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Tribuna
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¿Por qué la elección del planeta rojo?

Hace algunos meses, Daniel Goldin, director de la NASA, pidió a Carl Sagan, presidente de The Planetary Society (una asociación de 100.000 entusiastas de la investigación planetaria) que explicase, en palabras que todo el mundo pudiese entender, las razones para explorar Marte. Éstas son las razones de Sagan: además de ser el único planeta que, con la tecnología actual, puede ser explorado por una tripulación humana, Marte puede contener la respuesta a una de las preguntas básicas sobre el Sistema Solar: ¿por qué dos planetas gemelos divergen? Hemos acumulado pruebas de que Marte y la Tierra eran muy semejantes en su inicio. ¿Qué procesos les han llevado por caminos tan diferentes? Al explorar Marte quizá obtengamos algunas de las claves de la evolución planetaria.Por otra parte, los astrónomos y novelistas de principios de siglo nos legaron una colección de sagas, románticas o terroríficas, sobre Marte: un mundo de guerreros y princesas, de desesperados ingenieros planetarios -la leyenda de los constructores de canales-, o de ambiciosos invasores interplanetarios.

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Interés popular

Desde entonces cualquier tema que tenga relación con Marte tiene garantizado el interés popular. Y éste no es un asunto trivial, teniendo en cuenta que el dinero gastado en el espacio siempre será motivo de polémicas.

Y, por último, quizá lo más importante: Marte como promesa. ¿Podría el helado desierto que es hoy este planeta ser transformado en una segunda Tierra?

La terraformación de Marte es hoy un sueño, y muchos científicos dicen que lo será siempre. Otros, con Chris McKay (NASA) a la cabeza, argumentan que el hombre siempre ha necesitado sueños. La terraformación de Marte podría ser la gran frontera científica del tercer milenio.

Ahora, por supuesto, existe una razón más: los controvertidos indicios de vida en el meteorito marciano ALH84001, que algunos ya han proclamado como un posible punto de inflexión en la historia del hombre. En medio de esta gran expectación van a ser lanzadas hacia Marte tres naves, que serán seguidas por otras varias al filo del próximo siglo. ¿Qué esperamos encontrar en Marte en esta segunda oleada de exploración?

La espectacular erupción de Grimsvotn, en Islandia, donde una enorme grieta está emitiendo lava que funde un glaciar, es un excelente ejemplo de cómo la energía interna de un planeta modela su superficie. Este tipo de interacciones se ha dado también en Marte, donde encontramos volcanes gigantescos, larguísimas fracturas y casquetes de hielo en los polos. Probablemente el calor interno del planeta, ya muy debilitado pero aún no extinguido, ha sido también la causa de las grandes inundaciones que atestiguan los desbordados canales marcianos.

Cuando los Viking Orbiter comenzaron, hace ahora 20 años, a enviarnos imágenes del planeta, los científicos observaron cauces secos con edades muy diversas: algunos parecían generados en la juventud del planeta, hace casi 4.000 millones de años, mientras que otros parecían muy recientes.

Sin embargo, la superficie de Marte es hoy extremadamente seca, y su atmósfera muy tenue, de forma que cualquier líquido se evaporaría instantáneamente. Pero los canales habían fluido. ¿Entonces ... ? En 1991, el equipo de un geomorfólogo norteamericano, Victor Baker (Universidad de Arizona) propuso que el clima de Marte oscilaba periódica y brutalmente entre un extremo húmedo y relativamente cálido, y otro helado como el actual.

Efecto invernadero

El motor de estos cambios sería una actividad volcánica también cíclica: un periodo de vulcanismo intenso vaporizaría el agua y parte del CO2, existentes en la corteza lanzándolos a la atmósfera, donde estos gases retienen calor infrarrojo mediante el conocido efecto de invernadero.

Bajo este clima relativamente cálido, gigantescos ríos circularían por el Ecuador de Marte, desembocando en un océano estable y profundo (1.700 metros de media) acumulado en el hundido tercio norte del planeta. Luego, el CO, precipitaría en el fondo marino en forma de roca caliza (CaC03) Y el agua se infiltraría: el océano se deseca y el planeta se congela hasta la siguiente etapa de vulcanismo.

Estos teóricos ciclos climáticos se han llamado ciclos de Baker, y en sus fases cálidas las condiciones habrían sido favorables para la vida. El hecho de que algunos glaciares y lechos fluviales estén totalmente libres de cráteres de impacto indica que unos y otros son muy recientes: quizá el último ciclo de Baker ha terminado hace pocos millones de años. En la Tierra, la biosfera se ha recuperado rápidamente de las extinciones masivas provocadas por las crisis climáticas, la migración de los continentes o los impactos asteroidales. Pero, ¿cómo reaccionaría la biosfera primitiva de un planeta ante el choque brutal representado por la desecación del único océano de éste? Los últimos datos sobre nuestra propia biosfera nos obligan a ser cautos: a miles de metros de profundidad, las bacterias terrestres proliferan en los poros de las rocas. ¿Por qué no en Marte? Una biosfera bacteriana, anaerobia, podría buscar protección en zonas volcánicas del subsuelo marciano, donde el calor fundiría el hielo intersticial y garantizaría, agua líquida en los poros. En este refugio, las bacterias aguardarían la siguiente fase climática cálida para colonizar de nuevo el océano.

Para localizar estos hábitats no es necesario que perforemos la superficie de Marte: bastará muestrear en zonas donde procesos naturales, como impactos o erosión fluvial intensa, hayan excavado profundamente la corteza marciana. Mars Pathfinder explorará la desembocadura de un canal, Ares Vallis, de 1.500 kilómetros de largo. Allí encontrará rocas transportadas desde buena parte del hemisferio sur la zona más antigua del planeta, de la que proviene ALH84001. Quizá Pathifinder nos permita avanzar en la gran cuestión: ¿Contuvo -o contiene- Marte la segunda biosfera del Sistema Solar?

Dadas estas expectativas biológicas, habrá que tomar serias precauciones cuando (probablemente el año 2004) una sonda vuelva de Marte con muestras de rocas. Pero la protección debe operar en ambos sentidos: de los contrario, subsiguientes misiones a Marte podrían encontrar el planeta colonizado... por bacterias terrestres.

Lo que es indudable es que estos lejanos viajes nos obligarán también a profundizar en el conocimiento de nuestro propio planeta. Y así se cumplirá lo profetizado por el poeta Thomas S. Eliot en unos hermosos versos, según los cuales... "nunca dejaremos de explorar- y el final de todos nuestros viajes será volver donde comenzamos, y conocer el lugar por vez prirnera".

Francisco Anguita es profesor de Planetología en la Facultad de Geológicas de la Complutense, y representante en España de The Planetary Society.

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