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Inquietud en los mercados

El mercado inmobiliario de EE UU vive el peor momento de la década

El mercado inmobiliario sigue pasando por apuros en EE UU. Las nuevas construcciones de vivienda cayeron en julio a su nivel más bajo en una década, en otra muestra de que la burbuja en este sector sigue desinflándose, después de año y medio de recesión en esta industria. La Reserva Federal (Fed) se mantiene al margen y dice que no bajará los tipos de interés hasta que no pase una verdadera "calamidad" que amenace el crecimiento.

El dato fue ligeramente peor de lo que esperaba Wall Street, lo que según Goldman Sachs indica que la economía avanza "un poco más débil" de lo que se cree. Las nuevas construcciones cayeron un 6,1% esos meses, hasta los 1,38 millones de unidades. En el caso de las residencias unifamiliares, la caída fue del 7,3%, mientras que para los edificios de apartamentos y casas donde vive más de una familia el descenso fue del 1,6%.

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Los permisos para lanzar nuevos proyectos, entre tanto, cayeron un 2,8%. En ambos casos son los peores indicadores de los últimos 10 años. Los analistas atribuyen esta desaceleración a que los constructores quieren quitarse de encima las viviendas sin vender. Por eso, los analistas del banco de inversiones Citigroup creen bastante probable que puedan producirse más caídas en las nuevas construcciones en los meses venideros.

Y a esto se añade las dificultades que tienen los futuros propietarios para acceder al crédito que necesitan para pagar las casas, lo que puede exacerbar la debilidad en el mercado de la vivienda. El banco UBS advierte por todo esto que "no hay signos de recuperación". "Hasta el constructor más ambicioso se pensaría ahora dos veces lanzarse a un nuevo proyecto", señalan desde FTN Financial.

"La caída continuada de los precios, el desplome en la demanda y el endurecimiento de las condiciones de crédito seguirán pesando en la construcción residencial", augura Piegza. El nivel de optimismo entre los constructores está a su nivel más bajo en 16 años. Y se extiende el temor de que este cúmulo de factores acabe afectando también al consumo, del que dependen dos terceras partes de la economía, y de rebote, al crecimiento.

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