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Reportaje:Ante el 30º congreso del partido en el GobiernoLa construcción del partido en el poder /4

Crisis de 1979: el gran salto adelante

Ideologías y estrategias cedieron ante el trauma originado por la dimisión de Felipe González

A la una de la madrugada del 20 de mayo del 1979, Felipe González tenía ante sí varios caminos: aceptar los condicionamientos impuestos por la reafirmación marxista del 28º congreso; pactar con los dirigentes de la contestación; o bien romper aquella dinámica, negándose a contemporizar. Optó por esto último. Como dicen quienes le conocen bien, Felipe González es un hombre muy duro cuando cree tener razón. La renuncia del líder fue el momento más dramático de un Congreso que la ejecutiva apenas había preparado. Pero tampoco los críticos tenían una estrategia bien definida: quienes aparecieron como tales no eran un bloque homogéneo, y además carecían de conexión con los que dieron la batalla ideológica en el 27º congreso, algunos de los cuales estaban integrados en el aparato y otros se habían marchado a sus casas, aburridos de peleas inútiles. El 28º congreso fue una acumulación de malestares y de improvisaciones.

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Un dato significativo es que 9 de cada 10 militantes eran nuevos en aquella plaza. El PSOE tenía 101.082 miembros en la primavera de 1979, y de ellos un millar fueron elegidos como delegados, directamente por las agrupaciones locales. Este método de representación directa permite pensar en que la composición del 28º Congreso era un retrato bastante fiel de las bases del partido. Para encauzar todo, eso hacia el partido electoral y con aspiraciones de poder, deseado por la dirección, podía transcurrir mucho tiempo: sin duda, esa consideración pesó fuertemente en el ánimo de Felipe González. Éste consolidó plenamente su liderazgo desde el momento en que ideologías y estrategias cayeron por los sucios, ante la realidad de que el líder se retiraba.

En la lista de malestares no cabe olvidar los producidos por la redacción de listas electorales. En Galicia hubo guerra abierta entre la ejecutiva. federal y el secretario regional, Modesto Seara, cuya lista fue desmontada de arriba a abajo. En Valencia, Joaquín Ruiz Mendoza, situado en posiciones críticas, se vio eliminado de la lista al Congreso. Miguel Boyer fue introducido con calzador en la de Jaén, después de las resistencias encontradas en Madrid, donde los militantes que procedían de Convergencia Socialista dijeron que "si hace falta un economista, ahí está Leguina".

En Sevilla, en fin, Rafael Escuredo chocó con Alfonso Guerra y José Rodríguez de la Borbolla, por su postergación en la candidatura; en Almería hubo otra escaramuza en torno a la presentación de Joaquín Navarro, un hombre procedente del PSP; y así va continuar la mera enumeración de enfrentamientos.

"Que haya debate"

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Uno de los documentos críticos de la época (producido por Manuel Abejón y el grupo denominado Reflexiones Socialistas) denunciaba que se estaba apoderando del PSOE "el centralismo democrático, que tanto criticamos en otras organizaciones de tradición leninista y que viene a manifestarse en la unilateralidad -de arriba abajo- de las corrientes de información y decisión, en la cooptación de cargos, en la ausencia de crítica y de participación democrática".

Meses antes del congreso, algunos críticos iniciaron tímidos intentos de coordinar esfuerzos en ponencias y estrategias. Militantes situados en tomo a Francisco Bustelo fueron los más activos en ello. Con el título Una posible táctica para el 28º congreso de la línea crítica, dicho grupo distribuyó un documento, fechado el 24 de abril de 1979, en el que se establecía el modesto objetivo de que "hubiera debate y que nuestras posiciones consiguieran por lo menos un 25% de votos. Para ello hace falta contar con él mayor número posible de agrupaciones y por tanto tener un denominador común realista y amplio".

En ese mismo texto se mencionaba una "sugerencia de candidatura", en la que se incluían los nombres de Enrique Tierno y Felipe González como presidente y primer secretario, respectivamente; se proponía la permuta de puestos entre Alfonso Guerra y Luis Gómez Llorente, de modo que este último ascendiera a vicesecretario primero y el segundo descendiera a secretario de formación; y se atribuía un papel ímportante a Joan Reventós, como vicesecretario encargado de las autonomías. El resto de la lista era una mezcla de personas diversas: desde Ciriaco de Vicente y Carmen García Bloise a María Izquierdo y Carlota Bustelo; desde Javier Solana y Fernando Morán a Gregorio Pcces-Barba y Pablo Castellano. Se mencionaba también a Rafael Escuredo.

Unos días antes de la inauguración del congreso, Felipe González declaró que era conveniente retirar el marxismo de la definicióndel partido. Con ello recordaba una anterior manifestación suya en el mismo sentido -las declaraciones de Barcelona, el 8 de mayo de 1978- que ya parecía olvidada. Luis Gómez Llorente, que aún pertenecía a la ejecutiva, jugó a evitar la confrontación: desaconsejó a los críticos una ofensiva abierta, pero a su vez negoció con Alfonso Guerra una fórmula de acuerdo sobre la definición ideológica y la conveniencia de abrir un poco el equipo de dirección, integrando personas diversas.

Días antes del congreso, los críticos difundieron un segundo documento entre las delegaciones que suponían afines. En el nuevo texto ya no aparecía una lista a la ejecutiva, sino que en este punto se decía lo siguiente: "En los únicos puestos que estamos de acuerdo todos es en el de la secretaría general (Felipe González) y la presidencia (Enrique Tierno). Los demás compañeros deben ser elegidos a la vista de los resultados del propio congreso. Nuestra idea es no proponer a compañeros conflictivos, puesto que hay que tener en cuenta que la Comisión Ejecutiva Federal tiene que ser un órgano colegiado y solidario y por lo tanto bastante homogéneo".

La concentración de poder

La votación de la mesa del congreso fue decisiva para catalizar los ánimos de las delegaciones críticas. El candidato oficial a presidente del congreso, Gregorio Peces-Barba, resultó derrotado ampliamente; Peces-Barba interpretó ese voto como un rechazo a su gestión parlamentaria y como ponente constitucional. Frente a él fue elegido, José Federico de Carvajal (que salió del Congreso convertido en presidente de la comisión gestora y meses después se integró en el equipo de Felipe González).

La mayor parte de las censuras respondió más bien a problemas de funcionanúento que a cuestiones de línea política. Salvo casos aislados no, hubo críticas a la Constitución, a la renuncia del partido a la forma republicana de Estado o a los pactos de la Moncloa. Iban de lleno contra la concentración del poder, y para ello se centraron en tres personas: Alfonso Guerra, quien, además de sus tareas orgánicas, había protagonizado las operaciones políticas más importantes del partido; Luis Gómez Llorente, a quien se achacaba una insuficiente tarea de formación, y Javier Solana, a quien se censuraba el secuestro de la información y el hecho de que los militantes se enterasen de lo que ocurría por los periódicos.

Esta severidad de la crítica, en lo que se refería a la concentración del poder, derivó, curiosamente, hacia la defensa apasionada de la definición marxista del partido. Los militantes críticos dieron muestras de su buena fe -o de su ingenuidad, dirían otros- al concentrarse en la ponencia política, mientras los del aparato lo hacían en la de organización y estatutos, que aprobó cosas tan importantes como impedir que volviera a producirse otro congreso con delegados elegidos por agrupaciones locales. Al montar un entramado representativo mucho más controlado, el 28º congreso fue el canto del cisne de los contestatarios.

Así, los debates más duros se registraron en la comisión política. Luis Gómez Llorente entró en la misma dispuesto a cumplir su parte en el pacto con Alfonso Guerra: evitar un encontronazo sobre la cuestión del marxismo. Para eso habían estudiado una fórmula retórica, que consistía en obviar el pronunciamiento respecto al tema conflictivo, sobre la base de reconocer como válidas las formulaciones aprobadas en los 27 congresos anteriores del partido: "Nosotros tenemos que rechazar la utilización de este debate desde fuera para provocar antagonismos inexistentes en el seno del partido".

Pero Gómez Llorente se vio desbordado. Francisco Bustelo y otros se opusieron a esa fórmula de compromiso, y a partir de ahí comenzó a discutirse sobre el texto-base de las agrupaciones asturianas, que era uno de los muchos borradores que reafirmaban la definición marxista. Felipe González tampoco consiguió reconducir el debate hacia sus posiciones. Fracasó, en cambio, un intento de seguir definiendo al PSOE como un partido republicano, por oposición de Manuel Abejón, quien, sin embargo, sí era partidario de la continuidad del marxismo como elemento definidor del partido. Finalmente, quedó dictaminada la ponencia política y Francisco Bustelo preparó su defensa ante el pleno. Los derrotados se reservaron un voto particular.

Abierta la discusión plenaria, Francisco Bustelo defendió el mantenimiento del marxismo: "Sería un contrasentido que esos 100 años de honradez y firmeza que el partido cumple ahora, ¡de firmeza marxista, compañerooos...!" -se perdía la voz entre clamorosas ovaciones-, "quedaran convertidos en unos párrafos mal pergeñados". Joaquín Almunia se enfrentó a esa postura, pidiendo sobriamente la supresión de varios párrafos y su sustitución por una frase más sencilla, en la que se mencionara únicamente el término metodología marxista. Esta enmienda obtuvo el 61% de votos en contra, el 31% a favor, el 6% de abstenciones y un 2% de ausencias.

"Mantener el socialismo"

En su discurso de despedida al 28º congreso, pronunciado el domingo 20 de mayo, Felipe González no pudo ser más claro en su crítica al partido: asumió la responsabilidad de haber planteado mal el problema del marxismo, "una polémica que la Prensa ha malinterpretado y utilizado, en alguno de sus sectores, de forma hábil", dijo. "Pero", agregó, "lo verdaderamente importante de este congreso es que cuando se acabó de discutir el problema de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, Marx o no Marx, el 20% de la sala resistió en sus asientos y el 80% de la sala se fue de aquí ( ... ) porque creían que el resto de los problemas que se iban a discutir tenía mucha menos importancia".

"No había que haber discutido la inmensa mayoría del tiempo de la cuestión de principios, y la mínima parte del tiempo de los problemas de esta sociedad. No es posible mantener, así, vivo el socialismo, compañeros. ( ... ) Hemos dicho que este partido es profundamente democrático y que quiere transformar la sociedad democráticamente. Por consiguiente, tiene que contar con la mayoría de esa sociedad".

Santiago Herreros, militante del PSOE mencionado el pasado 10 de diciembre, ha estado en Nicaragua aprovechando un viaje de su esposa como cooperante enviada por el Gobierno español, y no por otras razones, según precisión rogada por fuentes familiares.

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