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EL NUEVO PAPA

El Papa abre su reinado entre multitudes

El pontífice dio una vuelta en coche descubierto ante 300.000 fieles en la plaza de San Pedro

Benedicto XVI cumplió ayer el rito wojtyliano de acercarse a las multitudes en la plaza de San Pedro al término de la larga misa de inauguración de su reinado apostólico. El Papa atravesó la plaza a bordo de un jeep blanco, entre las aclamaciones de los fieles, mientras el viento agitaba la amplia casulla dorada, herencia de Juan Pablo II, que eligió para la ocasión. Fue un paseo breve en el que el Papa y los fieles se mantuvieron a distancia. La multitud, muy por debajo de las previsiones, no superó los 300.000 fieles, quizás por la ausencia de los peregrinos alemanes.

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"Mis compatriotas son bastante cuadriculados. No son capaces de dormir en cualquier parte como los polacos", explica un periodista de la radio alemana, algo decepcionado por la escasez de banderas nacionales y las cifras más bien modestas de compatriotas en la plaza de San Pedro. En tiempos de Karol Wojtyla, las masas de polacos se abatían sobre Roma como una pacífica invasión, cargados de pancartas y banderas. A este alemán le disgusta además la atronadora música de órgano, majestuosa pero excesiva, que le impide grabar entrevistas justo en el momento cumbre, cuando Benedicto XVI se acerca en la distancia, de pie en el asiento trasero del jeep blanco, saludando con los brazos en alto a la multitud. Las masas aplauden, agitan las banderas, pero hay una cierta contención en el aire.

Quizás porque más que las masas, son la música sacra y la vieja liturgia las verdaderas protagonistas de la solemne ceremonia con la que el 265º pontífice de la Iglesia católica toma posesión de su cargo. Un claro indicio de la personalidad del Papa. Abundan las lecturas en latín y en griego, y los coros de una belleza celestial que contrastan con el inevitable caos de una celebración multitudinaria. Aunque las previsiones se han revelado exageradas, unas 300.000 personas llenan la vía de la Conciliazione y todo el espacio que han dejado disponible en la plaza de San Pedro los dignatarios políticos y eclesiásticos invitados al acto.

En medio de la plaza, un grupo de paisanos de Joseph Ratzinger agita las banderas blancas y azules de Baviera. Son tres mujeres sonrientes que sólo hablan alemán, y un hombre, más bien robusto, que se protege del sol con una gorra. Son de Passau, la diócesis a la que pertenece la localidad natal del Papa. Tener un compatriota en el trono de Pedro es algo que no ocurre todos los días ¿Será un buen pontífice para la Iglesia? El señor de Passau se encoge de hombros. "Habrá que esperar", dice en inglés.

Subido en el pedestal de una de las columnas de Bernini, Volker Flemming, un joven empleado comunal de Dresde, filma hasta el último gesto de Benedicto XVI. Flemming, pelo cortado al uno, y un aro de plata en la oreja derecha, es otro de los alemanes que no han querido perderse una cita histórica. "¿Cómo faltar?, es una ocasión que sólo se presenta una vez en la vida. Hemos tenido suerte porque las vacaciones las habíamos proyectado hace meses", dice. A vía de la Conciliazione han llegado también los Bohr, una pareja madura de Colonia. Son católicos practicantes y creen que la elección de Ratzinger puede ser trascendental. "Estamos muy felices de que haya un Papa alemán. Es algo muy importante para Europa y para el mundo", dice él. Un poco más atrás una señora italiana, reclinada en un gigantesco bloque de botellas de agua mineral, se pregunta consternada si con este Papa serán todas las misas en latín. "No me entero de nada", dice.

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Sentadas en un banco de piedra travertina, María Elena y Laura Cárdenas parecen algo ajenas a la ceremonia. Son de Colombia, tía y sobrina, y viven desde hace tiempo en Roma. El Papa alemán no les disgusta. "Habrá que esperar a ver cómo es", dice María Elena, que hubiera deseado ver alzarse en el trono de Pedro al cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez Maradiaga. "Pero no pudo ser. ¿Será que el Espíritu Santo no quiere saber nada de papas latinoamericanos?". Paolo, el amigo italiano que les acompaña, también está decepcionado. "Al frente de la Iglesia tendría que haber un Papa del mundo pobre, del mundo que sufre, y no un cardenal que viene de uno de los países más ricos".

Las banderas de Alemania y del Vaticano ondean sobre las cabezas de cientos de peregrinos que asisten a la misa de Benedicto XVI en la plaza de San Pedro.
Las banderas de Alemania y del Vaticano ondean sobre las cabezas de cientos de peregrinos que asisten a la misa de Benedicto XVI en la plaza de San Pedro.ASSOCIATED PRESS

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