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Con más pena que gloria en la ONU

El cambio en las relaciones internacionales que Obama prometió hace un año en su primer discurso ante la Asamblea General no ha llegado a cuajar

Antonio Caño

Hace exactamente un año, un Barack Obama a punto de ser premiado con el Nobel de la Paz intervenía por primera vez ante la Asamblea General de la ONU para anunciar "una nueva era de compromiso mundial". "Ninguna nación puede o debe de tratar de dominar a otra", dijo en un discurso vibrante que satisfizo a los ilusos y decepcionó a los realistas. Estos últimos han acabado teniendo razón. El mundo comprometido con sus intereses comunes no ha aflorado por ningún lado y el cambio que Obama prometía en las relaciones internacionales no ha llegado hasta el momento.

Obama vuelve hoy a ese mismo estrado para tratar de defender su obra, justificar las decepciones y pedir confianza en su labor futura. Será un discurso de muchas menos expectativas, el discurso de un político en horas bajas, de un líder enmudecido por el fragor insoportable de la batalla doméstica.

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Dentro de EE UU, los agitadores del Tea Party han conseguido deformar la imagen del presidente, descalificar logros tan meritorios como la reforma sanitaria o la reforma financiera y ponerlo a la defensiva. Fuera de EE UU, Obama ha tenido también su Tea Party. Los regímenes de Irán, Corea del Norte o Cuba han demostrado hasta qué punto eran inocentes sus propósitos iniciales de buscar el diálogo con los enemigos. Otros conflictos persistentes, como los de Oriente Próximo y Afganistán, han venido a recordarle a Obama que carece de dotes mágicas para triunfar allí donde tantos otros fracasaron antes.

En términos generales, la crisis económica y la prevalencia evidente de los intereses propios de cada nación han convertido la voluntad de cooperación y de construcción de un mundo más solidario y pacífico en una mera y estúpida ambición juvenil.

Sin embargo, como también ocurre en la arena nacional, el saldo con el que Obama se dirige hoy a la comunidad internacional es mixto: combina fracasos y éxitos en una proporción que puede ser suficiente como para calificar su gestión con un aprobado.

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Entre los fracasos el más notable es, sin duda, el de la incapacidad para haber reconducido la guerra de Afganistán en una dirección positiva pese a casi haber duplicado el número de tropas norteamericanas en ese país. Cuando se aproxima la primera reevaluación de su estrategia, que se hará en diciembre, se observa con creciente pesimismo la posibilidad de cumplir con el plazo de julio de 2011 para el comienzo de una retirada ordenada.

Entre los éxitos, destaca el de la relación más constructiva generada con las dos principales potencias rivales de EE UU: Rusia y China. El progreso es evidente con Rusia, con el que Obama ha firmado un nuevo tratado de reducción de armas atómicas, y algo más confuso con Pekín, con el que persisten diferencias sobre asuntos comerciales y monetarios.

Obama se centrará hoy en estos éxitos y destacará la necesidad de persistir en la lucha contra la proliferación nuclear, un asunto dominante en la agenda internacional del presidente norteamericano desde su llegada al poder. "Muchos de los asuntos de los que habló el año pasado siguen preocupando hoy, como los problemas nucleares en Irán o Corea del Norte", ha adelantado el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.

EE UU consiguió la aprobación por el Consejo de Seguridad de unas sanciones contra el Gobierno iraní más severas que otras que había impuesto antes la comunidad internacional pero hasta el momento insuficientes para doblegar la voluntad del régimen islámico de desarrollar su propio programa nuclear sin control de las agencias de la ONU.

Obama obtuvo el apoyo para esas sanciones de los miembros permanentes del Consejo, pero Turquía y Brasil, dos destacados aliados norteamericanos, votaron en contra, y si se compara ese éxito de un presidente multilateralista con la coalición que otro presidente de la vieja escuela como George Bush padre construyó en la guerra del Golfo, entran dudas sobre las ventajas para EE UU de actuar como primus inter pares.

En esta intervención ante la Asamblea General, Obama volverá, en cierta medida, a una versión más clásica de la política exterior norteamericana. Destacará la importancia de la lucha contra Al Qaeda, en Afganistán y en otras partes, y alertará sobre el peligro que representa Irán. Pero, por el momento, el presidente norteamericano sigue confiando en la diplomacia para hacerle frente. "No creemos que una guerra entre Israel e Irán o soluciones militares sea lo ideal para resolver ese problema, pero mantenemos todas las opciones sobre la mesa", dijo esta semana en una reunión con votantes en Virginia.

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