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La crisis del euro

El BCE anuncia agresivas medidas para la banca, pero defrauda con la deuda

Draghi baja los tipos de interés al 1% y prestará dinero a tres años a los bancos, pero enfría las expectativas sobre la compra de deuda pública a gran escala

Claudi Pérez

No habrá un caso Lehman Brothers en Europa, aunque aún no cabe descartar algún accidente a la argentina. Ante la crisis de doble hélice (bancaria y fiscal) que tiene aterrorizada a la eurozona, el Banco Central Europeo (BCE) decidió ayer no salirse del guion: resistencia pasiva con los Estados, activismo decidido con los bancos. El BCE salió de nuevo al rescate del sistema financiero con medidas atrevidas, que aseguran a la banca todo el dinero fresco que quiera durante años.

Frente a esas carantoñas al sistema bancario, necesitado de cuidados intensivos, la firmeza habitual con la crisis de la deuda: el presidente del eurobanco, Mario Draghi, sigue a la espera de un pacto entre los líderes políticos para imponer disciplina fiscal antes de acercarse al botón nuclear, la compra de bonos a gran escala. En suma, ni fu ni fa; tibieza en Fráncfort. Mal recibida por los mercados, ávidos de un bombardeo del BCE en el mercado de bonos, poco confiado en que sea Bruselas quien resuelva las cosas.

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A todo esto, Draghi rebajó los tipos de interés al 1% por segunda vez consecutiva en sus dos meses en el cargo. Pero el precio del dinero pasa cada vez más inadvertido: en Japón, EE UU y Reino Unido está casi al 0% y eso apenas ha dado una sola alegría por esos lares. Tampoco es probable que ayude demasiado a Europa.

Los tipos oficiales eran, en tiempos de paz con los mercados, uno de los datos claves para calibrar el estado de la economía. Ya no: a estas alturas de la crisis, los tipos han dejado de ser el interruptor que calienta o enfría la actividad económica. Porque estos no son tiempos normales: la mayor crisis financiera en décadas se combina con la mayor crisis fiscal desde la II Guerra Mundial. En esas condiciones, los bancos no dan crédito; ni siquiera se prestan entre ellos.

La sombra de una suspensión de pagos sobrevuela la eurozona y explica el miedo contagioso en la deuda pública. Y la economía, con todas esas medidas extraordinarias sobre el tapete, flirtea con la recesión: la eurozona crecerá un 0,3% en 2012 en el escenario central del BCE, aunque en el peor de los casos podría caer hasta el 0,4%. Todo eso, en medio de una obsesión por la austeridad que obliga a cuadrar el círculo: sin crecimiento es muy difícil pagar las deudas.

Pero alguna buena noticia hay. El BCE amplió la barra libre de liquidez a la banca hasta un plazo de tres años y con muchas más facilidades. Hasta ahora les prestaba dinero a 13 meses como máximo: ahora son 36 meses. A cambio, los bancos tienen que dejar en la ventanilla del BCE activos: la novedad es que el eurobanco acepta ya prácticamente de todo como aval. Incluso, por primera vez, los préstamos a pequeñas y medianas empresas. "Draghi acepta ya hasta el papel higiénico como colateral", decía anoche de forma expresiva el economista jefe de Intermoney, José Carlos Díez.

Los bancos europeos llevan meses complicados. Por una combinación de excesos: se endeudaron sobremanera en los años del boom, abusaron del ladrillo y de otros activos basura, y ahora arrastran el estigma de tener la barriga llena de deuda europea, de la que huyen los inversores. En esas condiciones les cuesta financiarse, y además los reguladores les exigen más capital. Eso sí, Draghi les pone las cosas fáciles: tienen que dejar menos reservas en los bancos centrales, pueden obtener más liquidez con activos de menor calidad a cambio y a plazos más largos, tienen a su disposición efectivo en dólares. Un poco de todo para que no se queden secos, para que no se repita un caso Lehman. "Las medidas buscan suavizar la presión", resumió Draghi en la sede del BCE.

Menos presión por ese lado, pero la misma por otro. Draghi se encargó de rebajar las expectativas en lo relativo a la compra de bonos creadas la semana pasada, cuando dio a entender que si la UE daba pasos en la dirección correcta -reglas presupuestarias más estrictas y sanciones para los incumplidores-, el BCE podría salir en ayuda de los países con problemas. Pero no. Hasta en media docena de ocasiones le preguntaron por la compra de deuda a gran escala. Negó seis veces: "Los tratados dicen que no se puede monetizar la deuda [comprar bonos imprimiendo dinero] y los bancos centrales suelen respetar las leyes".

Pero de refilón, las medidas de ayer dan a los bancos la posibilidad de hacer algo parecido: la banca puede endeudarse a tres años al 1% en el BCE y comprar bonos a ese plazo con tipos mucho más altos: beneficio seguro para ellos y menos presión para los Estados. "El problema es que la deuda europea está estigmatizada: es el BCE quien debe quitarse complejos y entrar con todo en el mercado. Por ahora lo único que hace es guardarse la cartuchera por si vienen los indios: corre el riesgo de que los indios le corten la cabellera a Europa, y entonces para qué va a querer el BCE la cartuchera", explicó el analista Juan Ignacio Crespo.

Draghi lo tiene claro: "Nuestra idea es colaborar. Pero hay decisiones que tomar en manos de los políticos". Bruselas y su enésima cumbre tienen la palabra. Y a la vista del éxito de las últimas citas, los indios deben de estar afilando cuchillos.

Mario Draghi, presidente del BCE, en la comparecencia de ayer en Fráncfort.
Mario Draghi, presidente del BCE, en la comparecencia de ayer en Fráncfort.MICHAEL PROBST (AP)

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.
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