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Columna
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Golf para todos

Desde siempre el golf ha suscitado en nuestro país agrias polémicas, y en la misma medida ha sido denostado. En otro tiempo los criticados eran los jugadores, a los que se atribuía un gusto elitista, bien alejado de los deportes imperantes. Después, popularizado por los campeones de extracción humilde, las críticas se han centrado en aspectos independientes del propio juego, esto es en los daños que el invento podía causar en nuestro medio ambiente, de forma fundamental en la destrucción del paisaje y el indebido uso del agua necesaria para regar los campos.

Es necesario desechar esos prejuicios. Las aguas para el riego de su hierba son -por ley- exclusivamente de uso terciario y procedente de las depuradoras. Estas aguas son despreciadas por los agricultores (el 99% no las utiliza) y por ello se vierten directamente al mar. Decir que los campos de golf sustraen a la agricultura el agua que tanto escasea es puro engaño.

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Las zonas verdes y cuidadas que conforman un campo de juego son un modelo de protección del medio ambiente, en contra del sentir popular. En todos los casos los árboles plantados y cuidados en un campo de golf sobrepasan en mucho los que pudieron destruirse para su instalación.

En cuanto al siempre polémico sector inmobiliario debemos analizar la estricta legislación, que limita la construcción de viviendas en las inmediaciones de los campos, con unos porcentajes de ocupación de casas respecto a la superficie total de los complejos en los que la actividad de golf se desarrolla muy inferior a la que se previene en cualquier otro plan de actuación urbanística.

Minimizadas las industrias, con los precios de nuestra producción agrícola por los suelos y con un turismo de playa masificado y de limitado consumo, los ingresos procedentes de los jugadores que nos visitan son un motor imprescindible para nuestra economía. No hay que olvidar que el turismo de golf lleva aparejado compra de viviendas, ocupación de hoteles, comidas en restaurantes y mil actividades más que procuran empleo a muchos trabajadores.

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Por ello, tanto por lo beneficioso para la salud, como por la economía valenciana, todos debemos estar agradecidos a los campos de golf.

Adela Perelló es abogada y aficionada al golf.

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