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La fiesta de los trabajadores

Los sindicatos rechazan la contención salarial para afrontar el nuevo ciclo

UGT y Comisiones Obreras piden al Gobierno que proteja a los más débiles

Lucía Abellán

El sol y la paz social que todavía reina en casi todo el país han convertido el Primero de Mayo de 2008 en uno de los más apacibles de los últimos años. Con más música que proclamas reivindicativas, la manifestación de Madrid adquirió un tono festivo. Los participantes -varios miles, algunos menos que en jornadas anteriores- portaban pancartas con todo tipo de lemas, en ocasiones ajenos a lo laboral: desde la separación Iglesia-Estado hasta la defensa de la república o la demanda de una casa a precios asequibles.

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Con ese preámbulo, los representantes sindicales dejaron atrás la munición pesada y optaron por mensajes conciliadores, especialmente con el Gobierno. Tanto el secretario general de UGT, Cándido Méndez, como el de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, confían en que el proceso de diálogo social que arrancará en breve no sirva para recortar derechos. En la actual espiral inflacionista, Méndez lanzó una advertencia: "No aceptamos la moderación salarial. Si quieren, que empiecen exigiendo a los altos ejecutivos que se aprieten el cinturón".

Fidalgo lo secundó con una crítica a Joan Rosell, presidente de la patronal catalana Fomento del Trabajo, que recientemente ha abogado por elevar los salarios en la misma proporción que las ganancias empresariales. "Ahora hay que socializar la caída de los beneficios", ironizó el responsable de CC OO.

Los sindicatos están convencidos de que la actual crisis económica poco tiene que ver con los excesos salariales o la regulación laboral. Por ese motivo reclaman soluciones que fomenten el cambio de modelo productivo y cobertura para los más desprotegidos: "Al Gobierno sólo le pido que mire para los de abajo, que garantice la cobertura de desempleo de los parados, que no tienen ni color ni patria", clamó Fidalgo. Sus palabras provocaron un sonoro aplauso. Aunque menos numerosos que otros años, los inmigrantes, a los que el paro afecta en mayor medida, se hicieron notar en el Primero de Mayo.

También pidió Fidalgo al Ejecutivo "que no perdone ni un euro de impuestos a quien no tenga un proyecto de inversión productiva". Tanto él como Méndez celebraron el final de un ciclo basado en "dos mentiras": la vivienda con un precio que duplica su valor y el endeudamiento.

Los mensajes más contundentes fueron los referidos a ETA y a la "barbarie especulativa financiera de la globalización", que, según Méndez, provoca revueltas mundiales por el acceso a los alimentos. El líder de UGT también concitó la adhesión de los asistentes al pedir la igualdad real entre hombres y mujeres. El mismo entusiasmo acompañó sus palabras sobre la jerarquía eclesiástica, a la que pidió "que no irrumpa más" en la vida política.

No todos quedaron satisfechos con las intervenciones de Méndez y Fidalgo. Como ocurrió el año pasado, un reducido pero sonoro grupo de jóvenes boicoteó los discursos.

Antes de arrancar la manifestación, ambos se refirieron a David Taguas, ex asesor económico de Zapatero, que presidirá Seopan, el lobby de las grandes constructoras. Méndez le recordó que desde su puesto tendrá "mucha capacidad de generar empleo y contribuir a la recuperación económica". Los dos sindicalistas coincidieron en que Taguas es de esas personas que siempre caen de pie. "Como los gatos", apostilló Fidalgo.

Más combativos que Fidalgo y Méndez se mostraron sus representantes en Madrid, José Ricardo Martínez (UGT) y Javier López (CC OO), con mensajes contra la política privatizadora de Esperanza Aguirre.

El Primero de Mayo no resultó tan apacible en todo el mundo. En Estambul, más de 500 personas fueron detenidas por participar en manifestaciones no autorizadas. Y Cuba vivió por primera vez esa festividad sin la arenga de Fidel Castro.

Cabecera de la manifestación de Madrid, con Cándido Méndez, José María Fidalgo y Gaspar Llamazares tras la pancarta.
Cabecera de la manifestación de Madrid, con Cándido Méndez, José María Fidalgo y Gaspar Llamazares tras la pancarta.ÁLVARO GARCÍA

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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