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Reportaje:

Mal de altura en el fútbol

Los países andinos rechazan la prohibición de jugar a más de 2.500 metros

"Nací entre las montañas, mi pueblo en Suiza está frente a los cerros más altos de Europa. La altura no me da mie-do". La frase se puede leer en una tribuna del estadio Hernando Siles de La Paz, situado a 3.600 metros sobre el nivel del mar, y la pronunció en el año 2000 allí mismo, en Bolivia, Joseph Blatter. El mismo dirigente que, un año antes, sostuvo en Paraguay que "no es más grave jugar en la altura que hacerlo con 40 grados, como ocurre en África, o con 20 grados bajo cero, como en Rusia. La Paz no será vetada, al menos durante mi mandato". El mismo presidente de la FIFA que el pasado domingo anunció la decisión del comité ejecutivo de ese organismo de proponer ante el congreso que se celebra esta semana en Zúrich la prohibición de jugar partidos internacionales por encima de los 2.500 metros de altitud, "por razones médicas y para proteger la salud de los futbolistas".

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La iniciativa ha caído como una bomba en los países andinos, ya que de una tacada dejaría sin fútbol internacional a ciudades como Bogotá, Quito, Cuzco, La Paz o Potosí. "Si fuera un asunto médico, en Cuzco (3.400 metros) o La Paz ya habrían muerto decenas de jugadores", declaró enfurecido Juvenal Silva, presidente de la comisión seleccionadora de Perú y defensor de que su país juegue en la antigua capital inca los partidos de clasificación para el Mundial 2010. "El próximo campeón no lo será del mundo, sino de los países por debajo de los 2.500 metros sobre el nivel del mar. No jugar donde se vive es una discriminación mortal", clamó Armando Osma, ayudante de Luis Fernando Suárez, preparador de la selección de Ecuador. "Blatter le está diciendo a Latinoamérica, al Grupo Andino, que no juegue más al fútbol. Muchas ciudades se quedarían sin posibilidad de organizar competiciones importantes", señaló Jorge Luis Pinto, entrenador de Colombia.

Pero, por supuesto, fue en Bolivia donde el anuncio levantó el mayor número de ampollas. Incitado por voces de todos los sectores, el presidente Evo Morales ha decidido convocar una reunión extraordina-ria de gabinete para estudiar las medidas a tomar ante lo que Alex Contreras, vocero gubernamental, considera "un atentado al país".

La historia viene de lejos. La altitud es un tema recurrente en el fútbol suramericano, un problema insoluble para los poderosos países del llano (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), que ya han intentado todas las soluciones posibles -preparar un grupo de jugadores durante meses para adaptarse a las condiciones de anaerobia, llegar sobre la hora del partido, enviar un equipo B- para afrontar con ciertas garantías sus desplazamientos allí donde escasea el oxígeno. Justamente es hacia esos países donde apuntan muchos dedos acusadores. Les reprochan que están detrás de la propuesta restrictiva. "Desde hace 15 días sabíamos que había algunas federaciones detrás de este asunto", sostiene el entrenador de Colombia.

Ya en 1997, la FIFA intentó tomar una medida semejante, estableciendo un límite de 3.000 metros de altitud, pero la presión internacional, a través de un lobby liderado por el ex presidente francés Jacques Chirac, logró disuadirla.

La cuestión permaneció hibernada toda una década, hasta febrero de este año, cuando algunos jugadores del Flamengo brasileño necesitaron ser asistidos con máscaras de oxígeno tras un partido en Potosí (3.976 metros sobre el nivel del mar) perteneciente a la Copa Libertadores. Y el tema, paradójicamente, recobró aire.

El domingo, al anunciar la decisión del comité ejecutivo de la FIFA, Joseph Blatter rompió su promesa a los bolivianos, pero aclaró: "Sé que habrá quejas, sobre todo en Suramérica". Al menos, nadie podrá negarle un punto de perspicacia.

Partido de fútbol en 2005 en el estadio Garcilaso de la Vega, en Cuzco (Perú), a 3.400 metros de altitud.
Partido de fútbol en 2005 en el estadio Garcilaso de la Vega, en Cuzco (Perú), a 3.400 metros de altitud.REUTERS

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