del disco duro, de mejorar en contenidos, sean del tipo que sean. Pues bien, desde esa perspectiva, intentaré explicar cómo es mi película. Mejor que las anteriores, sin duda. Cuento mejor lo que quiero contar. Esto lo digo con aplomo. ¿Y qué diablos quiero contar? ...Necesito un respiro. Este tipo de introspecciones en carne viva pueden llegar a agotarme, pero creo que, de alguna manera, son necesarias. Somos creadores públicos, no 'artistas' con un complejo mundo interior, sedientos de festivales y canapés. Debemos explicar en qué diablos consiste esto de hacer cine, qué diablos pasa por nuestro cerebro, cuáles son nuestras preocupaciones, nuestras frustraciones. El público que nos soporta y nos mantiene se lo merece. Basta ya de petardeo, por Dios. Eso no es cine. Este negocio es complicado, cada día más, y cuanto más se sabe más miedo se tiene, y más complejo y resbaladizo es el juguete.

800 balas es la historia de un tipo que es capaz de todo por vivir como a él le apetece. Un tipo que vivió una época perfecta, donde todas las noches eran una fiesta, y los días un mundo fantástico, lleno de batallas, héroes y leyendas. Pero un día ese mundo desapareció. Todos se fueron y se quedó sólo, en ese decorado vacío y polvoriento. En su locura, decidió refugiarse tras las fachadas de madera y no salir jamás. Malvivía divirtiendo a turistas, convirtiendo su arte en farsa. ¡Mejor eso que desaparecer en las fauces de la mediocre y monstruosa realidad! Un día hasta eso peligra: su estúpido paraíso de cartón piedra va a ser destruido, y tiene que plantar cara a la bestia para que no le engulla.

Eso es lo que cuento en 800 balas, soberbiamente interpretado por el genial Sancho, mi amigo, mi maestro, mi sueño. Sancho ES exactamente lo que yo quería, pero más. Más porque ha puesto mi alma en la pantalla, pero sobre todo la suya. Sancho ha dado lo mejor de sí mismo hasta niveles inconcebibles. Sí, suelo ser un tipo exagerado, pero por favor, créanme esta vez. Gracias a Sancho, la historia cobra vida, pilla peso, no sé, es como si Sancho le inyectara verdad a cada plano. De acuerdo, me estoy implicando demasiado, pero, qué demonios, ¿No es precisamente éso de lo que va este negocio? Yo me he jugado y me juego la vida -y la de los demás, algunas veces- rodando una secuencia. ¿Lo sabe éso la gente? ¿Saben que para rodar un plano la gente se juega la vida? Siempre parece que todo sale bien. Pero ¿quién sabe si esta vez, esta vez, precisamente, es la que algo falla? A veces arriesgo demasiado. Algunos me preguntan ¿porqué ruedas acción así? ¿Porqué no lo haces más sencillo? ¿Porqué tiene que ser real? No sé responder esta pregunta con argumentos, sólo con sensaciones. Tiene que ser así porque así me lo he imaginado, y tengo que forzar el carro hasta hacerle saltar chispas si quiero que la diferencia entre lo que he soñado y lo que he rodado no me rompa el alma. Siento que debe ser así. Así es el negocio. Si no, es mejor dejarlo. Quizá a otros no les cueste tanto esfuerzo, a mí me hace sudar tinta.

Otra cosa que quería contar en 800 balas es que en este mundo es posible divertirse. Y eso también creo que lo he contado bien. Creo, además, que la única manera de hacerlo plenamente es asumir las consecuencias. 'Hay que aprovechar los intervalos entre putada y putada', dice Sancho, en la película. 'No divertirse cuando uno puede es el mayor pecado del mundo'. La película, por tanto, también es una comedia salvaje, una comedia loca. ¿Puede convivir eso con secuencias dramáticas? Algunos grandes lo consiguieron. Yo necesito contarlo así, en una ensalada terrible, porque así me funciona la cabeza. Necesito haberme reído para llorar con ganas, y la risa sabe mejor si se ha sufrido. No sé. También creo que la vida es así. Evidentemente no es una comedia, pero algunos acontecimientos políticos lo parecen. Y sin embargo, mirándolos desde otro ángulo, son angustiosamente trágicos. Sobran ejemplos.

Termino ya. Sólo quería deciros que la posproducción va de perlas, y que tengo unas ganas horrorosas de acabar la película para que disfrutéis de ella. Cuando alguien me dice sinceramente 'me gustó tu película', siento que todo este esfuerzo merece la pena. Lo que hago sirve para algo. Qué alegría notar esa maravillosa sensación de plenitud. Ojalá vuelva a ocurrir otra vez, y me ayude a olvidar el calor que estoy pasando.

Álex de la Iglesia, durante el rodaje de la película <b></b><i>800 balas</i>.
Álex de la Iglesia, durante el rodaje de la película 800 balas.RICKY DÁVILA

Una historia de orgullosos perdedores

800 balas está basada en los especialistas de spaghetti western de los años sesenta y setenta que, tras el ocaso del género, se quedaron sin películas y, por consiguiente, sin trabajo. Supervivientes de una época dorada que sobreviven entre viejos decorados demostrando sus habilidades a turistas. Una tragicomedia que narra la historia de un grupo de perdedores, de orgullosos perdedores.

Situada en Almería, en el poblado Texas Hollywood del desierto de Tabernas, 800 balas será la sexta película de Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) como director y la primera como productor. Pánico Films, nombre de su productora, ha invertido cinco millones de euros en esta película protagonizada por Sancho Gracia (que interpreta al abuelo Julián) y Carmen Maura (su rica y poderosa nuera). La película, coral según su director, cuenta también con el trabajo de los actores Ángel de Andrés, Enrique Martínez, Luciano Federico, Manuel Tafallé y Eduardo Gómez.

800 balas se estrena el próximo 18 de octubre.

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