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Reportaje:57º FESTIVAL DE CINE DE BERLÍN

Gran Piaf, pequeña Piaf

Elsa Fernández-Santos

La desgraciada biografía de Edith Piaf, gloria de la canción francesa, abrió anoche la 57ª edición de la Berlinale. La vie en rose. La Môme está dirigida por el francés Olivier Dahan e interpretada por la actriz Marion Cotillard. Si el trabajo del primero dejó frías las butacas del Zoo Palast, el de la joven actriz parisiense que encarna a la cantante logró una incontestable ovación. Cotillard, de 31 años, carga con la mayor parte de los 140 minutos que dura la película y sólo ella los eleva hasta hacer creíble la máscara de dolor de una mujer que murió a los 47 años retorcida como una anciana de 80.

"Era fácil pasar la frontera de lo ridículo", reconoció ayer la actriz Marion Cotillard
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La Berlinale abrió ayer sus puertas con aguanieve en el aire y cierta calma ambiental. Ante la mirada atenta de un jurado presidido por el director estadounidense Paul Schrader, se proyectarán durante los próximos diez días una veintena de películas a concurso. En las secciones paralelas, de todo: 16 horas en un cine para ver sin descanso la versión restaurada del Berlin Alexanderplatz de Fassbinder o un ciclo dedicado a cine y comida. Periodistas, ojeadores de festivales, estudiantes, compradores y cineastas toman tierra. Ante un catálogo de películas que ocupa 400 páginas, cada uno busca la suya.

Ayer, una sola acaparó la atención mediática. La vie en rose se mueve en forma de zigzag por una vida tan desgraciada que casi resulta insoportable: madre alcohólica que la abandona siendo niña; una ceguera provocada por la miseria que la inmoviliza durante cuatro años; padre saltimbanqui que la lleva de circo en circo; abuela proxeneta; novios chulos y hampones por los que pierde totalmente la cabeza; una hija que muere de meningitis con sólo dos años; la historia de amor loco con el boxeador Marcel Cerdan, que muere en un accidente de avión; el alcohol y la morfina como único consuelo, y, finalmente, la muerte prematura, el 10 de octubre de 1963.

La tragedia casi sin tregua de una artista que, aunque en la recta final de su vida apenas podía cantar, atraía a miles de admiradores que sólo querían ver en el escenario el grito de su pequeño y castigado cuerpo. Ella, por supuesto, les canta que no se arrepiente de nada. "Un ser dramático que adoraba la vida. Una mujer que encontró su refugio en la risa", escribió su amigo y cantante Charles Aznavour con motivo del 30º aniversario de su muerte.

"Era fácil la frontera de lo ridículo", reconocía ayer la actriz Marion Cotillard. "Todo mi esfuerzo estaba en no caer en la caricatura, en no imitarla. Durante cuatro meses fui Edith Piaf, me movía como ella, hablaba con su voz áspera. Me costó quitarme de encima sus gestos y borrar del todo los restos de su personalidad", añadió.

"Se trata de un retrato subjetivo, una aproximación emocional", explicó Olivier Dahan. Curiosamente, añadió el director, no fue la música lo que le acercó a Piaf, sino una vieja fotografía de cuando ella tenía unos 25 años, "una imagen callejera de ella y su amiga Mômone". Su larga amistad con Mômone, cuyo fondo homosexual se despacha en la película con un ataque de celos ante el nuevo novio de la Piaf y pintándole un ridículo bigotito a la amiga, encierra algunas claves que la película ni siquiera logra enunciar: el terror a la soledad y a la luz del día, el miedo incontrolable al escenario, el pánico que la dejaba durante horas agazapada en el camerino llorando y temblando.

"Todos los iconos de la música tienen biografías similares", decía ayer Marion Cotillard. "Se trata de personas extremadamente sensibles, que son capaces de la mayor felicidad y también de la peor autodestrucción". La vie en rose es, a la europea, lo que son, a la americana, Ray -biopic de Ray Charles que fue interpretado por Jamie Foxx- y En la cuerda floja, con Joaquin Phoenix encarnando a Johnny Cash o, a la española, el Camarón de Jaime Chavarri y Óscar Jaenada. Es decir, poco más que una convencional suma de retazos en la vida de seres excepcionales, pero nunca el intento de liberarse de los datos de sus biografías para ir más allá. Películas que existen por el genio de sus actores y que se pierden fatalmente en las manos de los que no saben qué hacer con ellas. Insistir en que se trata de una visión "personal y subjetiva", como hizo ayer en Berlín el director de La vie en rose, sólo es una obviedad que descubre que básicamente tiene mucho material para contar y nada que decir con él.

La actriz Marion Cotillard, protagonista de<i> La vie en rose,</i> ayer en Berlín.
La actriz Marion Cotillard, protagonista de La vie en rose, ayer en Berlín.REUTERS

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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