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Columna
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"No es quién, es qué nos lleva a la huelga"

Las acciones de los dirigentes políticos son capaces de modificar el escenario de la sociedad en la que vivimos, a veces sin que nos demos cuenta, de manera difusa como una gota malaya, pero en otras ocasiones, de manera evidente cual terremoto, aunque haya quien prefiera que siempre estemos pensando en otra cosa para hacer y deshacer sin rendir cuentas a nadie.

Y es que los gobernados son muy sufridos, quienes los saben manejar pueden hacer filigranas, y son capaces de embaucar a tirios y troyanos. Buena prueba de ello, es el consabido mensaje de la inevitable necesidad de la actual reforma laboral. Según se nos dice, la situación es insostenible y el bálsamo que todo lo cura es la productividad: los incrementos de productividad, dicen, harán que el empleo generado en el futuro sea estable, de mayor calidad, con mejores salarios. Nótese que la creación de ese empleo de jauja será en el futuro, pero los sacrificios corresponden al presente. De hecho, parece que toda reforma del mercado de trabajo, reclama sacrificios a los trabajadores y trabajadoras, como si fueran los únicos paganos.

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Pero créanme, no se nos enseña todo lo que reluce en la contrarreforma laboral, no sea que, asustados ante la que nos espera, salgamos a la calle el próximo 29 de septiembre a secundar la huelga general convocada con toda la razón de nuestra parte. Porque, en la UGT estamos convencidos de que nuestra obligación es parar este país, para decirle a los gobernantes que Así No, que éste no es el camino para crear empleo, para aumentar la productividad.

No hay espacio suficiente aquí para explicar en profundidad los males que reportará la contrarreforma, pero en la medida de lo posible intentaré dar unas pinceladas que puedan dar una idea cabal de la apuesta de los actuales gobernantes.

En este sentido, la reforma no servirá para reducir la temporalidad, que según todos los expertos era y es uno de los mayores obstáculos para incrementar la productividad. El abaratamiento del despido y la facilidad para despedir, también va en su contra, pues la salida del mercado laboral de personas con amplia formación y su reposición por noveles que cobran menos, no ayudará a mejorar los niveles de producción.

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A su vez, dar mayor poder al sector empresarial desequilibrará, quién sabe si de manera irreversible, la precaria armonía en las relaciones laborales que hasta ahora existía en este país, mientras que el debilitamiento de la negociación colectiva abunda en la sensación de que el único beneficiario de estas medidas es el empresariado. Por último, la privatización de la gestión del desempleo y la ampliación del ámbito de actuación de las empresas de trabajo temporal a los sectores de riesgo y al empleo público, revienta el valor social del empleo, situándolo en el ámbito puramente mercantil.

Como pueden comprobar, las acciones del movimiento sindical no están condicionadas por quién las realiza, sino que se articulan sobre las actuaciones realizadas por los gobernantes, quiero decir, se sustentan y responden a qué se hace con la política.

Porque hay otras opciones, otras políticas más sociales que embridan a las sacralizadas fuerzas del mercado, incrementan ingresos y configuran una política fiscal, capaz de equilibrar a quienes más tienen con quienes más necesitan. En definitiva, el próximo día 29 de septiembre los trabajadores y trabajadoras tenemos que frenar una serie de decisiones políticas que nos afectan de manera directa y que conducirán a un incremento notable de la desconfianza y, por tanto, de la conflictividad social.

Conrado Hernández Mas es secretario general de la UGT-PV.

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