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El ex jefe del CNI evita señalar a Rusia en el juicio a un espía por traición

Flórez dice que las cartas en las que ofrecía secretos eran un "ejercicio didáctico"

Miguel González

Seis meses después de su dimisión como director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) -abandonado por el Gobierno frente a una cascada de denuncias por corrupción-, Alberto Saiz reapareció ayer en público. Lo hizo en la Audiencia Provincial de Madrid para declarar como testigo en el juicio a puerta cerrada contra el ex espía Roberto Flórez, acusado de traición por vender a Rusia información gravemente comprometedora para la seguridad nacional. Con barba y media sonrisa, extremadamente delgado, Saiz se excusó ante los periodistas por su mutismo. "He llegado hasta el límite de donde podía declarar con el ánimo de ayudar a la Justicia. Todo lo que podía contar lo he contado en la sala".

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Lo que, al parecer, no era mucho; ya que Saiz, según fuentes jurídicas, se limitó a repetir, casi textualmente, las palabras que pronunció en su polémica rueda de prensa de julio de 2007, cuando anunció la detención del ex agente. "Hubo una investigación de seguridad, como consecuencia de una fuga de información, y se concluyó que [Flórez] tenía en su poder documentación clasificada y que la había ofrecido a un servicio de inteligencia extranjero", afirmó.

¿Cuándo? ¿Cómo? ¿A quién? ¿A cambio de qué?, le preguntó el abogado de Flórez, Manuel Ollero. Pero Saiz se escudó en su obligación de guardar silencio. Ni siquiera confirmó que el servicio extranjero era el SVR ruso (heredero del KGB), a pesar de que en el domicilio del ex agente se incautaron dos cartas dirigidas a Petr Melnikov, número tres de la Embajada rusa en Madrid entre agosto de 2000 y octubre de 2003, en las que le ofrecía abundante información secreta -incluidos los nombres de todos los agentes españoles- a cambio de un primer pago de 200.000 dólares (unos 150.000 euros), al que seguirían otros.

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Las dos cartas constituyen la principal prueba de cargo de la presunta traición de Flórez, quien ayer ofreció, por vez primera, una coartada para justificar su existencia. Se trataba, según explicó su abogado, "de un supuesto práctico de un monográfico que le habían encargado sus superiores para dejar en evidencia las deficiencias de seguridad del centro". En palabras de Flórez, un "ejercicio pedagógico y didáctico", de unas 700 u 800 páginas, que las dos misivas completaban como anexo. Dos cartas "totalmente figuradas", cuyos destinatarios "no eran reales" y que no salieron de la bolsa donde las depositó su autor tras escribirlas hasta que fueron incautadas en el registro judicial de su domicilio de Canarias.

¿Qué fue del estudio? "Posteriormente se producen cambios en el CNI, cambia la estructura, cambian los directivos... y, al final, [Flórez] desiste de ese trabajo que le habían encomendado".

La explicación puede resultar inverosímil, pues no parece que entre los cometidos de un suboficial de la Guardia Civil figure analizar las deficiencias internas del CNI en materia de seguridad, pero Saiz no la rebatió, pues ni el fiscal ni el abogado del Estado le preguntaron por ella.

Tampoco hacía falta ningún estudio. La mayor prueba de las deficiencias de seguridad del CNI son las cajas con información secreta (DVDs, CDs, discos de ordenador, documentos de papel) que Flórez tenía en casa y ayer se apilaban en la sala de vistas. "Era la documentación con la que trabajaba. El 90% o el 95% del material sigue clasificado y ni siquiera hemos tenido acceso al mismo", alegó su letrado.

El CNI no parece demasiado interesado en escarbar en la relación de su ex agente con el espionaje ruso; quizá para evitar un conflicto diplomático o para no airear las operaciones desbaratadas por el presunto chivatazo. "¿Sabe usted quién es el señor Melnikov?", preguntó el abogado de Flórez a Saiz. "Lo he leído en la prensa", contestó.

Pero la defensa de Flórez tiene difícil negar que éste se llevó informes secretos. Los agentes del CNI, la Guardia Civil y la Policía que, a partir de hoy, están citados como testigos o peritos deben acreditar que la documentación pertenecía al CNI.

Si se admite que las cartas eran reales -aunque no las enviara-, Flórez podría ser condenado por traición en grado de proposición; y, si se le otorga el beneficio de la duda, quedaría la condena por tenencia de documentación clasificada. En ambos casos la pena sería muy inferior a los 12 años que pide el fiscal y podría recuperar pronto la libertad, pues lleva dos años y medio de prisión preventiva.

Ayer, el ex espía se mostró tranquilo. Trajeado, pero esposado, bajó del furgón policial y se dirigió a pie hacia la sala. Tomó asiento en el estrado, a la derecha de su defensor, y no en el banquillo. "El presidente ha conducido el juicio de manera ejemplar", reconoció su abogado. Aunque sin prensa ni público.

Carta de Flórez a Melnikov

- "Soy un directivo del Cesid que tiene interés de comunicarle su disposición a colaborar con el Servicio y el país a los que usted representa. Las razones para dirigirme a su Servicio radican en la simpatía que siento por el pueblo ruso, así como la profesionalidad con que su Servicio, desde hace muchas décadas, viene realizando su trabajo para la seguridad mundial [...]. Le manifiesto mi disposición a una colaboración profesional en base a los siguientes contenidos: identificarles y mantener actualizado el quién es quién en el centro [...] facilitarles, si fuese de su interés, la penetración de agentes de su servicio en el centro [...] En el supuesto de que su Servicio estuviese interesado en esta colaboración, la condición previa pasa por recibir la cantidad de 200.000 dólares americanos en efectivo" (diciembre de 2001).

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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