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CONTRASEÑA | Elisabeth G. Iborra
Columna
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Jóvenes x joven

Botellones, bulling, anorexia, vandalismo, pasotismo: ¿síntomas del malestar juvenil español? En Francia los jóvenes protestan por lo que llaman contratos de esclavo o queman coches contra la exclusión. Llueve sobre mojado en todas partes: las nuevas generaciones de niños mimados-bebés gigantes hablan a su manera. Los adultos no entienden nada. Busca un joven que explique qué les pasa a los jóvenes. Jóvenes x joven. ¿Un mirlo blanco? "A los 19 años pasé un verano en Londres sin saber palabra de inglés. Mi familia no quería. Hice de camarera, espabilé y aprendí un montón: el mundo no era rosa. Fue un choque. Es necesario saber que hay que crecer por medios propios". Repitió otro verano en Dublín hasta que supo inglés.

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La hora de la venganza

Elisabeth Iborra, de 29 años, medio andaluza, medio aragonesa, llegó a Barcelona hace cuatro años. "Me enamoré de la ciudad durante dos días que pasé de vacaciones: soy un pez en el agua. Aquí nadie te juzga". Hoy vive en el Raval, donde hay botellones más o menos anodinos todas las noches bajo su ventana. Paga su piso con una hipoteca, "he olvidado si a 20 o 30 años". Circula en bicicleta. Ejerce de periodista por libre, "no me va mal".

Observadora atenta de la realidad, su historia es la de una hija de obreros andaluces afincados en Zaragoza: su padre trabajaba en General Motors, su madre limpiando casas. Emigrantes que "buscaron en otra ciudad algo mejor" antes de volver a su pueblo, La Línea de la Concepción. Su padre, hoy fontanero, le enseñó a "ponerse en el lugar del otro. Yo me he sentido el otro y esto tiene una ventaja: no puedes ser racista, ni excluyente".

Con trabajillos varios y horas extras de su familia estudió -todo sobresalientes- periodismo en Bilbao. "Lo que me interesa del periodismo es entender por qué la gente actúa como actúa". Practicó en Radio Euskadi y trabajó de sol a sol en un bar de El Pilar para poder venir a Barcelona. Llegó con su hoy ex novio, cuando empezaban los periódicos gratuitos. Ahí comenzó su relación con hipotecas y colaboraciones. "Cada vez me resulta más imprescindible la independencia. El trabajo es más importante que la pareja porque sólo dependes de ti mismo. Enamorarte hasta da miedo". Piensa que "hay una mayoría de jóvenes en la misma situación y estos problemas se alargan hasta los 40 años". Es lo mismo para las chicas y los chicos: "La gente en España es aún tradicional, los cambios son aparentes: aún se piensa que una chica para madurar ha de casarse y tener hijos. Yo pienso que madurar consiste en poder decidir por mí misma". ¿Feminista? "Apuesto por la igualdad de todos. A veces los malos tratos son falsos".

Vamos al botellón. "Lo hice una vez, a los 25 años, cuando cerraron el bar en el que estaba". Lo que sucede no es gratuito: "No puedes criticar a los jóvenes cuando beben porque todos los adultos lo hacen. Carajillos, chiquiteos, aperitivos: cultura del alcohol. Y de hacer fiesta en la calle". ¿Incívicos? "Los que ensucian la calle son directamente gilipollas. Y ¿qué haces quemando contenedores si reivindicas algo? Quizá buscan que aparezcan policías-Robocop, una película. Y surge la violencia. Hay minorías que se divierten así. Se evaden".

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¿Incomprensible? "Todos los jóvenes hacen sus revoluciones. Hoy los veo conformistas. Creo que esas juergas masivas expresan descontento, miedos, vacío. Buscan su espacio. No están contentos con lo que tienen. No saben de qué les van a servir los estudios. Les falta una motivación que no sea el consumo, el dinero. Conozco chicas que van de marcha y se prostituyen para comprarse ropa: es lógico, ese es un ideal promocionado. Los profesores no saben cómo tratarles. Los padres han querido darles lo que ellos no tuvieron y, mientras ellos trabajaban, les dejaron al cuidado de una televisión que ya no era la de Barrio Sésamo". ¿Barrio Sésamo como modelo? "Nos enseñaban letras, animales. Nos trataban como niños, no como energúmenos".

Ella forma parte de lo que llama Generación del imposible. Me ha traído las galeradas de lo que pronto será un libro. ¿Por qué del imposible? "Es muy complicado conseguir todo lo que se espera de nosotros. Nos cuesta conocer gente, salvo por Internet. Tenemos miedo a perder independencia, pero muchos sólo buscan una estabilidad, que a mí me da igual. Aunque todos queremos lo mismo: amor. Y una sociedad que nos acepte como somos". Contraseña: aprovechar el talento oculto en tantos jóvenes. La clave la pone ella: "Educación".

m.riviere17@yahoo.es

PERFIL

"Hay que crecer por medios propios. El mundo no es de color rosa". Esto es lo que Elisabeth G. Iborra descubrió a los 19 años cuando fue a trabajar a Londres sin saber nada de inglés. Medio andaluza, medio aragonesa, lleva cuatro años en el Raval. Es periodista por cuenta propia. "Los jóvenes buscamos nuestro espacio". Dice pertenecer a la "generación del imposible" y lleva las galeradas de lo que será un libro sobre jóvenes bajo el brazo.

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