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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El enfermo europeo

Dos años de reflexión, más bien de silencio, respecto a la Constitución europea tras el rechazo de Francia y Holanda no han servido de nada. La gravedad del enfermo no se discute, pero se discrepa sobre el tratamiento. De lo que nadie duda es que la Unión a 25, y ahora a 27, es ingobernable si no se reforman sus instituciones como contemplaba el Tratado nonato. Los 18 países que lo han ratificado se reunieron ayer en Madrid, a iniciativa de España y Luxemburgo, para proclamar que no está muerto y ayudar a la actual presidencia alemana en sus esfuerzos de revitalizarlo, tal como se ha comprometido la canciller Merkel, quien ha afirmado que Europa sufrirá un "fracaso histórico" si no hay un nuevo texto en 2009.

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Los "Amigos de la Constitución" (los 18 más Portugal e Irlanda) sostienen que nadie ha presentado una opción mejor que la del tratado en todo este tiempo. Reconocen que deberá ser modificado si se quiere el apoyo imprescindible de Francia y Reino Unido, así como de Polonia y Chequia, los dos socios más recalcitrantes. El bloque del sí, que representa a más de la mitad de la población europea, aspira a salvaguardar la sustancia del texto. El ministro Moratinos dijo ayer que no basta un acuerdo de mínimos en contra de lo que piensan los socios grandes. Según el ministro, los Veintisiete no deben limitarse a las inaplazables reformas institucionales, sino incorporar políticas comunes sobre inmigración, energía y cambio climático.

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Merkel se ha comprometido a presentar un proyecto consensuado el próximo junio, escasas semanas después de las presidenciales en Francia. Su plan es que se formalice en 2008 bajo la presidencia francesa de la UE y que esté listo para las elecciones europeas de 2009. La canciller tiene ya un método de trabajo de contactos con representantes de todos los países de la Unión. En ese sentido, el encuentro de ayer, que había despertado cierta irritación en Francia y Holanda y alguna reserva en Alemania, puede haber sido visto por el bloque del no como rupturista. Quizá su utilidad se haya reducido a la de hacer valer la voz de quienes apoyan la Constitución.

A Zapatero se le ha censurado por su ínfimo liderazgo en Europa y por no haber sido capaz de rentabilizar el voto afirmativo español en el referéndum constitucional de 2005. A este respecto hay que concederle mérito y voluntarismo por el encuentro de Madrid. Sin embargo, no hubiese estado de más que lo hubiera convocado mucho antes y no precisamente coincidiendo con la presidencia de un peso pesado como Alemania.

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