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Reportaje:Salt Lake City 2002 | XIX JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO

La trampa para cazar la NESP

Casi nadie sabía que el COI ya tenía puesto a punto el método de detección de la sustancia

Carlos Arribas

Casi nadie quiso hacer caso a Jacques de Ceaurriz, director del laboratorio de Châtenay-Malabry, en las afueras de París, cuando en noviembre pasado afirmó: 'A mí la NESP o la Aranesp no me preocupa. Creo que su detección será más fácil que la de la EPO. No creo que haya problemas'. Se pensaba que era un farol más, otro acto publicitario de un laboratorio antidopaje, el francés, que pasaba días duros por las dudas que se habían levantado sobre su método de detección de la EPO.

La NESP, Aranesp o darbepoetina, la última sustancia conocida, la nueva EPO de efectos retardados, arrastraba la fama de indetectable. Por ello, pese a su elevado precio, su difusión fue tan rápida entre los deportistas sin escrúpulos que buscaban aumentar su rendimiento de cualquier forma.

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Bien, no era un farol. La NESP no sólo sería fácil de detectar, sino que, de hecho, el COI, silenciosamente, estaba dando a finales de 2001 los últimos pasos para poner a punto el método de su detección en la orina en los Juegos de Salt Lake City. Sorpresa, sorpresa.

'Esto no es justo', decían ayer los rusos, exclamaba el responsable de la Comisión Antidopaje de su comité nacional olímpico, Nikolai Durmanov, queriendo defender la suerte de las esquiadoras Larissa Lazutina y Olga Danilova, que también dieron positivo por el producto de moda. 'Nadie nos había dicho que la darbepoetina podría ser detectada, nadie nos había explicado cómo era el método antes de los Juegos. Ni siquiera el método está homologado. Si el método se ha afinado definitivamente este último mes, debía haberse experimentado cuidadosamente antes de hacerlo servir. Los Juegos Olímpicos no son un lugar de experimentación'.

En realidad, el método, según los expertos, no necesitaba de homologación al ser exactamente el mismo que se usa para detectar la EPO, el conocido como electroenfoque, que hace una especie de fotografía de las moléculas de las sustancias sospechosas y las identifica según su carga, con una pequeña modificación, un ajuste para identificar la proteína nueva, un proceso que en realidad es más sencillo que el de identificar la molécula de la EPO, ya que la darbepoetina es puramente química y no se puede confundir con ninguna molécula producida por el cuerpo.

De hecho, si fueran ciclista, Johann Muehlegg, Lazutina y Danilova no habrían asumido el producto pensando que actuaban en la impunidad. Justamente el pasado 31 de enero, la Unión Ciclista Internacional (UCI) envió una carta explicando a los corredores las novedades de la temporada en lo relativo a la lucha antidopaje. 'En lo que concierne a la aparición en el mercado de la nueva forma retard de la EPO, Aranesp, los especialistas nos han confirmado que su detección, por el método urinario de Châtenay-Malabry, es más fácil que la de la EPO clásica', advierte la UCI a los corredores.

El efecto sorpresa también fue fundamental en la segunda fase de la trampa para cazar tramposos, la que permitió individualizar a la docena de deportistas de fondo más sospechosos de recurrir a productos o prácticas prohibidas. En la semana previa al comienzo de los Juegos, cuando Muehlegg estaba concentrado en Idaho, se realizaron 100 controles sorpresa. La víspera de las competiciones, todos y cada uno de los 858 participantes en las especialidades de resistencia (esquí de fondo, biatlón, combinada nórdica y patinaje de velocidad) se sometieron a un análisis de sangre, con lo que el comité antidopaje dispuso de una fotografía precisa de los parámetros hematológicos (hematocrito, hemoglobina y reticulocitos) con los que partían los deportistas. Desde ahí todo consistió en un proceso de refinamiento. Análisis de sangre previos a las competiciones en los atletas con valores más al límite permitieron constatar la evolución de su sangre y depurar aún más la búsqueda. Así, después de la primera tanda de pruebas de resistencia, la que terminó el domingo 17, se decidió que una decena de deportistas muy posiblemente se había dopado. Muehlegg sabía que sus datos hematológicos bordeaban el tope, sabía que se le buscaba. Quedaba sólo la última prueba, el análisis de orina que certificara la presencia en su organismo del producto prohibido. Todo fue cuestión de paciencia.

Como los usuarios conocen a la perfección la farmacocinética de la darbepoetina, saben que sus metabolitos se eliminan por la orina entre 24 y 72 horas después de su administración, no tenía sentido someterles al costoso y lento análisis de darbepoetina después de la competición. Se trataba de echar cuentas.

Problema: si los efectos de la NESP se notan una semana después de su administración y no se puede tomar cerca de la competición porque sería detectable, ¿cuándo habría que someter a los deportistas sospechosos a un análisis por sorpresa?

Solución: a mediados de semana, entre la penúltima y la última prueba. El jueves 21 de febrero los técnicos de la Agencia Mundial Antidopaje controlaron por sorpresa, fuera de competición, a una decena de deportistas. El domingo 24 se conocieron los resultados: tres positivos. Buena caza.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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