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INFORME DE LA GUARDIA CIVIL SOBRE EL ROBO DE LA GOMA 2 UTILIZADA EN LOS ATENTADOS DEL 11-M | LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M

El descontrol de los explosivos en la mina Conchita

El lugar del que salió la dinamita del 11-M carece de vallas y de luz artificial y está protegido por seis perros atados

Jorge A. Rodríguez

La investigación sobre la trama que facilitó los explosivos al comando del 11-M ha revelado lo relativamente fácil que resulta robar dinamita en zonas mineras y las pobres medidas de vigilancia de las minas. Un ejemplo más que claro es la mina Conchita, de donde se supone que salió la Goma 2 para los atentados y donde trabajó José Emilio Suárez Trashorras: tiene ocho cajas fuertes ancladas a la roca de la montaña (minipolvorines), en cinco de las cuales guarda 250 kilos de dinamita y, en el resto, 1.500 detonadores. La zona carece de vallas alrededor que impidan el acceso de luz o vigilante de seguridad. Sólo seis perros atados junto a algunos de los cofres. La Guardia Civil revela la falta de control en los trasiegos de explosivos, cuya custodia tiene encomendada.

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La Guardia Civil ha reconstruido el viaje de tres cartuchos usados en los atentados del 11-M (gracias a la numeración de los envoltorios de la Goma 2 hallados en el piso de Leganés), desde la fábrica hasta la Mina Conchita. Todos fueron fabricados en la planta de Unión Española de Explosivos (UEE) de Páramo de Masa (Burgos) y llevados al depósito de Columbiello (Lena, Asturias), también de UEE, donde fueron recogidos por Canela Seguridad, que los llevó a su depósito de Valdellano (Cangas de Narcea) y luego a la mina Conchita. La Guardia Civil advierte de que en esos depósitos se toman las referencias de los números de los palés (contenedores) que entran y salen, y "no del número que figura en los cartuchos". "Esas referencias no son exactas, porque por lo general el depósito anota un solo número de palé, cuando en realidad se están mezclando mercancías de diferentes palés".

El primer viaje analizado es el del cartucho 033N212, empaquetado en Páramo de Masa "por el segundo turno del día 21 de noviembre de 2003", que despachó 4.875 kilos de explosivos. De ellos, 900 kilos llegaron a la mina Conchita entre el 6 y el 12 de febrero. De la segunda partida (044E071) se empaquetó por parte "del primer turno del 7 de enero de 2004 la cantidad de 3.875 kilos de explosivos". A la mina arribaron 300 kilos el 15 de enero. La Guardia Civil reconstruye el trasiego del cartucho 044E151, del que no hay rastro en la mina Conchita. Es un error. El Acta de Recogida de Efectos de los Tedax dice que los cartuchos de referencia son "033N212, 044E071, 044E152 y 044E15 (falta numeración)".

La Guardia Civil analiza cómo se pudo robar el explosivo. En la fábrica, ni lo contempla por las medidas de seguridad. Los explosivos, concluye, no fueron sustraídos ni de los depósitos comerciales ni de los de consumo. Los primeros "cuentan con fuertes medidas de seguridad y están sujetos en todo momento al exhaustivo control de la Guardia Civil". En los segundos, "aunque durante su apertura no hay presencia de la Guardia Civil, sí disponen de unas medidas de seguridad adecuadas y una ubicación que impide que cualquier persona no responsable de los mismos pueda acceder a la instalación".

En el transporte tampoco es fácil, por el control documental que se exige a las empresas "y por el elevado número de personas que una operación de este tipo requeriría". ¿Entonces? Los únicos depósitos vulnerables son "los auxiliares o de distribución (minipol), pues, si bien tienen una buena resistencia, siempre se puede llevar a cabo mediante llave falsa, ya que no goza de ningún tipo de vigilancia". En la mina Conchita sólo tenía acceso a los ocho depósitos el vigilante Emilio Llano, preso desde el 9 de junio. "Las llaves de los depósitos están habitualmente en una caja fuerte en la edificación de servicios [de la mina], cuya llave se encuentra únicamente en posesión del antes mencionado".

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Los informes explican que "cabe la posibilidad" de que el responsable de los minipoles, "bajo presión" o "por simple negligencia y desconociendo el fin a que estuviera destinado, facilitara el acceso a los explosivos y detonadores". Pero agregan que cuando más fácil es el robo es "en la fase de consumo, en pequeñas cantidades, por parte de los trabajadores, y más cuando éste se realiza en una mina de interior, por la poca visibilidad y por la facilidad de ocultación".

La hipótesis es que el robo lo hiciera el responsable de la mina, que habría falseado los libros (en marzo se consumieron 1.600 kilos, mientras la media de los seis meses anteriores fue de 1.241). Y si hubiera sido con copia de la llave, el vigilante habría falseado los libros para que no se detectase "la falta de material". La otra tesis es que lo hubiera robado el artillero, de forma que, aunque llevase 100 kilos para una voladura, sólo hubiese usado 80.

Se estima que, "dada la gran cantidad de explosivo" supuestamente robado "300 kilos aproximadamente (casi 2.000 cartuchos), las dos hipótesis no son excluyentes", sino "complementarias". En ambos casos "se hace imprescindible una red organizada de colocación o comercialización del material sustraído, con buenos contactos con el mundo de la delincuencia común dedicada al tráfico de armas". Antonio Toro, que acaba de ingresar en prisión por narcotráfico, está pendiente, junto a su cuñado, Suárez Trashorras, de un juicio por la Operación Pipol (julio de 2001), cuando se hallaron en su poder 16 cartuchos de Goma 2. Rafá Zohuier fue detenido en febrero de 2002 por "tráfico de armas, municiones y explosivos".

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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