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Los problemas del centro

Un 'pico' cerca de la narcosala

Grupos de toxicómanos se pinchan a plena luz del día a 250 metros de la sala de venopunción Baluard, en el Raval, ante la indignación de los vecinos

Las imágenes hablan por sí solas: varios jóvenes inyectándose heroína ayer y anteayer pasadas las siete de la tarde. Y esto ocurre en el Raval a plena luz del día, en la calle del Arc del Teatre, a 250 metros de la narcosala cercana, a sólo 100 metros de un colegio y de la Escuela de Idiomas, y cerca de dos centros médicos por donde pasan centenares de personas cada día. La apertura de la sala de venopunción Baluard, en la plaza de Blanquerna de Ciutat Vella, no ha logrado desterrar la droga de las calles de la zona. Los toxicómanos son atendidos en la narcosala -abierta hace cuatro años- para que no deambulen por las calles, pero eso no siempre se consigue.

Hay muchos vecinos que se declaran hartos de ver estas escenas. "Por aquí pasan niños del colegio", dice un hombre mayor en la esquina de Arc del Teatre con la calle de Peracamps. Junto a la avenida de las Drassanes, otra vecina asegura que los ve todos los días cuando pasea con su nieta: "Estamos hartos" En las calles y en los edificios que dan al Portal de Santa Madrona cada vez hay más pancartas en balcones y ventanas que piden lo mismo: "Queremos un barrio digno".

"Se inyectan frente al escaparate de mi tienda", se queja una comerciante
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"Son enfermos. Deberían tratarlos como lo que son y llevárselos a un centro sanitario", añade otro vecino. La mayoría de los toxicómanos son pacíficos, aunque alguno ha llegado a entrar en una tienda de forma violenta a por comida, coinciden algunos vecinos, que prefieren no preservar su identidad. La percepción de muchos habitantes de la zona sur del Raval es que en los últimos meses la situación se ha degradado, aunque las cifras dicen lo contrario.

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La narcosala está abierta 21 horas al día. Responsables de la Agencia de Salud Pública de Barcelona afirman que en el centro se reciben 300 visitas al día. Los toxicómanos tienen dos áreas en la narcosala: una para consumir la droga -que ellos pueden llevar- y otra donde se pueden asear y tomar algún alimento y café. "Todo el consumo se hace dentro. No se puede sacar droga y no se les da droga, la traen ellos". "Desde aquí no hemos detectado un aumento de las personas que están por la calle", afirma un portavoz de la mencionada agencia. "Se trabaja en colaboración los la Guardia Urbana y los Mossos, y hay personal que se pasea por el barrio para recoger jeringuillas", añade. Fuera de la sala, en la plaza de Blanquerna, la presencia de toxicómanos sentados en los bancos depende de la presencia de patrullas de la Guardia Urbana. Cuando se estacionan en la plaza, se van. Lo mismo ocurre cuando aparecen los camiones que riegan la plaza. En verano hay más toxicómanos en los bancos y, en general, en esa parte del Raval porque, además de los consumidores autóctonos, se suma una importante población flotante extranjera.

"Yo lo veo cada día. Se pinchan frente al escaparate de mi tienda", explica una comerciante de esa zona. Añade que los que van a la narcosala se suelen quedar por el barrio: "Se dispersan por los alrededores y campan a sus anchas. Hay robos. En esta tienda ha pasado. El otro día mismo a una señora anciana le quitaron el billetero del carro de la compra. Menos mal que fue así. Si llegan a darle un tirón y la tiran al suelo, podrían haberla matado, porque es muy mayor".

Esta comerciante reconoce que por esa parte de Ciutat Vella se ven policías de paisano, "pero deberían ir también de uniforme porque es la manera de que puedan hacerles desistir de hacer lo que hacen".

"He visto en el diario que el Ayuntamiento ha nombrado a alguien para que se dedique a Ciutat Vella. Pues aquí ya tiene faena", dice otro vecino, aludiendo al nombramiento de un intendente mayor para seguridad en el distrito. "Por aquí están a diario pinchándose delante de todo el que pasa. Creo que compran la droga por alguna de estas calles", recalca este vecino.

En la cercana calle de Sant Pau, un comerciante asegura: "Desde que salió a la luz que se ejercía el sexo en los porches de la Boqueria, la situación ha mejorado algo. Se ve menos prostitución y menos lateros, pero hay calles más degradadas que otras".

Un poco más hacia el norte, en Illa Robadors, los residentes prácticamente señalan los edificios donde el trapicheo de papelinas es constante, a plena luz del día.

Los puntos más calientes detectados en esa zona son la misma calle de Robadors hacia Hospital y la calle de Egipcíaques. Y en ese entorno, en una zona infantil recién estrenada detrás de la plaza de Vázquez Montalbán, también es frecuente ver jeringuillas en el suelo.

Dos jóvenes pinchándose ayer en el Arc del Teatre.
Dos jóvenes pinchándose ayer en el Arc del Teatre.CONSUELO BAUTISTA

De profesión, carterista

Unas 200 personas dedican su jornada a birlar las carteras de los turistas más despistados de Barcelona, que en guías extranjeras se ha ganado el epíteto de "capital de los pickpockets" [carteristas, en inglés]. El Departamento de Interior admite que el nivel de hurtos en la ciudad es "extremadamente alto": el 75% de las denuncias que se presentan en Ciutat Vella son por ese motivo. Interior sostiene que hace lo que puede; ayer firmó un convenio para reforzar la seguridad en los hoteles. Pero el combate contra la pequeña delincuencia es complejo y sólo se puede ganar, dicen, con una reforma legal: el hurto que no supera los 400 euros (el más frecuente) es falta y no delito. El carterista paga una multa y vuelve a la calle sin más.

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