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Entrevista:Carmen Iglesias | Historiadora y académica

"La literatura vende bien la historia"

Carmen Iglesias, historiadora y directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, ocupará esta tarde el sillón E de la Real Academia de la Lengua, que dejó vacante Gonzalo Torrente Ballester. Elegida en abril de 2000, es la cuarta mujer que entra en la institución creada hace tres siglos. Ha apurado al máximo el plazo para leer su discurso, que promete ser apasionante: las relaciones entre la historia y la literatura.

Los días de Carmen Iglesias parecen tener 48 horas, y de ella se puede decir que nada le es ajeno. Su currículo es de vértigo. Licenciada en Historia y doctora en Ciencias Políticas; académica de la Real de Historia; directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales; autora de libros como El pensamiento de Montesquieu o Razón y sentimiento en el siglo XVIII; comisaria de exposiciones sobre Carlos III, la Ilustración o Felipe II; profesora de la infanta Cristina y preceptora del príncipe Felipe; lectora y una cinéfila compulsiva. Es una sabia divertida y próxima, a la que todo interesa y apasiona. Catedrática de Historia de las Ideas Políticas durante casi 20 años, una de sus últimas aventuras ha sido presentarse a oposiciones para la Universidad Rey Juan Carlos. Las ha ganado, claro.

'Hay que matizar las diferencias entre lo que es historia y lo que es literatura'
'El conocimiento y la edad te enseñan que uno es más fuerte que el destino'
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Carmen Iglesias (Madrid, 1942) sabe que es la cuarta mujer que entra en la Real Academia en sus 300 años de historia (la precedieron Elena Quiroga y Carmen Conde, ya fallecidas, y Ana María Matute, que ingresó en 1998). Por eso, porque conoce muy bien la competencia profesional masculina, esta tarde se acordará de Emilia Pardo Bazán, que fue rechazada a finales del siglo XIX. Pero centrará su discurso en un tema al que le da vueltas desde hace mucho tiempo: las relaciones entre la historia y la literatura.

Pregunta. Da para mucho.

Respuesta. Pensé que si la Academia había elegido a una historiadora, yo tenía que contar un poco dónde estamos. Defiendo la Historia y defiendo la literatura. Hay evidentes relaciones entre ambas, pero hay que distinguir la realidad de la ficción.

P. En su discurso también hará una defensa de la lectura.

R. Soy una lectora compulsiva desde los cuatro años. Empecé con los cuentos de hadas, toda la colección de Calleja, luego novela y poesía. Cuando acabé la carrera seguí asistiendo a clases y seminarios de literatura. Estoy convencida de que es absolutamente necesaria para la supervivencia y el conocimiento, pero hay que matizar las diferencias entre lo que es historia y lo que es literatura. La literatura vende bien la historia.

P. Ahora hay una auténtica avalancha de novelas históricas. Se publican trilogías desde Colón hasta los incas o la derrota de los catalanes ante Felipe V. ¿No es usted partidaria de ellas?

R. La literatura, cuando es buena, contribuye a la historia con una actitud interrogativa. Pero, ¿novelas históricas buenas? Creo que hay muy pocas. Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, o Idus de marzo y El puente de San Luis Rey, de Thornton Wilder, que sitúan muy bien el aura y el ámbito de una época.

P. Es fácil pensar que siempre, de una manera u otra, se ha manipulado la historia.

R. La politización se mezcla en todos los saberes. Sólo hace falta recordar lo que nos enseñaban durante el franquismo. Luego hay que deshacer el nudo y a veces el péndulo oscila y es peligroso. No hay que afianzarse en los maniqueísmos de los buenos y los malos. Hay que conocer las barbaridades que se cometieron y rechazarlas, y saber que pueden volver a repetirse, pero no hay que cerrar el futuro por las amarguras del pasado.

P. La relación entre la memoria y el olvido siempre es complicada.

R. Hay cosas que nunca hay que olvidar. Hay que leer a Agnes Heller y Hanna Arendt. ¿En qué momento hay que cortar la espiral de la violencia? ¿En qué momento hay que llegar al punto cero? Es un tema de enorme complejidad. Creo que hay que recordar siempre para evitar que cosas tremendas se repitan, pero tampoco podemos convertirnos en guardianes del resentimiento.

P. ¿Ayuda el paso del tiempo a la reconciliación?

R. La historia siempre es dolorosa. Cuando uno es más joven siente más la angustia de la impotencia ante el sufrimiento de los inocentes, luego la edad y, sobre todo, el conocimiento te enseñan que uno es más fuerte que el destino.

P. Usted siempre pone como ejemplo las enseñanzas de los griegos.

R. La piedad en el sentido profundo de los griegos. La gran cultura de la polis unida a la barbarie que generaba guerras. Cuando acababa la guerra, se obligaba a los vencidos a poner las armas en una encrucijada, en una zona limítrofe para evitar que los vencidos volvieran a usarlas o que las cogieran los vencedores. Se confiaba en que, con el paso del tiempo, los fenómenos de la naturaleza acabarían borrándolas.

P. Cuando la eligieron académica dijo que deseaba rendir homenaje a Emilia Pardo Bazán.

R. Ella tenía mucho interés en entrar en la Academia. Sus coetáneos, como Juan Valera, la estimaban mucho, pero al final pudo más la misoginia y la rechazaron. Lo mismo pasó con María Moliner. ¡Hasta 1978 no ingresó una mujer en la Real Academia! Fue Carmen Conde. Y la segunda fue Elena Quiroga, en 1983. Esto da idea de la libertad que hemos conseguido con la democracia. Nos ha costado mucho lograr lo que las mujeres de la mayoría de los países europeos obtuvieron en los años treinta y que en España quedó truncado por la guerra y la posguerra.

P. Resulta tan impresionante que en 300 años sólo hayan entrado cuatro mujeres y como que desde la democracia hasta ahora sólo haya cuatro académicas, contándola a usted.

R. Pues sí. Pasa también que las leyes cambian más deprisa que las costumbres.

P. Usted fue elegida por la Real Academia de la Historia en 1989 y no leyó su discurso de ingreso hasta 1991. Ahora también han pasado dos años.

R. Siempre apuro los plazos al máximo, pero no me paso ni un pelo, por eso que decíamos de la misoginia. La he visto a lo largo de mi carrera. Sé que por el simple hecho de ser mujer, aunque a la larga te veas reconocida profesionalmente, sigues estando en el punto de mira.

P. Está usted muy contenta de ingresar en la Academia.

R. Jamás pensé que me fueran a proponer ni a elegir. Y es un gran honor entrar en una de las instituciones más importantes y prestigiosas de este país.

P. Ya estaba en el Consejo de Estado, que fue fundado por Carlos V en 1516.

R. Es muy distinto. Estoy en el Consejo en razón de mi cargo, como directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, y cuando deje de serlo dejaré de ser consejera. La Academia es a título personal, para siempre.

P. ¿Asistirá a las sesiones de la Academia?

R. Por descontado. Soy muy cumplidora y, además, creo en las instituciones, creo que es muy importante que el país tenga una arquitectura institucional.

P. En 2000 sonó su nombre para ministra. ¿Le gustaría?

R. Rotundamente no. Sin ofender a nadie, unos valemos para unas cosas y otros para otras. Soy una ciudadana interesada y estudiosa, pero el día a día de la política no me gusta. Si estuve en el Fude [sindicato estudiantil clandestino] y en el Felipe [Frente de Liberación Popular] fue porque en aquel tiempo era necesario, pero nada más. Nunca he estado en un partido.

P. Sí estuvo en Mujeres Universitarias.

R. Porque enlazaba directamente con la Institución Libre de Enseñanza, aquella institución que enseñaba que lo que aprendías te quedaba para siempre, que lo responsable era hacer las cosas lo mejor posible, que inducía a la curiosidad. Ahí estaban Laura de los Ríos, Isabel García Lorca... Había mujeres que habían estado en la cárcel, otras que venían del exilio, también había de derechas. Jamás he visto un colectivo de inteligencia media más elevada.

Carmen Iglesias, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Carmen Iglesias, en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.BERNARDO PÉREZ
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